DESDE EL BARRIO

Se acabó la guerra fría

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Morante.
Morante.

«… las ‘ostentóreas’ declaraciones que Canorea hizo hace unos días cuando ‘echó de comer’ a la prensa sevillana ha sorprendido a la opinión pública del toreo. Sin presión pública evidente en la propia ciudad de Sevilla y con una prensa tan entregada y servicial a la causa chauvinista, es difícil que la Maestranza se dé por aludida…»

Paco Aguado.-

     Y, de momento sólo con declaraciones y amenazas, comienza ya una lucha declarada entre empresas y figuras del toreo. Como sabrán, la bomba informativa, que decía el famoso ‘Butanito’, estalló la semana pasada con un breve comunicado, en el que cinco toreros de la primera fila –El Juli, Morante, Manzanares, Talavante y Perera– manifestaban su negativa a torear en Sevilla mientras figuren al frente de la gerencia del coso los actuales representantes de la empresa Pagés, es decir, Eduardo Canorea y su cuñado Ramón Valencia.

     La noticia, repentina y sin otra aparente justificación que las ‘ostentóreas’ declaraciones que Canorea hizo hace unos días cuando ‘echó de comer’ a la prensa sevillana, ha sorprendido a la opinión pública del toreo. Y sobre todo a esa inmensa mayoría a la que no ha trascendido la larvada guerra fría que, con gran tensión acumulada, figuras y empresas llevan manteniendo prácticamente desde que comenzó la crisis económica en España. Pero en los ambientes más cerrados del toreo eran bien sabidos los constantes intentos de algunos grandes empresarios, y entre ellos los de Sevilla, por hacer un frente común con sus compañeros de ANOET para frenar, o incluso vetar en sus plazas, a las figuras de mayor caché.

     No en vano, en ese nuevo y extraño concepto empresarial de considerar al torero generador de ilusiones como su principal enemigo, José Tomás o El Juli, sus más señaladas bestias negras, son considerados por las empresas como un ‘mal ejemplo’ para un resto del escalafón demasiado domesticado o resignado al ya casi generalizado salario mínimo. Es así como, sin equivocarse con el G-10, sin darle tres cuartos al pregonero y sin que muchos hayan acabado aún de enterarse, el mismo José Tomás hace varios años que tomó la decisión de hacer la guerra por su cuenta y, pese a los engañosos y anuales rumores de negociaciones, decidió ser él quien ‘boicoteara’ a determinados empresarios para hacerles pagar unas intrigas de las que ha sido absolutamente conocedor.

     Y ya no ha habido vuelta atrás por mucho que se le hayan hecho llegar desesperadas peticiones de perdón de esos mismos que le quisieron buscar las vueltas de manera torticera.

     Aun así, no se puede negar a las empresas su parte de razón en el asunto, un fondo de sensatez que, en cambio, no muestran tan combativamente contra sus abusivos arrendadores, como son los propios maestrantes sevillanos. Una razón que no estriba tanto en esa brutal reducción de salarios y de puestos de trabajo que hace tiempo que persiguen, sino en la necesidad de una bajada de gastos, que pasa por ajustar a la realidad los cachés de unas pocas figuras, probablemente demasiado abultados en comparación con su verdadero tirón popular. Y es reconociendo la situación por donde debe comenzar el diálogo pausado.

     Pero ese diálogo fluido que la Fiesta necesita para su actualización ya tarda en llegar más de la cuenta, ahuyentado ahora por las groseras o torpes declaraciones que unos y otros lanzan al vacío una vez que han visto fracasado el juego subterráneo. Pero esas voces, paradójicamente, pueden ser el inicio de la balsámica catarsis previa a la negociación calmada.

     Y en eso estamos. La guerra ha estallado por fin de cara al público y, aunque afortunadamente son ya algunas cartas las que empiezan a verse encima de la mesa, todavía no se han dejado de lado esas formas castizas y bizarras, a veces tan ruines, otras tan casposas, que han lastrado durante décadas la evolución de la propia Fiesta de los toros. Porque si no son de recibo las despectivas manifestaciones de Canorea, tampoco lo es ese comunicado electrónico casi clandestino, tan escueto y mal redactado, como improvisado por un ‘tuitero’ emboscado, con que estas cinco figuras informaron al mundo de una decisión tan rotunda y determinante.

    Tan mal han gestionado la comunicación que el hecho palpable es que la noticia apenas ha trascendido más allá de los estrechos límites del taurinismo, dejando en evidencia una vez más esa sempiterna falta de visión exterior, o más bien podríamos decir complejo de inferioridad, que el toreo tiene con respecto al resto de la sociedad. Qué buena ocasión han desaprovechado estas figuras de organizar una multitudinaria y llamativa rueda de prensa con su quintuple presencia –dando la cara en directo y no con un plasma, como Rajoy– a la que se hubiera convocado también a la prensa generalista y en la que podrían haber dado explicaciones y argumentos para castigar duramente –si era lo que pretendían- a la empresa de Sevilla y, de paso, lanzar también un contundente mensaje al resto de la patronal.

     Pero estos cinco toreros –sin encomendarse siquiera a algunos de sus capacitados jefes de prensa– han optado por el arrebato de esta otra vía estrecha y corta que, como efecto, más que repercusión ha generado confusión. Hasta el punto de que ellos mismos se han echado así a los pies de los caballos de la demagogia de los perennes anti-figuras y de los estómagos agradecidos a la empresa Pagés, que se están revelando casi tantos como aquellos a los que los modos de la empresa les generan una profunda antipatía.

     De una u otra forma, lo que a estas alturas no parece muy probable es que los maestrantes de Sevilla tomen determinación alguna con respecto al plante de figuras, en tanto están atados a la familia Pagés por tres generaciones, según les obliga ese legendario y secreto contrato que, por mediación de Juan Belmonte, el astuto Eduardo Pagés firmó con la entidad hace ya la friolera de ochenta años.

     Sin presión pública evidente en la propia ciudad de Sevilla y con una prensa tan entregada y servicial a la causa chauvinista, es difícil que la Maestranza, que se lleva la gran parte de la tarta entre el más displicente silencio y sin protesta alguna de la empresa, se dé por aludida en esta guerra taurina que se abre antes de Navidad. Aunque sólo unos días después llegaron las disculpas de Canorea, buscando suavizar la situación, a los cinco toreros del comunicado clandestino que lanzó el órdago sólo les queda ahora ‘mantenella y no enmendalla’, como exige el clásico. Pero puestos a pensar mal –y tal vez por eso a acertar- quien sabe si al paso de las semanas alguno de ellos llegará a ‘caerse del cartel’ y hará que la sonora polémica de hoy se convierta mañana en una cínica risa floja en la cara de algunos.

P.D.: Mientras tanto, José Tomás no ha estado en Senegal, donde le mandó Canorea, sino en París, llenado un teatro de intelectuales y de gentes de la cultura francesa para hablarles del toreo más allá del corralito. Lejos, muy lejos, de este patio de vecindonas cotillas, vocingleras y largonas.


*Paco Aguado es periodista taurino. /Publicado en el portal altoromexico.com

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