REAL MAESTRANZA - 5ª Feria de Abril

La casta, el ‘quid’ de la cuestión

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2008
Antonio Ferrera.

El diestro extremeño Antonio Ferrera ha cortado una oreja en la interesante corrida de los toros de Victorino Martín. Emilio de Justo, tras malograr con la espada una notable faena al tercer astado, fue ovacionado. También saludó tras la ovación en su primer toro el sevillano Manuel Escribano. Corrida bien presentada y de juego encastado.


SEVILLA / Corrida de toros

TOROS: Se han lidiado toros de la ganadería de Victorino Martín; bien presentados y encastados. Complicado por tobillero, el primero; orientado y con peligro el segundo; encastado y venido a menos el tercero; noble y bravo el cuarto; parado con un punto de nobleza el quinto; complicado el sexto.
ESPADAS:Antonio Ferrera (de grana y oro), saludos y una oreja
Manuel Escribano (de gris plomo y oro), saludos tras aviso y palmas.
Emilio de Justo (de negro y oro), saludos tras aviso y saludos tras aviso.
CUADRILLAS: Saludaron en banderillas Fernando Sánchez y Javier Valdeoro.
INCIDENCIAS: Plaza casi llena.


Manuel Viera.-

     La casta. El ‘quid’ de la cuestión. Toros así mantienen la tensión del espectador, crean expectación y acaban por provocar la emoción. Los ‘victorinos’ de Las Tiesas han mantenido el largo metraje de la tarde en permanente interés. Casi tres horas de corrida y nadie bostezó. Algo pasó.

     Pasó que un complicado, por encastado, toro de Victorino Martín -lidiado en tercer lugar- ofreció al debutante Emilio de Justo la posibilidad de torear. De su muleta surgieron muletazos dibujados con la derecha que se perfilaban como fuente de una expresión tan emotiva como sublime. Fueron no muchos, pero los suficientes para convertirse posiblemente en lo mejor de la tarde. Y así continuó el torero de Cáceres, mostrando determinados aspectos de su tauromaquia con verdadera maestría. Una forma de torear con sabor. Una lidia basada en la templanza y hondura natural convertida de inmediato en incuestionable atractivo emocional.

     Temple, profundidad y ligazón en una serie diestra sensacional. Siendo cada uno de los trazos singularmente depurado y embaucador. Toda una versión de toreo clásico, hecho todo muy despacio, en una faena verdaderamente brillante. Incluso tres seductores naturales adquirieron de inmediato la categoría de magistrales. Cites de frente con la izquierda, trincherillas y de pechos epilogaron una obra de oreja malograda incompresiblemente con la espada.

     También pasó que, Emilio, le imprimió cadencia y ritmo a la verónica al recibir las primeras acometidas del sexto, que, después, empujó con bravura el peto del caballo, donde dejó la fuerza de la embestida. Así que el cacereño le echó ganas, técnica y ambición hasta conseguir de un toro de cortísimo recorrido un epílogo donde la hondura del natural vino a ser como el cielo después de haber visto el infierno. Tras la estocada le volvieron a ovacionar.

     Antonio Ferrera colmó sus deseos cortándole la oreja al encastado cuarto, un buen toro que apretó con bravura en varas y transmitió emoción durante la lidia de muleta. El extremeño, nacido en Ibiza, bajó la mano diestra, arrastró la muleta y trazó el pase con un punto de ligereza que se hizo notar. Sin embargo, tuvo más ritmo incisivo el natural. Un toreo de izquierda que entró por derecho propio en una gente que, tras hundir la espada, pidió el apéndice que el palco concedió.

     Demasiadas complicaciones y evidente peligro acusó el primero. Un bonito cárdeno, aplaudido de salida, que después no quiso embestir y buscar sólo los tobillos del torero con verdadera saña. Claridad de ideas e intensidad en la lidia es lo que pudo mostrar Ferrera durante una faena porfiona, en continuo peligro, y sin nada a cambio. Pinchó antes de introducir el acero.

     Nadie pone en duda la actitud de Manuel Escribano cada vez que se viste de torero. La ambición por el triunfo. Triunfo que, en esta ocasión, buscó y no encontró. Y en su intento de manejar los hilos de su concepto se fue dos veces a hincarse de rodillas delante de chiqueros; la segunda de eterna y angustiosa espera. Se la jugó en banderillas con desigual resultado en sus dos toros. Y a punto estuvo de resultar herido cuando intentaba poderle a las peligrosas acometidas del tercero, un toro con los problemas de la casta que pedía una lidia más allá de derechazos y naturales imposibles. Fueron muchos los intentos, pero nada lo conseguido. Y para colmo, lo pinchó.

     Sin embargo, fue el sexto otro buen toro con un punto de nobleza, aunque quizá con menos ‘motor’ que el corrido en cuarto lugar. Escribano lo toreó con el capote tras la portagayola con vibrantes lances, le clavó banderillas con desigual fortuna, e incluso logró con la diestra templar la alegre embestida, ligar y rematar con los de pecho, pero todo se fue difuminando para quedar en nada. Tras la estocada se escucharon palmas entre algunos pititos.


GALERÍA GRÁFICA (Pagés)


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