«…parece que propiedad y empresa viven en otros tiempos. No se entiende si no ese afán de hacer caja y no gastar un céntimo, que una plaza de primera siga anclada en la famosa «pizarra» que de vez en cuando sale de paseo por el callejón, ni que no haya pasillos en gradas para que los espectadores puedan acceder a su localidad sin pisotear a unos pocos vecinos, ni que los asientos tengan menos anchura que una almohadilla. Los toros son un espectáculo caro, al aire libre, pero eso no exime a nadie de pensar en el cliente. Y no lo hacen…»
Mario Juárez (burladero.com).- La empresa de Sevilla, comandada por Eduardo Canorea y Ramón Valencia, ha llevado, con el permiso de los maestrantes, el conservadurismo a límites prehistóricos. En una época en la que el toreo goza de buena salud, en la que es necesario apostar, los empresarios de Sevilla, que siempre será Sevilla, han marrado. La Feria de Abril que concluyó el domingo ha sido la peor de los últimos años. Comparada con la de 2007, un auténtico fracaso. Y mucha culpa de ello la tienen los planteamientos iniciales y el desarrollo posterior. Ni Canorea, ni Valencia, ni los maestrantes tienen culpa de la lluvia. Sí de las soluciones para evitar que unos días de agua no chafen una fiesta en la que se posan muchos ojos. Claro, que viendo el vomitivo cartel con el que los maestrantes decidieron 'promocionar' la temporada sevillana, era muy difícil que las cosas saliesen bien. Una cosa es el vanguardismo y otra dar armas al enemigo. Y el cartel lo era en toda regla. Una cosa son los genios y otra el mal gusto. Lo bueno del lamentable cartel de Barceló es que en 2009 no se podrá hacer peor. Ni más daño. Será una buena noticia. Lo mismo piensan a largo plazo, que se llama ahora… Sin embargo, parece que propiedad y empresa viven en otros tiempos. No se entiende si no ese afán de hacer caja y no gastar un céntimo, que una plaza de primera siga anclada en la famosa 'pizarra' que de vez en cuando sale de paseo por el callejón, ni que no haya pasillos en gradas para que los espectadores puedan acceder a su localidad sin pisotear a unos pocos vecinos, ni que los asientos tengan menos anchura que una almohadilla. Los toros son un espectáculo caro, al aire libre, pero eso no exime a nadie de pensar en el cliente. Y no lo hacen. Con todo, la Feria de Abril quedó marcada por el agua. Y de qué manera. Las suspensiones rompieron la feria de golpe. Se entiende la suspensión del martes. Llovía desde el lunes a la noche y llovió hasta el miércoles a mediodía. Era lógico. No así la del miércoles. Sobre todo cuando dejó de llover a las dos y media de la tarde. Cuatro horas era tiempo suficiente para arreglar aquello. Con buena voluntad e intención de celebrar el espectáculo, se entiende. Sin lona, sin camiones trabajando y sin interés por dar la corrida, no hay nada. Uno piensa cada vez más que ni empresa ni propiedad son aficionados. ¿No querían ver a Morante en su segunda tarde, después de los detalles del domingo? ¿Ni comprobar el momento de madurez de El Juli? ¿Ni ver si Manzanares abría definitivamente la Puerta del Príncipe que acarició los dos días previos? El del miércoles 9 era, seguramente, el cartel más caro de la Feria. Por honorarios y por derechos de imagen. Y se lo dejaron ir. Uno no quiere ser mal pensado, pero le obligan. Sobre todo cuando al día siguiente, con un cartel de mucho menor presupuesto, pusieron a trabajar a destajo a camiones y operarios para darlo sí o sí. Luego queda la sospecha de que se prefirió el seguro al toreo. ¿De aficionados? Sin embargo, el agua y las suspensiones no fueron los únicos protagonistas. Falló, de forma calamitosa, el ganado. Primero por su selección. Hubo mucho toro impropio de Sevilla, coronado con esa vergonzosa 'juampedrada' del lunes de farolillos. Nunca debieron reseñarlo, ni embarcarlo, ni anunciarlo, ni engañar a sus clientes haciéndole pasar por corrida de toros un esperpento bochornoso. No sólo fallaron los toros reseñados. Fallaron las ganaderías seleccionadas. Y ese experimento de anunciar tres corridas de Juan Pedro. No es la ganadería que en mejor momento está, precisamente. La argucia de anunciar varios 'platos de jamón' no fue sino coartada para evitar hablar de presupuestos. Y terminar explicando que en Sevilla han faltado las ganaderías que destacaron en 2007. Por unanimidad, Núñez del Cuvillo, Fuente Ymbro, Jandilla, Victoriano del Río e, incluso, El Pilar. Ninguna estuvo en Sevilla. Seguramente, todas más caras que ese jamón 3×2 rancio y de supermercado malo. Fallaron también los toreros respaldados por la empresa. En Sevilla es norma que sus abonados tengan que ver anunciados a los toreros apoderados p r sobrinos y amigos de la empresa. Este año tocó El Capea y Javier Conde. Dos de los que peor parados salen de Sevilla. Se pudo tratar mucho mejor a otros toreros. A Pepín Liria en su despedida, sin más. O a Daniel Luque, valor sevillano que, por la lluvia, quedó inédito. Al final, las cosas salieron como estaban planteadas. Tampoco fue una sorpresa. Entre la puñalada al mal gusto, la poca afición y la búsqueda de la rentabilidad hasta límites insospechados, Sevilla quedó convertida en un esperpento de difícil arreglo. Urge pensar en ello. En la plaza, en los aficionados y en el toreo. Por lo pronto, este año les han dado los tres avisos y el toro al corral. Aunque ahí tenemos otro problema. A estas horas, todavía continúan dando vueltas por el ruedo… (Mario Juárez es periodista taurino, director de burladero.com) OTROS ARTÍCULOS DE OPINIÓN:
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