José Ángel Fuentes triunfa en la tercera novillada de promoción al cortar dos orejas que hacen justicia a sus dos contundentes estocadas. Juan Moreno mostró valor y unas enormes ganas de ser. A Martín Carmona se le notó falto de oficio y desanimado.
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SECCIONES
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Manuel Viera.-
Pues allí están, entre los guiris de botellón de agua y cámara de fotos, dispuestos a comer, a beber y a divertirse, que es lo suyo, en estas noches de toros en la Maestranza. Familias enteras del pueblo o barrio de los aspirantes actuantes, con mayoría de jóvenes, se dejan seducir por lo que consideran intrínsicamente bueno sin saber diferenciar la banalidad de la trascendencia. Tampoco lo saben los que calzan chanclas y lucen blancas y peludas pantorrillas, los que aplauden la anécdota, lo banal, sin manifestarse después en lo poco o mucho bueno que sucede en el ruedo.
En cierta forma no son sólo esta gente, la plaza entera pareció contagiarse de unos y otros. Porque no es normal que tras finalizar la lidia saquen pañuelos pidiendo orejas y tras el arrastre guarden el más absoluto de los silencios. Quizá sea una demostración del ‘rarismo’, la nueva religión mayoritaria.
No obstante, sí supo poner de acuerdo a unos y otros un fino y espigado chiquillo, de hechuras toreras, que manejó las telas con gusto mostrando cualidades y calidades en la lidia de sus dos erales. José Ángel Fuentes, granadino él, le echó valor y toreo a la noche. Sabedor de los patrones que marcan las formas mostró, y se pudo ver, las bases de su tauromaquia: el temple, aún sin reposo, y la ligazón. Eufórico y divertido se abonó el público a unas maneras que no perdieron comba. El resultado, toda una maravilla. Toda una gozada de celebración. Una golosina para una gente divertida que gozó con el que supo estar a la altura de las circunstancias.
Faena ligadita y siempre por delante, aunque sin demasiada emotividad, al noble y fijo tercero. E iguales características mostró con el notable sexto, otro buen eral de la encastada novillada del Marqués de Domecq. Fuentes, tras lucirse con una larga cambiada de rodillas en el tercio, asentó las zapatillas, citó de largo e hilvanó una serie de muletazos, aunque no muy despacio, muy limpios y rematados con buenos pases de pecho. Supo adaptarse con la zurda a la contundente embestida, resultando un final de faena en el que el temple y la ligazón volvieron a ser sus principales armas. Y lo mejor: con dos rotundas estocadas, que justificaron ambas orejas, tumbó a sus dos novillos.
Juan Moreno, de la Escuela Taurina de La Algaba, es todo un torbellino en el ruedo. Su actitud es inmensa. Sus ganas contagian. Es de esos pocos que sudan raza torera por cada uno los poros de su cuerpo. A la capa le echó compás y hasta le templó y le ligó muletazos diestros rematados con los de pecho al segundo, otro buen eral con mucha movilidad del Marqués de Domecq. Y ya digo, pese a matar muy mal, aparecieron los pañuelos. Después, tras el arrastre, ni unas mínimas palmas. Al fuerte y encastado quinto lo recibió ‘a portayola’ para seguir con vibrante recital de lances, y un trasteo basado en sus enormes ganas, en su valor y en la verdad de sus formas. Hubo muletazos buenos y malos. Y hasta una fea voltereta que le obligó a pasar por la enfermería. Lo que no sabe es matar. Ahí lo pierde casi todo. Pese a e ello, aquí sí, le obligaron a saludar.
A Martín Carmona, de la Escuela Taurina Amate-Sevilla, se le notó falto de oficio. El capote no es lo suyo. Con la muleta mejora. Al noble primero consiguió darle tandas con la derecha sin que el novillo le tocara las telas, aunque la faena careció de contenido sí le echó altas dosis de voluntad. Faena muy discontinua la que le elaboró al también encastado cuarto. Mejor con la derecha que con la izquierda, por donde los muletazos resultaron demasiados punteados. Quiso no siempre y pudo pocas a veces. Con la espada no estuvo bien.
AL NATURAL |
Locales 0 – Foráneos 7
Francisco Mateos.-
Tercera novillada del ciclo de promoción y de nuevo ‘los de fuera’ vapulean a los sevillanos. Más de la mitad de los participantes cada año en este ciclo son sevillanos. La Real Maestranza -que patrocina la Escuela de Tauromaquia de Sevilla- incentiva, a través de la empresa Pagés, la presencia de jóvenes valores sevillanos para intentar promocionarlos y que puedan emerger futuros toreros sevillanos. Pero año tras año, salvo contadísimas excepciones, quienes destacan en el ciclo son precisamente los que son minoria: los de fuera de Sevilla. Sería interesante hacer una reflexión profunda por qué ocurre esto. Yo tengo mi propia reflexión primaria, y señalo al concepto del ‘toreo bonito’ que inunda a los profesionales sevillanos. Aquí, todos los chavales de las escuelas sevillanas quieren ser Morante, Curro o Manzanares. Pocos alabarán la técnica de Ojeda o Jesulín, o el valor de Liria y El Fundi. Aquí lo importante es torear ‘bonito’. Y en estos festejos básicos es más importante el talante, la disposición, los valores primarios, antes que ‘ponerse bonito’ delante de un eral como si fuera una pequeña figura en miniatura. Hay que cambiar el concepto. El ‘torear bonito’ se gana con la experiencia, la madurez y la asimilación progresiva de la técnica. Lo cierto es que el ciclo de este año está marcando diferencias. En la primera se anunciaban dos extremeños y un sevillano; uno de los extremeños cortó dos orejas, una su paisano y ninguna el sevillano. En la segunda hicieron el paseíllo dos sevillanos y un mexicano que aprende el oficio en Madrid; los locales de vacío y el mexicanito, dos orejas. Esta noche, otros dos sevillanos de vacío y el granadino que se lleva dos orejas. El próximo jueves, la última clasificatoria: un sevillano, un granadino y un gaditano. A ver qué pasa. Es casi seguro que en la final de dentro de dos jueves no haya ni un solo sevillano. De momento han toreado cinco sevillanos sin cortar orejas; y cuatro foráneos que se han llevado siete orejas. Goleada. |
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GALERÍA GRÁFICA (Eduardo López) |
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LAS VOLTERETAS (Eduardo López) |
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