«…Armonioso, jacarandoso, ceremonioso, grandioso, Luis era un genio diciendo aquí estoy yo. Espectacular como pocos. Un par suyo de banderillas valía una tarde. Y con qué garbo recogía las ovaciones, con la montera en las corridas de toros y con la gorrilla en festivales. Qué manera de saludar. Qué señorío. Qué gracia. Qué prestancia. Qué arte…»
Ricardo Díaz-Manresa.-
Merece la pena escribrir de él. Fue un monstruo con los palos, uno de los mejores que he visto. Más arte, gracia y simpatía es difícil de saborear en un banderillero. Inolvidable torero.
Se fue en silencio y, una vez que me enteré de su muerte, me extrañó no verla en los medios informativos, hasta casi una semana después. Inolvidable Luis González, siempre al lado de Julio Pérez ‘Vito’, luciendo detrás de Jaime Ostos y de Miguel Báez Espuny ‘Litri’, aclamados los dos subalternos como pocas parejas lo han sido en el toreo. Silencio porque los que ahora están en los medios informativos –mayoría NPI- no saben quién fue. Creen que el toreo empezó en JT. Aviados vamos.
Me apetece mucho hoy escribir de Luis González y olvidar todos los problemas y barbaridades que soportamos estos días viendo a los taurinos no defender lo que supuestamente quieren. Luis González, sí, quería mucho su profesión y la ensalzaba. Era un extraordinario banderillero, tercio en el que brillaba como nunca. Me apetece porque le debo muchas tardes buenas, muchas alegrías y muchos momentos para guardar. Una figura en lo suyo. Gloria a su labor ejemplar. Escribir de él es hacer justicia.
Ahora hay también una pareja fuera de serie: Curro Javier y Juan José Trujillo. Desde aquella no he visto otra. Los superaban en gracia sevillana, donaire y simpatía. ¡Cómo sonreían tras parear brillantemente Julio y Luis! ¡Con qué torería se iban de los toros! ¡Cómo llenaban la plaza! Figuras indiscutibles en lo suyo.
Armonioso, jacarandoso, ceremonioso, grandioso, Luis era un genio diciendo aquí estoy yo. Espectacular como pocos. Un par suyo de banderillas valía una tarde. Y con qué garbo recogía las ovaciones, con la montera en las corridas de toros y con la gorrilla en festivales. Qué manera de saludar. Qué señorío. Qué gracia. Qué prestancia. Qué arte.
Como persona le conocí poco. Sólo hablé una vez con él. Fue en casa de mis suegros en el sevillanísimo barrio de Santa Cruz, mientras le entrevistaba. Se mostró entonces como una persona muy prudente, humilde, servicial. Me impresionó su personalidad tan distinta a la que tenía en los ruedos. Me contó el problema de un hijo suyo y -en el cara a cara- vi otra vez que la vida siempre nos tiene preparada una cruz. Qué humanidad como contraste de tanto salero vestido de plata. Fue una tarde preciosa hablando de toros con un genio de los palos. ¡Mira que disfruté tantas veces viéndolo!
Espectáculo garantizado con el segundo tercio y después con el jabato Ostos o con el espectacular Litri. Pocas veces se iba sin saludar montera en mano con el orgullo de haber ejecutado la obra bien hecha. Entonces, como ocurre ahora con Manzanares, los matadores les dejaban libertad para lucirse siempre que cuidasen la lidia al máximo, que la cuidaban.
En esta hora triste del adiós a Luis González le agradezco su paso por los ruedos y le digo que lo admiraré siempre. Y que con toreros como él me explico por qué me maravilló este arte único e irrepetible, que siempre llevaré en el corazón.
*Publicado en avancetaurino.com.
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