REAL MAESTRANZA - 13ª Feria de San Miguel

Diego Urdiales se puso a torear

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Extraordinario natural de Diego Urdiales al toro al que le ha cortado las dos orejas.

El diestro riojano Diego Urdiales le corta las dos orejas a un buen toro de Domingo Hernández, protagonizando una gran faena llena de autenticidad de toreo puro y clásico. Manzanares paseó un apéndice por una faena ‘aparente’. El sevillano Ángel Jiménez, sustituto del lesionado Pablo Aguado, ovacionado.

SEVILLA / Corrida de toros

TOROS: Se han lidiado toros de la ganadería de Domingo Hernández; el segundo lidiado con el hierro familiar de Garcigrande. Desiguales de presentación y juego. Muy complicado el primero; noble y con calidad en sus embestidas el segundo; de notable condición el tercero; noble y con clase el cuarto; manso y parado el quinto; manso y complicado el sexto.  
ESPADAS: –Diego Urdiales (de verde botella y azabache), silencio y dos orejas.
José María Manzanares (de azul marino y oro), oreja y ovación tras aviso.
Ángel Jiménez (de rosa palo y oro), que sustituía al lesionado Pablo Aguado, saludos y ovación.
CUADRILLAS:
Se desmonteraron tras parear José Chacón y Mambrú. Se despidió del toreo Juan Carlos Tirado, de la cuadrilla de Diego Urdiales.
INCIDENCIAS: Casi lleno, según el aforo permitido por restricciones Covid.

Manuel Viera.-

     Un sentimiento sublimado a través del toreo. De ahí la singularidad de una faena sutilmente trazada con verdadera pureza emotiva. Expresando el toreo con ese lenguaje de la naturalidad que ha ido forjándose a partir del hallazgo de una tauromaquia capaz de convencer sin recurrir a lo popular. Siempre habrá artesanos del toreo que, como Urdiales, se dejen el alma en reinterpretar las líneas maestras del clasicismo más puro.

     Diego ha logrado comunicar su toreo en la Maestranza a través de la pureza de unas formas en la que la belleza es una percepción que suma para emocionar. Un perfecto creador que se vació con el buen toro de Domingo Hernández, lidiado en cuarto lugar, aumentando la intensidad de una faena de buen nivel en la que la versión del natural fue claramente emocionante. Interpretación interiorizada, sentida, sobria y contenida. Un toreo de brillantez. Una lección de torería de quien hoy es sinónimo de verdad.

     Hubo sutileza y cadencia en la interpretación de la verónica, en el lento camino de un lance con ritmo y elegancia. Después, todo el sabor añejo de un concepto realmente clásico, muy auténtico, muy templado, carente de violencia, sin extravagancias y fruto de la naturalidad. Un toreo de derecha sin prisas, reposado, hilvanado y rematado, haciendo realidad todo lo que se le supone.

     Diego Urdiales se puso a torear con profundidad, con enorme lentitud y depurado argumento. La faena estalló con un redondo sin tiempo que hizo crujir la plaza. Los naturales fueron sacados de lo mejor de su tauromaquia. Dulzura en el trazo y arrebato en los detalles del toreo por bajo y la trinchera de lujo. El final, con el natural de frente y a pies juntos, aceleró la emoción de la gente en los tendidos. La perfecta estocada también sumó para la concesión de una segunda oreja que toda la plaza pidió con verdadero fervor.

     Sin embargo, nada fue igual con el primero de la tarde. Un zambombo con hechuras de buey que nadie se explica cómo fue seleccionado para lidiarse en la plaza de Sevilla. Un toro feo, de embestidas inciertas y muy complicado que le puso muy difícil la lidia al diestro riojano. Quiso poderle e incluso consiguió mandar en las complejas acometidas. De ello consiguió algún que otro muletazo diestro y un natural solemne. No pudo haber más. De un espadazo contrario lo tumbó.

     El toreo de Manzanares exhibe efervescencia, empaque y elegancia, nadie lo duda, pero no todo lo que hace es de apreciar. Sigue siendo notable en el aspecto expresivo y, casi siempre, rotundo con la espada, pero sus faenas no tienen el hondo calado de antaño. No es que estuviese mal con el segundo, lidiado con el hierro de Garcigrande, un toro noble y con notables embestidas, pero tampoco estuvo como merecía la calidad del animal. La lidia tuvo momentos de interés con el capote y templanza y ligazón con la muleta. Compás en el toreo al natural, pero el desajuste cada vez se hace más considerable. Ese toreo para afuera le hace tener categoría inferior. La contundente estocada recibiendo, aunque algo desprendida, dejó al toro para el arrastre. Y al público dispuesto para pedir el apéndice que la presidencia concedió.

     Al manso quinto poco le pudo hacer y lo que hizo estuvo falto de contenido. Y para colmo fue molestado por el viento a ráfagas cuando se disponía a torear con la derecha. En el intento de natural el toro se le paró. No hubo más. Porque el acero también se le atascó.

     Ángel Jiménez sustituyó a lesionado Pablo Aguado. Bien ganado lo tenía y justicia se hizo. Su toreo apunta a la esperanza que hoy, tras lo visto, sigue intacta. Gozó de un tercer toro de notables embestidas. Movió el capote con inusitado compás recreándose en los lances de recibo. El inició de faena fue ilusionante por el temple y la sensibilidad, unidos al buen gusto, con la que prologó una lidia de momentos y detalles. Unas formas de hacer que parecían cumplir los requisitos que el toreo reclama. Tuvo ligazón la primera serie templada con la derecha, para después bajar la intensidad con el natural. La faena no cogió altura y el resultado quedó por debajo de las intenciones. Un pinchazo precedió a la estocada.

     Y con el manso y complicado sexto se la jugó. Mostró un valor innegable y una actitud intachable. La espada la hundió hasta el final.


GALERÍA GRÁFICA (Pagés)


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