Enorme actuación del sevillano Pablo Aguado, que ha cuajado una actuación sensacional, de enorme calidad, que ha conmocionado a la Maestranza y marca el gran hito de la actual Feria de Abril. Cortó cuatro orejas y salió a hombros por la Puerta del Príncipe. Morante y Roca Rey pasearon un apéndice de sus toros de Jandilla.
SEVILLA / Corrida de toros
TOROS: Se han lidiado toros de la ganadería de Jandilla-Vegahermosa; aceptables de presentación y nobles. De embestida noble, aunque reponiendo por el pitón derecho, el primero; noble y flojo el segundo; con calidad en sus embestidas el tercero; tuvo clase en sus acometidas, aunque le faltó fondo, el cuarto; noble y algo soso el quinto; noble, con clase, aunque algo tardo, el sexto.
ESPADAS: –Morante de la Puebla (de caldera y azabache), silencio tras aviso y oreja tras aviso.
–Roca Rey (de lila y oro), oreja y saludos.
–Paco Aguado (de tabaco y oro), dos orejas y dos orejas.
CUADRILLAS: Saludaron en el segundo: Viruta y Paquito Algaba en banderillas, y Juan José Domínguez en la brega. En el último saludaron tras parear Iván García y Azuquita.
INCIDENCIAS: Tres cuartos de plaza. Plaza llena de ‘No hay billetes’.
Manuel Viera.-
No lo es, no es un torero cualquiera. No debe serlo analizando su concepto. En él se incluyen muchas cosas: la indudable calidad, la belleza intensa y perfilada, la claridad y transparencia, la naturalidad, la gracia, la torería… En cualquier caso, evoca el toreo de otras épocas. El toreo eterno. Fuentes de las que bebe cuando la inspiración llega, y en la que vuelca sus muchos y poderosos saberes.
El toreo de Pablo Aguado es, sin duda, de una pasmosa naturalidad. Posee la sensibilidad, la belleza y el refinamiento natural que el toreo requiere. Con ello logró dar vida a una lidia en toda su intensidad y en todo su desbordado apasionamiento. Con el natural, claro y transparente, hondo y poderoso, logró magistralmente que la emoción avanzase en oleadas arrastrando a la gente al delirio. Y con la derecha fue transcendental. Y así, entre la magia de un colosal capote y el misterio de una muleta sublime, culminó una grandiosa obra perfectamente resumida en la naturalidad y en la torería de los excelsos detalles. Derechazos hilvanados e infinitos parado el tiempo, y ese natural que, reposado, hondo y puro, rasgó el silencio para convertirse en voz de un universo de emociones.
La faena de Pablo Aguado al tercer toro de Jandilla, de enorme calidad en sus nobilísimas embestidas, se inscribió en la misma línea de ese clasicismo elegante y pulido que caracteriza las formas del sevillano. Lo hecho reveló una vena de sabiduría, más que notable, para resucitar el toreo. Y lo hizo y dijo pleno de emoción, provocando, además, un formidable impacto en los tendidos. Intensidad en la lidia y elegancia, cadencia, ritmo incisivo y verdad en cada uno de los trazos, ora con la derecha, ora con la izquierda, rigieron una forma de torear que entró por derecho propio en una gente que enloquecía con lo que veía. Después, fue factor decisivo la estocada. Perfecto volapié con el que redondeó la convincente obra.
Pero hubo más. El capote recorrió lentísimo el lance de la verónica. Y la media fue sensacional. Tanto dijo Pablo con el capote que Morante no dudo en replicar con el asombroso quite del ‘bú’. Ocurrió con el sexto, otro buen toro, algo tardo en la embestida, del interesante encierro que envió el ganadero de Vejer de la Frontera. Faena que se erigió en modelo de perfección. De espíritu fundamentalmente clásico. Una lidia que volvió a emocionar progresivamente por calidad y virtuosismo. Nueva obra que volvió a despertar el asombro y la admiración en toda la plaza. Con la espada culminó lo hecho. Algo tan apasionante, en uno y otro toro, para no olvidar en el tiempo.
En cualquier caso, se vivió una gran tarde de toros porque quien se ha instalado en apenas dos años en la cúspide del toreo actual, incidió también en crear atmósferas pasionales subrayadas por ese toreo valiente, luminoso y especial. Interpretaciones de la lidia a cargo de un torero de excepción. Roca Rey quiso ser valiente, que lo fue yéndose, en lentísimo y ceremonial paseo, al centro del ruedo para después arrodillarse delante de la puerta de chiqueros; riguroso, que lo pareció; y emocionante, que lo pretendió con tres largas cambiadas de rodillas en el tercio e igual número de faroles con los que puso los tendidos en pie. Después fue claramente emocionante con un toreo interiorizado, sentido y sobrio. Un toreo de mano derecha de gran brillantez y expresividad al noble y flojo segundo toro. Tras el estoconazo la oreja no se hizo esperar.
Con el noble quinto, de sosas embestidas, quiso mantener la calidad de su toreo en una faena de más intermitencia con la que superó alguna que otra dificultad en la lidia. El toreo diestro, hondo y de lento trazo, fue enriquecido con la inclusión de bellos remates de pecho. La espada se le obstruyó y pinchó.
Y Morante. Al diestro de La Puebla sólo se le vio su arte en la verónica. Y en momentos de interés presentes, sobre todo, en el aroma clásico de su muleta. Y en los detalles colmados de torería en los momentos finales de ambas lidias. Con el primero, noble de embestida incierta, se le atascó el descabello y el público no se decantó. Y con el cuarto salió dispuesto a echarle a la lidia altas dosis de valor. Decidido, echó las rodillas en tierra para templar con la derecha las primeras acometidas, para completar después una faena intermitente en la que hubo muletazos de calidad por ambos pitones. Entró decidido a matar, la gente eufórica pidió el trofeo, y el palco no lo dudó.
De todas formas, lo que se ha visto esta tarde en la Maestranza ha sido realmente extraordinario. Como un propio sueño convertido en realidad. Y es que lo sucedido durante la lidia de ambos toros de Pablo Aguado ha sido todo un acontecimiento que habrá de quedar para siempre en la memoria de quienes lo vimos.
AL NATURAL
La calidad del arte de torear
Francisco Mateos.-
El toreo desnudo. El toreo de verdad. Sin artificios, ni postureo, ni pamplinas ni milongas. Torear. Lo del sevillano Pablo Aguado en el tercero es lo mejor que he visto en el toreo en los últimos tres o cuatro años. No cabe hacer tan fácil algo tan difícil: to-re-ar. Hacer simple lo que es tan complejo. Qué forma de adormecer las embestidas de ese buen ‘jandilla’ en el capote de Aguado. Qué ritmo, qué calidad de toreo. Pies asentados, sin estar la figura forzada. Todo surge con naturalidad. El toreo de capote, cada lance, era una declaración visual del arte de torear.
Recordó a muchos toreros sevillanos. Yo ví a Curro en ciertos pasajes de la monumental faena de muleta. Ví también a Morante -desnudo de artificios- en algunos momentos. En definitiva, Pablo Aguado ha resumido hoy el arte del toreo según Sevilla. El terremoto que ha vivido la Maestranza ha sido increíble. Qué forma de rugir, de levantarse los aficionados, de gargantas quebradas. Pablo Aguado ha roto la Feria; completamente. Pero lo importante es que la ha roto en calidad extrema. Comentaba en la plaza al acabar la faena que son de esas actuaciones tan de verdad, tan natural, tan suelto, sin nada forzado, tan medida en el tiempo, que cuando la volvamos a ver en video los que en la plaza la vimos en directo, volverá a emocionarnos igualmente. Porque el toreo, cuando se hace de verdad y con naturalidad -y si se tiene la calidad de Pablo Aguado, por supuesto-, es una obra de arte que, se contemple desde el ángulo que se contemple, seguirá siendo eso: arte.
GALERÍA GRÁFICA (Pagés)
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