García Navarrete, novillero de Jaén, ha sido el único de la terna que ha logrado sacar provecho de la descastada novillada del hierro de López Gibaja. Carlos Ochoa y el sevillano Daniel de la Fuente, que toreaba como premio al triunfador de las de promoción del año pasado, de vacío.
SEVILLA / Novillada con picadores
NOVILLOS: Se han lidiado novillos de la ganadería de Antonio López Gibaja, aceptables de presentación, nobles, sosos y descastados. Sin clase en sus acometidas el primero; repetidor sin estilo el segundo; noble, de buen pitón izquierdo, el tercero; manso y descastado el cuarto; descastado y sin humillar el quinto; y complicado el sexto.
NOVILLEROS: -García Navarrete (de celeste y oro), saludos y oreja.
–Carlos Ochoa (de rosa palo y oro), saludos y silencio.
–Daniel de la Fuente (de tabaco y oro), vuelta al ruedo tras aviso y saludos.
INCIDENCIAS: Media plaza.
Manuel Viera.-
A base de dejarle el engaño siempre delante de la cara consiguió lo que pretendía, que el novillo no se le fuera de la tela. Y, además, dejó patente su buen hacer para darle credibilidad a un concepto con el que denotó la calidad clásica de las formas. Un toreo bien definido y con el añadido de una técnica muy bien empleada. Es cierto que la faena al manso y descastado, aunque repetidor, cuarto tuvo sus altibajos. Que las cambiantes embestidas provocaron una intermitencia no deseada. Pero García Navarrete supo encontrar la manera de dejar la muestra de un toreo bien definido.
Toreó con la izquierda despacio, aunque con esa habitual tendencia, que casi todos muestran, de desplazar embestidas para afuera. El jienense, además, supo hilvanar en los medios notables muletazos diestros, para acabar genuflexo con la izquierda antes de dejar hundido el acero. Le pidieron la oreja que el palco bien tuvo en conceder.
Al primero, noble, aunque de sosas embestidas sin humillar, lo toreó suave con la diestra en un prólogo esperanzador que se diluyó, después, en vanos intentos sin pizca de emotividad. Pinchó antes de introducir la espada y, tras el arrastre, decidió por su cuenta salir al tercio a saludar.
Carlos Ochoa es torero de buen gusto, y posee elegancia en unas formas tan interesantes como expresivas. Así lo quiso hacer con el segundo, un utrero que repitió en los engaños con escasa clase y sobrado de nobleza. Lo mejor lo hizo con la izquierda para trazar el natural de mano baja con el que supo imprimir a su toreo sencillez y precisión. Vino a menos el toreo diestro y también se le atascaron los aceros.
Tampoco humilló el descastado quinto. El madrileño le obligó bajándole la mano pero no hubo maneras de argumentar faena. Ni con la izquierda ni con la derecha. A la defensiva acabó el utrero, al que pinchó y tumbó de una estocada.
Daniel de la Fuente debutó con picadores como premio al ganador de la última edición de novilladas de promoción en esta plaza. Y lo hizo con dignidad. E incluso toreó despacio, ligado y con mucho gusto al tercero, el mejor utrero de la descastada novillada de Antonio López Gibaja. La dulzura del trazo fue lo más relevante de una faena en la que encontró la manera ideal para hacerlo al natural. Fueron sólo tres, hondos, hilvanados y rematados con el obligado de pecho, con los que quiso reivindicarse bien secundado por un público que lo supo entender de inmediato. Tras matar mal, su gente le obligó a dar la vuelta al ruedo.
El sexto ni humilló ni tuvo clase en sus acometidas. Le enganchó las telas con mal estilo y todo quedó en nula porfía. Tras pinchar y descabellar le ovacionaron los intentos de agradar.
AL QUITE
Las novilladas ‘are different’
Antonio Girol.-
Que el público que asiste a las novilladas de abono dista bastante del que acude a La Maestranza en la Feria de Abril es notorio. Pero quizás en el festejo de hoy jueves es cuando más se ha podido evidenciar. Es normal que los novilleros traigan su propia ‘claqué’. De hecho, diría que es hasta legítimo. Y en estos convulsos tiempos que vive el toreo, hasta de agradecer. Hoy mismo lo hemos comprobado con los que vinieron de Vilches (Jaén) a apoyar a García Navarrete. Por el ruido que hicieron durante las faenas del novillero jienense y la insistencia en pedir la oreja del cuarto, que concedió la presidencia, estimo que por lo menos un par de autobuses recorrieron los cerca de trescientos kilómetros que separan ambas ciudades. Y también, con los que hicieron un trayecto más corto desde La Puebla del Río para apoyar a Daniel de la Fuente, a quienes en este caso no les echó cuenta doña Ana en su petición de oreja para el debutante.
Lo que no es normal en La Maestranza es que un tipo dé el cante hasta en dos ocasiones arrancándose por ‘soleares’ mientras se torea como si en lugar de estar en el coso del Baratillo estuviese en una Monumental de Chapa de esas que en breve empezarán a colocarse por los distintos pueblos de la geografía taurina para glorificar ferias y fiestas. Hasta en dos ocasiones se arrancó el susodicho. La primera la acalló el maestro Pepín Tristán mandando atacar con un pasodoble, lo que no impidió que el cantaor continuase con su ‘actuación’ para sorpresa del respetable. Y la otra fue el propio público el que le pitó para que se callase.
El tercer hecho diferencial tuvo como protagonistas a una bandada de ‘chinos’. Permítanme el entrecomillado porque lo mismo eran coreanos (del sur, se entiende) o vietnamitas, o pueden que japoneses. Llegaron en el entreacto del segundo al tercer novillo. Con la uniformidad que les caracteriza. Como si de repente, a su paso por el Guadalquivir, hubiese atracado un barco y los hubiesen reorientado hacia la plaza. Con sus entradas en la mano buscaron, preceptivamente, su correspondiente fila y asiento, y se ubicaron para ver al novillero debutante. En cuanto salió el novillo al albero desenfundaron sus teléfonos móviles y grabaron a antojo cuanto pasaba en el ruedo. Me detengo en este punto porque me llamó la atención, no el que grabaran, sino que a mí al llegar a la plaza y entrar por la misma puerta que ellos me registraron la bolsa por si llevaba cámara, con la advertencia del ‘segurata’ de que estaba prohibido grabar. Se ve que a la hora que ellos arribaron a la plaza el celo de la seguridad había menguado.
La marea amarilla (entiéndase el apelativo sin ningún tono peyorativo) aguantó en sus asientos lo que tardó De la Fuente en finiquitar a ‘Sospechoso’, que así se llamaba el de López Gibaja. No había aparecido aún el tiro de mulillas por la puerta de arrastre cuando se levantaron con precisión de trabajadera de Paso de Palio y, tal como habían llegado, o sea, sin ruido, se marcharon del tendido. Imagino que el tour operador estaría esperándoles con cierto apremio para llevarlos a algún tablao flamenco y de ese modo completar el recorrido ‘typical Spanish’ que tuviesen contratado.
Pero aún faltaba la guinda del pastel. Y esta llegó en el sexto, cuando un ‘despistado’ solicitó, voz en grito, música. Sí, sí, tal como lo leen. Solo faltó que acompañase su extemporánea petición de unas palmitas por tanguillos. Lo que a buen seguro hubiese provocado que el del cante se arrancase por alegrías de Cádiz. Una pena.
GALERÍA GRÁFICA (Pagés)