El Cordobés y Juan José Padilla han cortado dos y tres orejas respectivamente esta tarde en la corrida mixta de la Feria de Utrera y han salido por la puerta grande de la plaza de La Mulata. Curro Durán, que ha realizado el toreo más puro de la tarde, ha paseado un apéndice en su presentación ante sus paisanos.
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Manuel Viera.-
Pisar por primera vez el ruedo de su plaza fue enfrentarse a la felicidad. De sentir algo único y especial. Algo soñado y esperado pacientemente hasta la hora de inicio. Su cara reflejaba confianza en la intimidad del paseíllo. Había mucho que hacer y que decir en esos instantes fugaces por los que ha de pasar la bravura. Y allí, en el centro del ruedo, mostró firmeza y derramó torería. Se la jugó con el complicado tercero y arrastró la franela y prendió al sexto con infinita cadencia. Un toreo para ilusionar el de este sevillano de dinastía torera que recordará para siempre a su gente entregada, y una puerta –grande- que le cerró un inexperto descabello.
Ningún alma sensible permaneció ajena al revelador concepto de este nuevo Curro Durán. La elegancia, el clasicismo, la obsesión por el temple y la ligazón, ilustraron unas formas que, aún bisoñas, invitan a la esperanza.
Faena profunda, bien dicha, templada, a veces e intensa al sexto de Torrestrella, un bonito jabonero de notable calidad y escaso fondo, resaltando la demostración del pase diestro, profundo y rematado, dibujado con una emotividad y sentimiento no común en estos que empiezan, algún natural excelso y un descabello, ineficaz e inoportuno, que le cerró una puerta grande soñada y merecida. La seguridad con la que se impuso a las dificultades del tercero fue obvia y sin resquicio para la duda, yendo a la búsqueda del triunfo seguro. Faena de insólita solvencia con ambas manos que sumó para sacar ese billete de ida y largo recorrido que le lleve a su objetivo. Se entregó en la estocada de la que salió prendido de mala manera.
La versión anodina de un toreo sin emoción corrió a cargo de El Cordobés. Y no se trata de despreciar las formas de un torero de descarnado estilo y amante de la provocación que, a veces brutal, a veces tierno, siempre consigue no dejar indiferente a nadie. Sin embargo, hoy, abúlico y a disgusto por el molesto viento, ni siquiera lo consiguió con el noble primero de Salvador Domecq. Toreó al cuarto a base de retales en los que se entremezclaron pases desajustados de escaso temple, con algún que otro bien trazado. Poca cosa en quien ni siquiera sacó a relucir su ‘toreo’ de transmisión.
Y Padilla volvió a convertir su fuerza en toreo inundando la plaza de alegría. Un toreo, atractivo para muchos, trazado con aparente facilidad y total entrega. Resolvió la tarde con frescura y desparpajo en dos faenas de esas que ilustran el valor de un torero que, revalorizado en su justa medida, muestra una lidia que recrea el ingrediente emocional. Un toreo que hace honor a su personalidad.
GALERÍA GRÁFICA |
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