Cuando el toreo es verso…

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1967

«…Dime si no te fijaste, en aquella gran faena, horneada a fuego lento en la fragua de la arena. Dime si viste al torito, arrollando en la querencia, y a Morante muy sereno, fijándolo en la muleta. Cruzado entre los pitones, en la cuna de su cuerna, clavando las zapatillas y jugándose las piernas. Cada toque una caricia, cada pase una obra eterna, con la cintura juncal, y el mentón en la pechera. Madre dime si en el cielo con su nombre hay una peña, y dime si lo que vimos, no fue un sueño que embelesa…»


FOTO: Matito.

Álvaro Acevedo.-

     La tarde como un 'saltillo', amenazaba tormenta, pero se abrió el cielo azul, azul cielo de esta tierra. Se abrió con el paseíllo, con la Maestranza llena, se abrió porque toreaba José Antonio el de La Puebla. Llegó de los arrozales, de marismas ganaderas, negro azabache el bordado, y el vestío verde botella.

     En el callejón pendiente, la gente de Canorea: Santi Ellauri y Tornay, Joaquin Moeckel y hasta el César, el César de los Morancos, para ver al otro césar. En el tendido expectante, la religión morantesca, Acevedo y el Varona, Joselu La Macarena, González-Barba y Riaño, Bardón, Arrabal, poetas. Y en el cielo Anita Mari, y el loco de Juan Barrera, ¡ay qué pena mare mía, qué pena más grande y negra, no saber si desde el cielo viste al genio de La Puebla!

     Aquellos lances de capa, de muñecas rotas, muertas, de baile por bulerías, de seguiriya hecha media. Dime si los Gitanillos estaban en la barrera. Si estaba Antonio Gallardo, si cantaba la Paquera, si Cagancho y Albaicín, gitanos de pura cepa, le decían "bien" a Morante cuando remató con media. Dime si con Caracol no estaba Rafael Ortega.

Dime si no te fijaste, en aquella gran faena, horneada a fuego lento en la fragua de la arena. Dime si viste al torito, arrollando en la querencia, y a Morante muy sereno, fijándolo en la muleta. Cruzado entre los pitones, en la cuna de su cuerna, clavando las zapatillas y jugándose las piernas. Cada toque una caricia, cada pase una obra eterna, con la cintura juncal, y el mentón en la pechera. ¿No tocaba el de la banda para no manchar por fuera la música del toreo que callada siempre suena? Madre dime si en el cielo con su nombre hay una peña, y dime si lo que vimos, no fue un sueño que embelesa.

     Porque yo vi cante grande, en aquellas dos trincheras, en aquellos naturales que brotaban de sus venas. En aquel toreo de frente, según Sevilla chicuela, y en los redondos rondeños, y en la hondura trianera, y en el ayudado cumbre, y en trincherillas flamencas. Yo lo vi, lo vimos todos, y también entre barreras, al rey del valor y el arte, el martes de aquella Feria. Lo vio el sabio valenciano, que se estrelló con dos pencas, y lo vio el toricantano, Nazaré para más señas que con la suerte de espaldas se la jugó muy de veras. La espada en el primer toro, y luego un buey de carretas, quitaron a José Antonio las llaves de la Gran Puerta. Cruzó el ruedo maestrante entre palmas canasteras, entre gritos que decían, ¡Morante, así se torea! Y Morante respondía,
vengo pidiendo poetas…

*Álvaro Acevedo es periodista taurino sevillano de Cope-Sevilla, 6Toros6 y Cuadernos de Tauromaquia. / Crónica publicada en 6Toros6.

Comentarios disponibles:
Fecha: 2009-05-08 23:57:34 Autor: Veronica
Estimado señor Acevedo, le felicito por la extraordinaria sensibilidad que posee. MOrante es un grande del toreo y usted un grande del verso.

Fecha: 2009-05-08 19:09:46 Autor: fernando.
me ha encantado el poema es una auténtica preciosidad!!!!!!!!!………

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