LA REVOLERA

Cinco décadas derramando arte por los ruedos

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El Faraón de Camas, Curro Romero.
El Faraón de Camas, Curro Romero.

«…Sevilla siempre lo esperó y, aunque hubo veces que incluso renegase tras salir de una tarde oscura, a la siguiente ya esperaba con ilusión su paseíllo y su toreo. Tantas veces así que cuando Romero dijo que hasta aquí había llegado, muchos de sus incondicionales hicieron lo mismo y dejaron de acudir a los toros…»

Fernando Carrasco.-

     Nadie vistió tantos años, de manera continuada, el vestido de luces. Ya fuese en oro o en azabache, con el que tanto se prodigó en sus últimas temporadas. Francisco Romero López, Curro Romero en los carteles, hizo su debú en público, aunque muchos de sus paisanos ya sabían de sus maneras, en La Pañoleta, muy cerquita de su casa. Y ese mismo año debutó con los del castoreño. Fue en Utrera, el 8 de septiembre de 1954. Tres años después, realizando el servicio militar, fue llamado a última hora para sustituir a Mondeño en la plaza de toros de Sevilla. Era el 26 de mayo de 1957 y allí se encontraron Romero y ‘Radiador’, de Benítez Cubero. Y así empezó el idilio por y para siempre de quien fue bautizado más tarde como el Faraón de Camas, con su público, su afición: Sevilla. Dos meses más tarde se presentaba en Las Ventas.

     Su toreo se basó siempre en ese instante preciso en el que toro y torero se funden en uno solo y surge la obra de arte efímera que queda para siempre grabada en la retina de aquellos que tuvieron la suerte de contemplarla. La afición de Madrid ha profesado, y profesa, la misma admiración que la sevillana por Curro Romero. En Las Ventas vivió el camero cimas extraordinarias y simas imposibles si uno no se llama Curro Romero. Siete veces por la puerta grande venteña -y alguna más en la que se negó a hacerlo- dan una medida de su cartel madrileño. Y un hecho irrepetible: el que protagonizó el 25 de mayo de 1967 cuando, tras negarse a matar un toro, fue encarcelado. Salió de los calabozos al día siguiente para torear de nuevo en Las Ventas y fue sacado de la plaza a hombros por media calle de Alcalá.

     La trayectoria de Curro Romero en los ruedos ha estado marcada por ese idilio, ya eterno, con su plaza de Sevilla. Toreó 181 corridas de toros, cinco novilladas y 12 festivales. Y cinco veces, cinco, cruzó el umbral de la Puerta del Príncipe. La primera vez en la corrida del Corpus de 1960. Luego llegaría la apoteósica e histórica tarde del 19 de mayo de 1966, cuando se encerró en solitario y cortó ocho orejas a los toros de Urquijo en un festejo a beneficio de la Cruz Roja. Y otro dato para la historia de un torero irrepetible: con 66 años, en 1999, cortó las dos orejas a un astado en la Maestranza.

     Sevilla siempre lo esperó y, aunque hubo veces que incluso renegase tras salir de una tarde oscura, a la siguiente ya esperaba con ilusión su paseíllo y su toreo. Tantas veces así que cuando Romero dijo que hasta aquí había llegado -¡ay, aquella mañana de octubre de 2000 en La Algaba…!-, muchos de sus incondicionales hicieron lo mismo y dejaron de acudir a los toros. Lo que pareció ser punto final el 22 de octubre de 2000 en La Algaba fue, para el aficionado, un punto y seguido de fidelidad al arte con mayúsculas.


*Fernando Carrasco es periodista y escritor sevillano. / Publicado en ABC-Sevilla.

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