El padre de Espartaco

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«…Si dicen que la perfección del amor es morir por amor, Antonio está dispuesto a morir por el toro. Yo sé que lo haría con gusto, porque no tiene ojos para otro animal, para otra vida. Es, en sí mismo, un toro reencarnado en persona. Por eso conoce los gestos, los movimientos, las reacciones del toro. Antonio es uno de los suyos. Y de los nuestros, porque sale a diario a cuidar su cuerpo con el ejercicio constante, y cultiva el saludo y la sonrisa en cada kilómetro de sus carreras…»


FOTO: Matito.

Víctor García Rayo.-

     Los surcos de su piel curtida y morena parecen pegarle pases al siglo y a los relojes. El pelo ondulado de su cabeza está a punto de escuchar el clarín cárdeno del paso del tiempo. Pero Antonio tiene una sonrisa eterna pegada al rostro, como si los músculos no pudieran adoptar otra posición. Es por el alma, por eso sonríe siempre. El padre de Espartaco tiene muchos motivos para ser feliz.

     Le estoy mirando a los ojos. Antonio conoce el hambre, y por eso tiene siempre apetito de felicidad. De obtenerla y de regalarla. Siento una admiración especial por un hombre tremendamente bueno, honrado, trabajador, torero… Sé que Espartaco tiene dentro el gozo completo de haber visto a su hijo en máxima figura del toreo. Lo merecían los dos. El que fue capaz y su padre, que alentó con el ejemplo la honradez de Juan Antonio. Yo creo firmemente en las manos de Espartaco, y en los ojos de su padre. Antonio, para mí, será siempre el padre de Espartaco. Pocas cosas en el mundo son más importantes.

     Si dicen que la perfección del amor es morir por amor, Antonio está dispuesto a morir por el toro. Yo sé que lo haría con gusto, porque no tiene ojos para otro animal, para otra vida. Es, en sí mismo, un toro reencarnado en persona. Por eso conoce los gestos, los movimientos, las reacciones del toro. Antonio es uno de los suyos. Y de los nuestros, porque sale a diario a cuidar su cuerpo con el ejercicio constante, y cultiva el saludo y la sonrisa en cada kilómetro de sus carreras. Sigue activo, encajado en las taleguillas de su tiempo, amando y regalando amor.

     El padre de Espartaco, como los músicos, no se retirará nunca. Porque tiene en el corazón la música del toreo. No la callada, sino las notas hermosas de una pasión que le sale por los poros. Es un hombre de piel curtida, de sonrisa eterna y de nobleza infinita. Por eso le quiero tanto. Por eso, como admiro las manos de su hijo, admiro sus ojos escondidos en los pliegues de una piel curtida por el tiempo y por el toro.

*Víctor García Rayo es periodista taurino sevillano de Sevilla TV y Punto Radio-Sevilla. / Publicado en ABC-Sevilla.

Comentarios disponibles:
Fecha: 2009-02-13 02:03:23 Autor: Francisco-Sevilla
Ojalá todos los taurinos tuvieran la misma honradez, respeto, humildad y saber estar y hacer que este buen hombre que se merece un buen homenaje de las gentes del toro, aunque sabemos todos que su mayor homenaje se lo ha dado, y con creces, su propio hijo Juan Antonio llegando a ser lo que él en juventud soñó y no alcanzó: ¡ser figura del toreo!

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