Se le ahogó la ilusión

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«…Quizás por esto es difícil de entender sus extrañas decisiones. Es lo fascinante de este torero: no poder prever nada, ni en la plaza ni fuera de ella, hasta que ya lo tenemos encima. Cualquier cosa podría esperarse de un Morante que transita por los caminos más apasionantes del toreo, pero también por las quebradas rectas de su compleja personalidad…»


FOTO: Matito.

Manuel Viera.-

     José Antonio Morante de nuevo ha dado rienda suelta a sus sentimientos, pero no para esculpir en el ruedo de una plaza de toros toda una obra llena de inspiración, sino para decir adiós a una temporada de triunfos e ilusionante para los públicos. Desde su resabio melancólico activó su imaginación, esta vez, para dejar a mucha gente sumida en la tristeza.

     Porque es triste que Morante deje de torear, ahora que al reconocimiento unánime a sus geniales e indiscutibles formas se le unía el populismo joven que le tiene como estandarte del arte en la tauromaquia actual. Pero Morante es un torero muy complejo. Artista inconstante, sensible, emotivo, y a veces distante. Esto le convierte en un creador absoluto de una tauromaquia genial, y capaz de alcanzar cotas que otros más metódicos, técnicos y accesibles jamás alcanzarán.

     Quizás por esto es difícil de entender sus extrañas decisiones. Es lo fascinante de este torero: no poder prever nada, ni en la plaza ni fuera de ella, hasta que ya lo tenemos encima. Cualquier cosa podría esperarse de un Morante que transita por los caminos más apasionantes del toreo, pero también por las quebradas rectas de su compleja personalidad.

     Morante encierra en su toreo todo deseo y toda tristeza. Como en la vida misma. Como si cada muletazo fuera un quejío inasible. Como si cada decisión tomada fuese un ramalazo de tristeza acompañada de un sentimiento que le ahoga la ilusión.

     Su toreo más bien parece la sentida expresión de un poeta, pero su vida discurre por unos parajes repletos de sensibilidad y sentimientos que le hacen tomar decisiones desconcertantes.

     Morante deja la temporada tras lograr tardes de ensueño. Tras la ruptura con Paula, demasiado sentida, pero quizás también necesaria. José Antonio deja de torear porque ha perdido la ilusión por vestir el traje de luces. Ni más, ni menos. Por las extrañas e incomprendidas circunstancias de un genio. O, con más precisión, porque así es Morante: sensible, pasional y fascinante.

     Que sea por poco tiempo, torero, aunque la ausencia en el ruedo de una plaza de toros nos parezca toda una eternidad.

*Manuel Viera es redactor y responsable de las crónicas taurinas de Sevilla Taurina, así como miembro del equipo del programa 'Toros y Punto', de Punto Radio Sevilla.

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