Ausente en el tramo final de la Maestranza

Falta Morante

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1966
Morante en El Puerto.
Morante en El Puerto.

«…Lo que nos ha dejado hecho Morante en el sueño real de El Puerto de Santa María y en el suceso de Bilbao es la historia del toreo llena de vida dicha de manera innata, discreta, sin alharacas, con esa difícil naturalidad con la que el torero de La Puebla narra tanto lo sublime como lo genial…»

Manuel Viera.-

     La acertada decisión de Pagés al reunir a dos de los más revelantes diestros en la andadura de la temporada, le da al corto ciclo de San Miguel una importancia fuera de toda duda. A la envergadura de su dos carteles programados en el abono, revalorizados y al alza por la regularidad y los éxitos de El Juli, Manzanares, El Cid o Talavante, se le une este tercer festejo con el interés de ver a Iván Fandiño y David Mora, dos toreros que se han caracterizado a lo largo del año taurino por el valor, la coherencia y el sentido de unas formas con las que redescubrieron emociones, antes no percibidas, en plazas y ferias de primerísima categoría, y que junto al camero Esaú Fernández, triunfador en la pasada Feria de Abril, completan una terna de máximo atractivo.

     Sin embargo, falta Morante. Las peculiares circunstancias de quien provoca la pasión en crecimiento desmesurado con sólo un lance a la verónica, convierten la deseada ‘encerrona’ que habría de culminar la temporada de toros en Sevilla en inacabable historia. A Morante, ensimismado en su mundo de bohemia artística, parece pesarle la asfixiante realidad, la dureza de las exigencias que le ha de hacer ofrecer en la Maestranza lo que la gente quiere ver.

     Le leí a José Martí que «hacer es la mejor manera de decir». Y lo que nos ha dejado hecho Morante en el sueño real de El Puerto de Santa María y en el suceso de Bilbao es la historia del toreo llena de vida dicha de manera innata, discreta, sin alharacas, con esa difícil naturalidad con la que el torero de La Puebla narra tanto lo sublime como lo genial, fundiéndolo todo con esa verdadera y vital tauromaquia fundamental. Y así, desde el arte y el valor, cambió el sentido de las dos tardes implicando en ellas a un público que, ciertamente, abandonó ambas plazas extasiado y agradecido.

     Morante no fue sólo en Bilbao el detalle protuberante de un muletazo, sino la polifonía o concierto de pases con los que fue sumando en esencia añejas tauromaquias con precisas evocaciones sentimentales a los grandes maestros del toreo. Y aunque quizá sepa a poco estas apoteosis en una temporada irregular del genio, sabemos que lo que sentimos por momentos, más que en su totalidad, fue el toreo que nos dijo Morante lejos de Sevilla. Y eso es más que bastante. Porque aquí ya no consumará.


*Manuel Viera es redactor y responsable de las crónicas de Sevilla Taurina, así como colaborador taurino de Punto Radio en Sevilla y Utrera. (manuelviera.com).

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