El becerrista sevillano Juan Pedro García ‘Calerito’ ha comenzado esta tarde sus primeros pasos en público. Recién cumplida la reglamentaria edad de los 14 años ha estoqueado su primer añojo, logrando impactar su toreo y consciente de que se está delante de uno de esos niños prodigios. Todos los actuantes triunfaron con destacado juego de los astados.
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Francisco Mateos.-
La cita bíblica pone en palabras de Jesucristo: «Muchos son los llamados, pero pocos serán los escogidos». No sé yo si esto de empezar con una cita bíblica cuadra para una crónica en un pueblo sevillano que gobierna con Izquierda Unida y al partido conservador ni se le huele por la zona, además de que Aznalcóllar no anda muy ‘católica’; católica en lo económico, que si la crisis es gorda, aquí para esta buena gente lo es más aún desde que la mina que alimentaba a medio pueblo dijo allá va eso… y los suecos se fueron por donde vinieron. Pero atrevámonos, hermanos… Los teólogos señalan que lo que quería decir Jesús, es que muchos son los llamados (todos los que nacemos) a tener la oportunidad de lograr una madurez espiritual y una actitud en la vida suficientemente valorables a los ojos de Dios, para que en el momento final de la vida sea ‘escogido’ para pasar a su Reino.
Pues digo yo que algo así es aplicable al menudo muchacho (14 primaveras recién cumpliditas) que lleva por nombre Juan Pedro y se apoda ‘Calerito’. Muchos son los llamados a iniciarse en el mundo del toro y pocos los escogidos a ser toreros; y muchos menos los escogiditos a entrar en el reino de las figuras del toreo. Calerito es de los escogidos; a nadie le puede caber la duda. Es uno de esos niños prodigio, como lo fue José hace cien años; y en la época más reciente Morante o El Juli. Es un maestro en miniatura. Sólo le faltan tres ‘colacaos’ para crecer los dos palmos que le restan para poder ver por encima de las barreras sin usar una caja bajo los pies y desarrollar la incipiente musculatura de quien es aún un niño. Pero el toreo lo tiene metido en la cabeza. Como coletilla al festival se celebró una clase práctica para que el joven Juan Pedro pudiera torear y estoquear en público por primera vez un añojo. Y ha querido que sea en su pueblo. Con razón decían los toreros del festuval que menos mal que actuaba en último lugar, porque si no los borraba a todos… Se fue a la puerta de toriles y allí, de rodillas, esperó al añojo de Espartaco. Larga cambiada a potagayola apretadísima, con el animal volando por encima de su pequeño cuerpo. Dos largas más en el tercio y después un amplio muestrario de toreo con capote: la verónica gustándose y quebrando la cintura, y las chicuelinas son de esas de mano baja y lentas que hacen ‘cosquilleo’ a los aficionados. Faena brindada a los paisanos y recital de toreo bueno con la muleta. El buen añojo de Espartaco fue el cómplice perfecto para hilvanar una actuación en la que ni faltó ni sobró, siempre más y mejor por el derecho, alargando el brazo, enganchándolo por delante y llevándolo muy toreado hacia atrás. Pinturero y airoso en los remates, improvisando cuando hacía falta y ligando los muletazos. A pesar de ser el primer becerro que estoqueaba en público, solvente con la espada. El menudo Calerito no defraudó y fue el gran protagonista de la tarde.
Lo de Espartaco padre es un fallo de la naturaleza. Un señor con 73 años en el DNI no puede ponerse de rodillas por dos veces delante de un toraco -el más voluminoso- con toda su fuerza y empuje de salida para dejar sendas largas cambiadas. Es imposible. Algo no encaja. A su edad están tomando el café con leche migado y echando la manilla de cartas en el Hogar del Pensionista. Pero Antonio, el Espartaco I, se ha rebelado contra la edad y la naturaleza. Está como el propio Calerito, como queriendo ganarse un hueco en el mundo del toro. Lástima que no le dé al balón, por que si ya ganamos con ‘la roja’ con la selección absoluta y con los sub-21, con Espartaco ganábamos también los ‘mundiales senior’… Tras el impetuoso saludo de rodillas, pies asentados para torear de capote templando al de Millares con el cuerpo relajado. Brindó a Calerito, como el resto de toreros. Y es que Antonio Espartaco es quien está preparando al menudo torero en el toreo de salón y los entrenamientos. Mejor por el derecho y toreándolo por arriba porque si le obligaba se venía abajo. Largos derechazos, mandando siempre, y gusto en los remates. Entró a matar –no podía ser de otra forma- derecho como una vela y cortó las dos orejas y el rabo, premio que es lo de menos. Y ahora que lo metan los científicos en un laboratorio para analizarlo por dentro, a ver si sabemos de qué está hecho, y que me expliquen cómo es posible hacer lo que pueden ver en la galería gráfica con 73 años; y años sufridos, porque no ha tenido una vida fácil.
Tomás Campuzano puso excelentes momentos de calidad. Cierto que tuvo un noble astado de Varela Crujo, pero el que hizo crujir los olés fue él. Jugó y soltó los brazos con el capote, a pesar de que el toro le apretó y se revolvió con rapidez. En la faena de muleta, Tomás fue feliz. Y cuando se dice que un torero fue feliz es que estuvo a gusto, toreando para sí mismo, como hizo Tomás cuando le corría la mano por el pitón derecho, con la mano baja y ligando los muletazos a pesar de que el toro llegó a la muleta con mucho gas. Por el pitón izquierdo no le dejó estar a gusto, pero aunque la faena estaba ya perfectamente hecha, quiso probarlo de nuevo a final de trasteo por ese lado y logró sacarle dos o tres naturales largos y muy mandones. La excelente actuación de Tomás Campuzano merecía un final distinto, y por eso le echó la muleta a la cara y lo citó esperando para dejar un espadazo recibiéndo.
Hacía unos 15 años que el torero local Pepe Manfredi no toreaba en público; bueno, ni en público ni en el campo. La vida no ha sido justa en casi ningún aspecto con quien ilusionó en la Maestranza de novillero. Necesitaba Manfredi volver a sentirse torero después de los durísimos zarpazos que le ha dado la vida, porque donde mejor se expresa un artista –y un torero lo es siempre- es en el ruedo. Apenas un tentadero en el campo una semana antes ha sido toda la preparación; pero el que se siente torero no necesita más. La faena con el de Tornay fue a más, destacando la seriedad y la profundidad de los muletazos por la derecha, rematando las series con sus personales pases de pecho, muy expresivos y estéticos. Bien Manfredi, muy de verdad y saboreando todo lo que hacía. Lástima que necesitara dos entradas con la espada y algún golpe de descabello para que también se sintiera feliz con el acero, pero eso es cosa de práctica y es lógico. Dos orejas, aunque su triunfo fue mucho más grande en su interior.
Víctor Puerto jugaba con la ventaja sobre sus compañeros de ser el único de los anunciados en activo. Y se notó, porque a pesar de tocarle el más deslucido, un astado de Aguadulce que manseó y se pasó la primera mitad de faena en los terrenos de la solanera, en la querencia de toriles, supo ir sometiéndolo y engañándolo en la muleta hasta sacarle una segunda mitad de faena en las cercanías con muletazos de uno en uno, penduleando la muleta por detrás de la cadera para fijar su distraída atención.
Abrió el festejo el rejoneador extremeño Pablo Ramos, que sustituía al onubense Andrés Romero, que no ha podido recuperarse a tiempo de una rotura fibrilar. Solventó son eficacia su actuación y buenas maneras ante un astado de Lora Sangrán que hubiera lucido más en el toreo a pie.
AL NATURAL |
¿Juan Pedro o ‘Calerito’?
Francisco Mateos.- Se entiende que tiene el chico sólo 14 años, y cuando se ve a uno de estos niños prodigio del toreo pues es lógico que se tiende a usar diminutivos cariñosos de su nombre. Ahí están Joselito, El Juli, Niño de la Capea, Rafaelillo, Espartaco chico, y otros muchos más ejemplos. El nuevo valor del toreo sevillano de llama Juan Pedro García, pero se anuncia en los carteles como ‘Calerito’. Personalmente no soy partidario de los diminutivos por razones de edad, porque los chicos crecen y queda poco acorde a sus nuevas edades. Ahora cae simpático lo de Calerito, como el torero vecino de Gerena en su momento se anunciaba como Daniel Luque ‘El Dani’, pero hizo bien en quitarse el diminutivo para dar más proyección temporal a su nombre; Daniel Luque, a secas. Calerito quedará poco adecuado -es mi opinión- a la vuelta de seis años. Juan Pedro se apellida García, que es un apellido demasiado común y poco taurino. Creo que con la apariencia física del chico y la frescura pero solemnidad de su toreo, anunciarse simplemente con su nombre completo, como Juan Pedro, sería suficiente. Queda bien en los carteles y suena a rotundo: Juan Pedro. Y estas cosas, cuanto antes se decidan, mejor, que después cuesta quitarse el anterior nombre. De todas formas es sólo una sugerencia y un apunte, que para eso tiene su propio equipo que le aconsejarán del mejor modo que estimen oportuno. |
GALERÍA GRÁFICA (Javier Martínez) |
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OTRAS IMÁGENES (Javier Martínez) |
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