Manuel Viera.-
Los niños siempre han tenido un buen aliado en la fantasía. Sin embargo, aquel chiquillo de Gerena tuvo un maravilloso sueño que nada tuvo que ver con aquellas fantasías de la infancia. Y le iba y le venía mientras jugaba al toro por calles y corrales para hacer real una historia cercana a su vida y a sus inquietudes. Y a este veinteañero, cuasi chiquillo aún, se le ha ocurrido contagiar su ilusión y empezar a hacer realidad el sueño de niño con demostrada eficacia.
Este torero revelador que camina firme y seguro hacia horizontes de grandeza y gloria, ya vuela mecido por el aire que lo lleva a lo más alto de la cúspide. Daniel Ruffo Luque, un joven sevillano con contribuciones extraordinarias, hace fácil lo difícil porque su tauromaquia está impregnada de pasajes relacionados con un valor inconmensurable, una ambición cara y determinada, y una asombrosa capacidad de superación. Su toreo se siente, se paladea atraído, no tanto por la sorpresa, sino por la belleza y contundencia de unas formas que le llevan a la búsqueda del máximo logro en el más inmediato futuro.
La verdad del toreo de Daniel Luque, esa forma indefinible aunque de enorme claridad para cualquiera que la ve y la siente, estriba en que de las muchas que se dan en el ruedo de una plaza de toros es, con mucho, la más proteica, variada y con capacidad de sorprender. Aunque… ya no tanto, porque tras la superación de Sevilla en Feria de Abril, la revelación de Madrid en el exigente San Isidro y el suceso de Nimes, llegó Granada con el aldabonazo definitivo para hacer grande al 'pequeño'. Y lo que le queda aún en los más exigentes ruedos de las plazas de toros de España, Francia y América.
Lo sucedido el viernes 12 de junio en la Monumental Frascuelo, en esa otra Maestranza granadina, fue una de esas faenas brillantes y fundamentales que se recordará siempre con todo lujo de detalles y orgullosos de de haberla visto y sentido. Lo que hizo, realizó o construyó el joven sevillano fue una de esas obras significativas en la vida de un torero, de momentos espléndidos, de trazos magistrales que se entrelazaron con la improvisación de los detalles sublimes, con la mente rota, el sentimiento a flor de piel, e impregnado todo de una seductora combinación de ritmo, hondura e infinita largura.
No será la primera, ni la última, vez que aquel chiquillo de Gerena ejecute una obra tan aparentemente imposible con la que se mostró abierto, motivado y capaz de sugerir incontables secuencias emotivas. Y es que Daniel Luque ya ha empezado a dar lecciones de maestro. Que sea por mucho tiempo.
*Manuel Viera es redactor y responsable de las crónicas de Sevilla Taurina, así como miembro del equipo del programa 'Toros y Punto', de Punto Radio Sevilla. / Editorial del programa 'Toros, y punto' de Punto Radio Sevilla.
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