La prolija monumentalidad de Sevilla no ha hecho aún méritos al arte de la Tauromaquia y al peso del toreo sevillano en la historia. Apenas media docena de monumentos taurinos en toda la ciudad se antoja demasiado corto. Juan Belmonte, Curro Romero, Pepe Luis y Manolo Vázquez, Chicuelo,… SEVILLA TAURINA propone hoy un paseo por la historia del toreo a través de sus monumentos taurinos, un recorrido que se extiende también a los pueblos de la provincia sevillana que rinden homenaje a los héroes de la Fiesta.
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José Luis López.-
Los monumentos que se erigen por plazas, paseos, jardines o glorietas de cualquier ciudad se levantan con la finalidad de recordar a alguien o algo, destacar la labor que hicieron o el campo en que ejercieron esa labor. Esos recuerdos nos ayudan a familiarizarnos con ellos y con lo que han significado en nuestra historia.
Y como para muestra sólo vale un botón, les cuento recordando a nuestro querido Paco Gandia el siguiente caso verídico: Un día del mes de Julio de 1992, cuando paseaba cerca de mi casa, por el recién inaugurado bulevar de la calle Torneo, poco más o menos frente al nuevo auditorio de La Cartuja, me encontré con un nuevo personaje esculpido en bronce, que en época de tantas cosas nuevas en Sevilla no debería de extrañarme demasiado, pero este, no sé por qué, me llamó bastante la atención y me produjo una natural curiosidad. Se trataba, según reza en una placa grabada en su peana, de don José San Martín, «soldado de nuestras dos patrias», general argentino y héroe de aquel país. La estatua en cuestión se la ofrecen a Sevilla una serie de entidades sudamericanas. Pues bien, como está situada en un lugar que frecuento con bastante asiduidad, poco a poco me fui haciendo amigo de este señor, al que yo respetuosamente, por aquello de la eda, le llamo don José.
Don José conoce perfectamente a toda mi familia y por supuesto conocía a mi perro ‘Valiente’, con el que no hacía muy buenas migas, pues a la menor distracción por mi parte el can mojaba los pies de la peana en que esta encaramado el buen señor, y esto parecía no gustarle demasiado. Igual que él me conoce a mí, yo también he llegado a interesarme por su vida y por lo que hizo, hasta el punto de conocer su historia, desde su nacimiento, en aquel ya lejano 25 de Febrero de 1778. De no haberme encontrado con aquel personaje de bronce, aquella mañana de julio del 92, un servidor no sabría casi nada de su historia.
Y ustedes, queridos lectores y aficionados, se preguntarán que dónde sale lo taurino en toda esta larga parrafada. Paciencia que ya estamos en ello. Sevilla, que es una ciudad que por su belleza, clima y tradición vive en la calle y en la calle tiene lo mejor de su historia, ha sido y sigue siendo algo cicatera con sus toreros, con los que han hecho patria, paseando orgullosamente el nombre de Sevilla por cualquier rincón del mundo que han visitado.
Las nuevas generaciones de sevillanos están teniendo pocas posibilidades de encontrar por sus plazas y calles monumentos taurinos con los que familiarizarse y hacerse amigos de ellos. Si los hubiera, además de hacer justicia a figuras que lo fueron todo en este difícil mundo del toro, se sentirían interesados por su vida y por su obra. O es que cuando paseamos por el Altozano y vemos esa figura seria de Juan Belmonte, con el semblante altivo y la barbilla alzada al cielo sevillano, como si estuviera desafiando toreramente a José, su más encarnizado rival en el ruedo y su más entrañable amigo fuera de él, no nos preguntamos: ¿Quién es? ¿Qué ha hecho? O cuando lo vemos mirando fijamente, desde su privilegiada atalaya trianera, a esa Maestranza a la que tantas y tantas tardes de gloria ofreció, no nos volvemos a preguntar: ¿Qué estará pensando Juan? Y hemos indagado en su obra y nos ha embelesado con su vida.
Camino hacia la Maestranza desde Triana
Continuamos en este paseo por Sevilla, buscando monumentos taurinos. Dejamos Triana atrás, cruzamos el puente y embrujado por el Guadalquivir, sentimos la mirada perdida del ‘Pasmo de Triana’ clavada en nuestras espaldas, hasta que alcanzamos la orilla sevillana. La calma de la calle Betis contrasta con el bullicio de coches que van y vienen por la gran avenida que es el Paseo de Colón. Un corto trecho antes de llegar a la altura de la Puerta del Príncipe. El toreo de frente, serio y majestuoso de Manolo Vázquez se hace presente en una obra del maestro Luis Álvarez Duarte, citando en su Maestranza un día del Corpus de 1981, primera tarde en que Sevilla lo sacó en volandas por la Puerta de la Gloria del coso del Baratillo. Pero Manolo no está solo: unos pasos mas allá nos encontramos con ese bronce tallado que representa el arte, la gracia y el mejor toreo sevillano al que pusieron de nombre Pepe Luis. Al verlo día tras día, ¿no nos mueve la curiosidad por saber qué es lo que está haciendo, y de preguntar al aficionado de turno por el torero que allí se representa?, y seguro que este aficionado, haciendo gala de su sapiencia taurina, toma en su mano izquierda una imaginaria muleta y en la derecha otra no menos imaginaria espada, y trata de explicarnos, asombrado de que no lo sepamos: «¿Qué va a estar haciendo? Está citando al toro con el cartucho de pescao».
Aprovechando su cercanía, el viejo aficionado, que en este caso es Fernando, un trianero de la cava, te invita a cruzar el Paseo de Colon, donde en el jardincillo que linda con la Maestranza y hace esquina con la calle Antonia Díaz se erige otro de los monumentos taurinos del que podemos hacernos amigo en la ciudad de Sevilla, una obra maestra de Sebastián Santos Calero, que plasmó el arte y el sentimiento en la figura insigne de Curro Romero, al que se le sigue añorando, recordando y buscándole sucesor, sin que aún se le haya encontrado: «Muchos son los llamados pero…»
Fernando, que hoy parece encontrarse locuaz, continúa con las explicaciones y en ellas se le nota la vena currista. «Este es Curro, el gran artista al que se le ha rendido y se le sigue rindiendo culto en Sevilla. El que provocaba que el tiempo se detuviera cuando se abría de capote para enjaretar una interminable verónica. El que hacia que esa diminuta muleta, mecida al compás de seguiriya e impulsada por sus muñecas prodigiosas, se convirtiera en mariposa de mil colores cuando ‘El Faraón’ acariciaba la embestida de un toro bravo y se desplantaba en la misma cara, con esa repajolera gracia sevillana que sólo Curro nos podía regalar».
La Alameda… y Chicuelo
Después de resoplar de satisfacción por lo bien que le han quedado los piropos a su torero, continúa su recorrido sobre los monumentos taurinos sevillanos: «Sólo nos queda el de Chicuelo, que ha sido tardío pero por fin se ha hecho justicia con un torero tan importante como Manuel Jiménez ‘Chicuelo’, al que el imaginero onubense Alberto Germán Franco ha esculpido ejecutando una chicuelina y el Ayuntamiento sevillano ha colocado en una placita a la cabeza de la Alameda, junto a ese genio del cante que fue Manolo Caracol y a la sin par Pastora Pavón ‘Niña de los Peines’ escoltados por Hércules y Julio Cesar encaramados en las columnas romanas del paseo sevillano. No hay más, -nos dice con cierta pena nuestro amigo Fernando-. Yo, que por mi edad tengo bastante tiempo libre y me gusta pasear por mi Sevilla, me encuentro con monumentos a la Tolerancia, a Daoiz -héroe sevillano en la lucha contra los franceses-, a Simón Bolívar,… Me encuentro con artistas como Velázquez o Murillo, el pintor de las Inmaculadas. Con el monumento al Arte Flamenco, justo, justo a la verita de Juan Belmonte. Al genio austriaco de Salzburgo Amadeus Mozart, a Juan de Mesa esculpiendo al Señor de Sevilla en la recoleta plaza de San Lorenzo, o a Juan Manuel Rodríguez Ojeda, excelente bordador hispalense. Yo, que me encuentro todos estos monumentos y muchos más, no puedo encontrar más que a cinco monumentos que me hablen de toros. ¡Con lo que Sevilla ha sido en la historia de la Tauromaquia!».
Mostrando su voz quebrada, con algo de resentimiento, añade: «Pero poco más hay. Sí quiero mostrarle vivo al más poderoso de los que se han vestido de luces. Tengo que desplazarme al ribereño pueblo de Gelves para contemplar a un José exultante, viendo rodar a un toro, al que le ha recetado una estocada en todo lo alto, de la que ha rodado sin puntilla. O entrar en ese monumento entero que es el Campo Santo de Sevilla, para mostrárselo muerto y contemplar emocionado a ese grupo de hombres, mujeres y niños -gitanitos de bronce- que llevan a hombros el cuerpo sin vida del menor de los Gallo, al que le vino a hacer compañía, algunos años más tarde, su cuñado Ignacio Sánchez Mejias«.
Muy cerca, y hermanado en la tragedia, se encuentra el monumento funerario a otra gran figura contemporánea del toreo, Francisco Rivera ‘Paquirri’. La figura desgarrada y poderosa del diestro gaditano muestra su asombro al verse sorprendido por las astas asesinas de ‘Avispado’.
La huella monumental taurina de la provincia
Tomares, honra la memoria de su torero Ricardo Torres ‘Bombita’, segundo de la dinastía y fundador en 1909 del Montepío de Toreros, con un monumento levantado en una de las plazas mas bellas del pueblo. Camas hace lo propio erigiendo un grupo escultórico y genérico a todos los toreros de su municipio. La figura pujante de Espartaco preside la entrada principal de la plaza de toros de Espartina. Salvador García pregona a los cuatro vientos con su monumento al toro que Utrera es la cuna de la bravura. Y el último pueblo en levantar un monumento taurino ha sido Écija, que se ha acordado justamente de su hijo El Pere, muerto en las astas del toro de la carretera.
Fernando ha quedado exhausto después de la efusiva defensa de nuestra historia. Se queda callado unos segundos y se marcha, despacio y cabizbajo, con andares de torero, camino de su Triana, recordando faenas que, posiblemente, sólo existen en la ilusión de viejo aficionado.
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