Maldito destino

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«…El destino, que mata ilusiones y tira a las escombreras los sueños eterno de quien de luces se viste, quiso una tarde de un día de feria en plaza de primera, que a un modesto torero, con sus deseos a cuesta, se le cruzara en su camino el milagro de la bravura. Y la casta, ausente en el ruedo muchas tardes de toros, esta vez fue pelea sin cuartel ante los engaños. Movilidad vibrante. Emoción en las embestidas. Nobleza y fijeza. Ir y venir con alegre galope. Bravura sin más…»


FOTO: TorosComunicacion.

Manuel Viera.-

     Llevan años y años esperando. Con las ilusiones intactas y la moral por las nubes. Seguros de sí mismos y convencidos de que tarde o temprano la oportunidad les llegue. Así sueñan y por ello luchan. Hoy, malviven tras el engañoso triunfo obtenido en una plaza de pueblo. Mañana, esperan que el éxito, con el que sueñan cada noche, sea conseguido en primerísima plaza de toros y les haga vivir para siempre. Es esta la repetida historia de los que deambulan por el escalafón de matadores a la espera de que el destino les ponga el día, la plaza importante y el toro de ensueño en su camino. Utopía generalizada para muchos y milagro para muy pocos.

     El destino, que mata ilusiones y tira a las escombreras los sueños eternos de quienes de luces se visten, quiso una tarde de un día de feria en plaza de primera, que a un modesto torero, con sus deseos a cuesta, se le cruzara en su camino el milagro de la bravura. Y la casta, ausente en el ruedo muchas tardes de toros, esta vez fue pelea sin cuartel ante los engaños. Movilidad vibrante. Emoción en las embestidas. Nobleza y fijeza. Ir y venir con alegre galope. Bravura sin más. Esa bravura deseada y casi agotada en la mayoría de las dehesas del campo bravo por complacer a los que mandan. A los que, de una u otra forma, mantienen el negocio pero no el espectáculo ávido de emociones.

     Y luce el toro su anatomía, su seriedad, su verdad… El toro bravo para el que sueña con él. Para el que quiere llegar. Le puede. Y le deja ver su nobleza y brava embestida. Y lo torea. Y los tendidos estallan. El triunfo en sus manos y la gloria  entre los dedos. Triunfo suficiente para dejar hecha toda una temporada. Para empezar a funcionar, para alcanzar metas y conseguir objetivos. Y… una espada que se niega a entrar una y otra vez hasta hacer interminable la suprema suerte.

     El buen torero, agotado y abatido estaba sin estar, tapado tras las tablas de un burladero observa incrédulo la vuelta en el arrastre de quien se le cruzó en el camino. Ya sabía que con el maldito destino y la deseada suerte se le iba para siempre el deseado tren de su vida.

*Manuel Viera es redactor y responsable de las crónicas taurinas de Sevilla Taurina, así como miembro del equipo del programa 'Toros y Punto', de Punto Radio Sevilla.

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