Rafael Cerro ha cortado una oreja tras realizar lo más destacado al mejor utrero de la descastada novillada de La Quinta. El extremeño se ha mostrado solvente y preparado para formar parte del escalafón de matadores. Tulio Salguero y Tomás Angulo han sido ovacionados en su respectivos lotes.
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Manuel Viera.-
Una cascada de muletazos diestros resumió la brillantez de un trasteo sobrado de toreo. Faena a derecha, con un alto grado de calidad y excelencia, en la que primó la depurada técnica, el buen gusto en el trazo y el enorme valor. La solvencia de la ejecución y la seriedad y verdad de cada pase, dieron idea del rigor con el que Rafael Cerro abordó la lidia del noble y apagado quinto utrero de la tarde. Los detalles finales, exquisitos y sobrecogedores y muy cerca de los pitones, remataron la magnitud de una faena con firma de autor. Y es que el extremeño tiene ya nota suficiente para alcanzar el grado de matador. El oficio, el buen gusto y la verdad de su toreo así lo demuestran. Y aunque no se registró la explosión en una obra cuya sutileza remitió con la mano zurda, su toreo fue creciendo alrededor del valor, el temple y la ligazón, pilares básicos de sus exquisitas formas.
Con una coherencia absoluta el extremeño mostró su concepto con el capote. Tres faroles de rodillas en el tercio y unas lentas verónicas desvelaron buen gusto y verdad. Después la facilidad rítmica de cada muletazo diestro se alió a un virtuosismo de ley. Versión impecable de natural, que aunque aislado por las condiciones negativas del animal, también estuvo pleno de chispa y vivacidad. La contundente estocada sirvió para convencer al presidente que, muy al final, le otorgó el premio de la oreja.
Con el chico y feo segundo novillo de La Quinta sólo dejó muestras de su toreo en los bien trazados derechazos y algún que otro natural. Todo muy templado, muy despacio, muy ligado, pero sin emotividad. Se apagó el utrero y se esfumó un trasteo que quedó en detalles. A este lo mató mal.
El primer novillo de La Quinta se movió sin humillar. Tulio Salguero, que lo recibió a portagayola, le realizó un toreo estimable, aunque de concepto algo enjuto y emotividad no muy generosa. Destacó el natural pese a resultar demasiado despegado y de trazo hacia fuera. Su toreo se quedó un poco en la superficie sin llegar a penetrar en lo bueno que oculta. Ni con este, de generosas embestidas por el pitón izquierdo, ni con el soso y rajado cuarto logró la comunicación con los tendidos, aunque aquí se mostró con buen gusto y mayor atractivo en sus formas. Terminó con el primero de estocada baja y descabello, y resultó también bajo, aunque de efecto fulminante, el espadazo al cuarto.
Tomás Angulo teatraliza demasiado su toreo, y ahí se queda todo. Demasiado esteticismo y pocas verdades. Lo hecho careció de emoción, quizá por la flojedad y la sosería de las apagadas embestidas de su dos oponentes. Gustó con el capote en la salida del primero, un novillo que fue de largo y galopando al peto del caballo en la primera vara, para engañar después quedándose aplomado a mitad de faena. Angulo, le trazó anodinos pases a derecha e izquierda a una animal que embistió sin clase y a su aire. Parecida característica tuvo la faena al sexto, otro novillo flojo y soso al que le dio infinidad de muletazos con ambas manos, destacando una serie diestra hilvanada y mejor rematada. Algunos detalles pintureros y poco más. Acabó con el tercero de estocada y pinchó al sexto.
GALERÍA GRÁFICA (lopezmatito.com) |
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