A cuerpo limpio, este valiente monosabio acude rápido al quite a su caballo de picar tras el derribo. No le importó que la plaza de Cantillana no tuviera ni siquiera callejón para poder saltar rápido en caso de un arreón del toro. A veces no se llega a valorar suficientemente el trabajo de estos hombres sin seda ni oro… ni tanto dinero por el que exponer su vida.
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