Real Maestranza – 4ª de la Feria de Abril, Lunes 31 de Marzo de 2008
La descastada corrida de los Herederos de Celestino de Cuadri no ha dado opción a una terna que vio cómo cada uno de sus toros se paraba en las respectivas faenas de muleta. Con enorme voluntad anduvo Sánchez Vara con su lote. Discreto y mermado de facultades Iván García. Y decidido y valiente Fernando Cruz, que fue ovacionado en cada uno de sus toros.
Manuel Viera.- No es de recibo que toros con tan buenas hechuras, serios y de enorme anatomía, se pararan, todos por igual, nada más iniciarse el intento de faena. Una birria de corrida por su descastado comportamiento. Despistaban los 'Cuadri' en los lances de capa. Acudían prestos al capote. Se entregaban, unos más y otros menos, en el caballo. Pero llegaban agotados a la tela roja. Les faltó casta y le sobró sosería. Sólo el tercero, por su complicada agresividad, destacó de una corrida que no pasará a la historia de la ganadería onubense. Fernando Cruz demostró con este complicado y peligroso tercero que sigue siendo un torero de valor. Tras el brindis al público y al cielo, caminó despacio hacia la fiera, cargado de seguridad y con la muleta en la diestra, para no dejar de rozar los quitamiedos de un toreo que acojona. Porque nada más producirse el cite a derecha el serio toro le avisó de sus malas intenciones con un certero pitonazo al pecho. Muy compenetrado y directo, transmitió valor y enorme firmeza en los trazos diestros y algún que otro pase natural, que lo define como un torero pasional y decidido en transmitir unas formas de gran intensidad. Pero aquella peligrosa mole no pasaba, se quedaba a mitad de camino y con peligrosos derrotes. Con gran voluntad reafirmó, Cruz, en cada muletazo su ambición y ganas de triunfo. No pudo ser. Con una estocada, que resultó tendida, finiquitó un trasteo valiente y digno. Con el sexto, sin demasiada fuerza y embestidas muy sosas, anduvo el madrileño con el mismo afán por conseguir un trasteo que no llegó a coger altura. Algunos muletazos diestros tuvieron temple, y otros de mano zurda los estiró largos, aunque sin conseguir dos ligados. Mató mal, y al igual que con su primero fue ovacionado. El arranque de la tarde no supuso ninguna sorpresa con este luchador que quería aprovechar al máximo la gran oportunidad de verse anunciado en la Maestranza de Sevilla. Sánchez Vara no consiguió destacar con la faena al noble y parado primer toro de la tarde, demostrar ese estilo de toreo templado y bien definido que deseaba exponer en tan emblemático coso. Ni con la derecha ni con la izquierda le pudo trazar más de dos pases seguidos a un toro que le iba con la cara por las nubes y se quedaba al inicio del muletazo. Voluntad, mucha voluntad también con las banderillas que compartió con Iván García, y nada más. Tras la estocada fue silenciado. El cuarto apretó en el caballo con mal estilo y dejó que Sánchez Vara estuviera mejor con los palos, incluso tuvo atractivo los doblones genuflexo de inicio de faena. Y le pudo a la vibrante embestida con algún muletazo diestro de trazo lento. Siguió después derrochando esfuerzo aunque sin conseguir mantener el nivel del trasteo. Se paró el toro y se diluyó una faena que se quedó en el intento. La buena estocada le sirvió también para recibir la ovación desde el tercio. Iván García reaparecía tras siete meses de convalecencia debido a una grave cornada. No estaba al cien por cien. Ni siquiera al cincuenta por cien. No es el caso de negarle tan importante compromiso en la Maestranza. Difícil era qué le sonara la flauta. Y no le sonó. Ni con las banderillas -no lo debió de hacer- ni con las telas. Su primer toro, como todos, se le paró en la muleta y sólo pudo dibujar aislados pases diestros. Y con el quinto, sin ninguna calidad en sus escasas embestidas, anduvo templando en los inicios y se arrimó a la desesperada en el final del trasteo. En ambos fue silenciado. NOTICIAS RELACIONADAS:
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VER GALERIA COMPLETA | VOLVER A TEMPORADA Los aficionados, hombres de fe Francisco Mateos.- Si tener fe es creer en lo que no vemos, los aficionados somos los mayores creyentes de este planeta. No cabe mayor perseverancia en una misma fe. Cada día asistimos a la plaza bajo el convencimiento de querer ver un espectáculo único, irrepetible, la belleza estética aplicada a la técnica de unos toreros valientes para sortear las embestidas bravas de seis toros. "¿Bravas? ¿Ha dicho usted bravura? ¡¡Blasfemo!!" Ahí está el fondo de la cuestión. Queremos ver la bravura cada tarde cuando la realidad es bien distinta. Queremos autoconvencernos de ello. Pero la realidad, más allá de esa bendita profesión de fe de los aficionados, nos demuestra que una cosa son los credos y otra bien distinta la palpable falta de casta generalizada. Ya nos gustaría haber visto seis toros de Cuadri embestir bravos al caballo, moverse con recorrido y sin descanso a la muleta del torero, y vender cara su muerte. Pero qué cosa más distinta es la realidad. Fachada y sólo fachada. Toros bonitos de hechuras, lustrosos y hondos, que sólo encierran descastamiento en su interior. Nos hemos convertido en auténticos apóstoles de un legado que se nos desmorona ante nuestros ojos demasiadas tardes. Cada día, eso sí, acudimos a la plaza con la esperanza de la venida de un 'salvador' que nos redima de tantos pecados veniales y capitales del toreo. Nuestra larga penitencia por hacer realidad en las plazas de toros la venida de la verdadera tauromaquia parece no tener fin. La religión taurina nos ha cautivado definitivamente y en ella depositamos nuestras esperanzas cada tarde. Y a pesar de que a diario intentamos expiar nuestros pecados con la flagelación de un espectáculo que apenas emociona, somos perseverantes en nuestra fe, renovamos nuestros votos de fidelidad al dios toro y a la tarde siguiente de nuevo cumplimos con los mandamientos de la liturgia de un nuevo festejo taurino. ¿Habrá también resurrección en esta bendita religión? |
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