Decepcionaron de nuevo los toros de Victorino Martín. Sólo el buen sexto se salva de una corrida floja y falta de casta. Salvador Cortés brilló al natural con el último, mientras que Padilla destacó a la verónica. El Cid hizo un enorme esfuerzo por hacerle faena al complicado segundo.
Manuel Viera.- Hubo que esperar a que saliera el sexto para ver torear al natural. Aunque antes la media verónica brilló en el sensible pulso de un jerezano inspirado. Toreó Cortés y también lo hizo Padilla, el mismo que realizó la suerte de matar como pocos saben hacerla. Faena de altura la del sevillano del Aljarafe. El resultado ya se vio: un combinado de naturales plegados a una meticulosa e inspirada forma de hacer el toreo con autoridad y encanto. |
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Fue una obra en la que la hondura y la ligazón del toreo de izquierda, sin prisas, con ritmo y pulso, provocó la emoción en los tendidos. Fue todo un mitin de naturales que no cobraron más sentido al no ser firmados con la contundencia de la estocada. De todas formas, Salvador Cortés logró aprovechar con singular acierto el mejor ‘victorino’ de la floja y descastada corrida del ganadero de Galapagar con un toreo particularmente bello, transparente, hondo, muy lento y de mano baja, e incluso por momentos carismático. La elegancia en las formas no es la característica dominante de este torero y, sin embargo, la hubo motivada quizá por el sentimiento y destreza de una mano izquierda con la que dejó a la gente con la boca quieta y abierta.
La faena de menos a más, en un ‘crescendo’ notable, llegó a la cima con el natural. El extraordinario trasteo, bien estructurado en los inicios con la diestra, se vino arriba y terminó imponiéndose con la izquierda en un final apabullante. No entró la espada en el primer intento, y aunque sí lo hizo de forma certera en el segundo, el premio ya no llegó a las manos de quien lo necesita más que nadie.
Fue lo mejor de la decepcionante tarde de los ‘victorinos’, toros desiguales de hechuras que flojearon y mostraron una preocupante falta de casta. Cortés anduvo dubitativo con el tercero, un toro justo de trapío y casta pero que siguió la tela y humilló cuando se la presentaba adelantada. Le costó un mundo dejársela allí donde le provocaba la embestida. Tras la continua intermitencia de la faena le bastó media estocada para tumbarlo.
Salvador Cortés logró aprovechar con singular acierto el mejor ‘victorino’ de la floja y descastada corrida del ganadero de Galapagar con un toreo particularmente bello, transparente, hondo, muy lento y de mano baja
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Juan José Padilla consiguió hacer del lance de saludo al cuarto una narración nítida de la media verónica. Lances como estos afirman la capacidad de quien lo ejecuta para mantener como referencia las claves precisas de su toreo: sensibilidad y temple. Tres verónicas y dos medias resultaron extraordinarias por auténticas. Después el toro de Victorino manseó, tardó un mundo en acudir al engaño, y cuando iba lo hacia humillado pero sin emoción. Todo el trasteo quedó en vanos intentos. Y al final lección de cómo se mata. La perfecta y contundente estocada tumbó al toro patas arribas. Al primero, noble pero con las fuerzas justas, lo que le hizo tuvo escaso contenido. La media estocada causó un efecto fulminante. A ambos toros los banderilleó con soltura. |
Manuel Jesús ‘El Cid’ se empeñó en limarle las asperazas de sus complicadas embestidas al segundo de la tarde para descubrir, después, las muchas dificultades de su lidia. Hizo un esfuerzo enorme por hilvanar más de un muletazo. Mejor con la derecha que con la izquierda, por donde se negó a pasar. Tras el metisaca, un certero espadazo hizo rodar al toro sin puntilla. Con el quinto peleó más seguro y con enormes ganas sin conseguir hilar faena. La manifiesta flojedad, la falta de raza y la gente cansada y aburrida le obligaron a desistir. Mató de estocada.
AL NATURAL |
Brindis en el redondel
Francisco Mateos.-
Recuerdo hace dos temporadas, en la corrida del Corpus, cuando el toro de la alternativa del sevillano Pepe Moral en la Maestranza. Tras la ceremonia y el cambio de trastados Moral quería dedicarle su primer toro como matador a su apoderado, Manolo Cortés. Era un brindis entre toreros, y Cortés ha ofrecido tardes de arte en la Maestranza y es querido y respetado por la afición sevillana. El nuevo matador le indicó que saliera dentro del ruedo, al albero, al lado de la tronera del burladero, porque entiendo yo que los brindis a toreros deben hacerse sobre el ruedo. Es lo suyo. Un torero elegantemente vestido de calle sigue teniendo la importancia necesaria para que, al menos yo, no vea nada raro en verlo pisar el albero. Aunque sea de calle. Justo en ese momento en el que Cortés pisaba el albero, uno de los eficientes y eficaces hermanos Zulueta, los alguacilillos de la plaza, corrió hacia Cortés, que ya había puesto un zapato sobre el albero saliendo del burladero, y llegó a agarrarle del brazo indicándole que no podía salir al ruedo. Cortés, de forma elegante pero enérgica, le quitó el brazo y salió al ruedo. No estaba justificada la medida de impedírselo. Esta tarde. Otro torero vestido de calle ha salido al ruedo maestrante a recibir un brindis. Ninguno de los alguacilillos hermanos Zulueta se ha acercado a impedirlo. Quiero destacar el detalle, porque se ha entendido y asumido que cuando hay torería no importa si se está o no vestido de torero. El ruedo es para los toreros, y nadie como ellos saben respetar lo que significa el redondel. Por otra parte, entiendo a los alguacilillos, porque a veces se ha visto hasta brindis de cuadrillas completas de final de temporada y ha salido un ‘mozoespá’ en vaqueros y el ayuda con la toalla colgada al hombro; y ahí sí que hay que actuar para impedirlo. Con esas formas, no. |
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Y el brindis que hemos visto esta tarde es un brindis con mayúscula. Salvador Cortés brindando a su hermano Luis Mariscal el cuarto y último toro de sus dos corridas. Luis Mariscal estuvo a punto de perder la vida el 15 de agosto del año pasado cuando su pierna izquierda se desangraba a chorros por cinco boquetes distintos. La recuperación ha sido milagrosa, pero han quedado secuelas que le mantienen alejado de los ruedos. Ahora, este año, Salvador lo ha nombrado su apoderado, junto a Tomás Campuzano. El pasado martes Salvador Cortés no vio en ninguno de sus dos nulos toros de Dolores Aguirre material para hacer honores a un brindis a su hermano Luis. Tampoco hoy lo vio en el tercero, y resignado esperó al sexto para brindárselo. Lo sacó al ruedo, tuvo unas bonitas y emocionantes palabras, extenso diálogo entre hermanos y entre toreros, y se fundieron en un abrazo. Luis Mariscal volvía a pisar el albero de la Maestranza, que él tiñó de rojo con su sangre en agosto. Aunque sea vestido de calle. Qué más da. Y Sevilla volvió a ovacionarle como en sus pares de banderillas. |
GALERÍA GRÁFICA |
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LAS OTRAS IMÁGENES |
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PUERTA DEL PRÍNCIPE |
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