El novillero mexicano Sergio Flores ha cortado una oreja en la Maestranza y ha dicho la verdad de su toreo mostrando un enorme valor y exquisitas formas. El sevillano Martín Núñez ha demostrado su buen estilo en escasos muletazos trazados sin demasiada decisión. A Miguel Giménez, con el peor lote, le faltó actitud.
Manuel Viera.- Sobriedad absoluta, seguridad, quietud, temple y sentimiento en forma de un toreo expresivo que corroboró su autenticidad totalmente henchida de emociones. En Sergio Flores no hubo, en absoluto, la más mínima banalidad, ni efectismos de estilo en ningún momento de la faena al tercero, un novillo manso, reservón y de complicadas embestidas, en la que mantuvo bajo un gran valor su íntimo compromiso con la pureza. |
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El mexicano dice el toreo y lo hace muy bien. Tiene su punto de interés. Pero es que además mata de forma excelente. La estocada con la que firmó el hilvanado y templado trasteo fue de oreja. La que paseó un torero capaz de darle un nuevo aliento a este poco ilusionante escalafón de novilleros.
Si en el primero de sus novillos fue la firmeza de sus formas lo que sobrecogió al público, en el sexto lo encandiló con las más acompasadas verónicas de la tarde, y sobre todo con la variedad de una faena donde de nuevo mostró su enorme quietud y extraordinario pulso para atemperar los punteos de unas embestidas nada claras. Su sereno valor volvió a demostrarse en los artesanales pases zurdos y fenomenales de pecho con los que volvió a emocionar a una gente que se dejó convencer por el toreo de un azteca que quiere como nadie ser torero. Con la espada, esta vez, no pudo. Porque el diestro de Tlaxcala, mientras quitaba por ajustadísimas chicuelinas al quinto novillo de la tarde, fue cogido y volteado de forma dramática, recibiendo un varetazo en la axila derecha y un fuerte golpe en la cara del que quedó conmocionado. Tras recuperase en la enfermería salió decidido a lidiar su segundo novillo desobedeciendo los consejos médicos y mermado de facultades.
La tarde fue en exclusiva del debutante azteca, porque ni Martín Núñez ni Miguel Giménez pudieron lucir con los ‘villamarta’ de Jaime Guardiola. Un encierro desigual de presencia y juego. Y aunque fueron pronto y empujaron en las cabalgaduras mansearon con distintos matices en las telas.
Martín Núñez quiere cuerda, tiempo y espacio suficiente para de nuevo deshacer a sus anchas su toreo, pero la urgencia por conseguirlo juega en su contra. Y se le nota. Con el primero, noble y flojo, le puso voluntad a una faena sin contenidos. Sin embargo, con el cuarto, noble y con buen son, no supo aprovechar las primeras acometidas del mejor novillo de Guardiola. El sevillano optó por el ‘abecé’ del toreo dicho de memoria y de carretilla: derecha, izquierda y de pecho. Faena sin acople en la que sólo el buen estilo y el dibujo de algunos muletazos destacaron en un hacer sin demasiada decisión. A ambos novillos los pinchó.
Miguel Giménez volvió a la Maestranza para de nuevo torear los ‘guardiolas’. El mismo hierro ganadero con el que resultó herido en esta misma plaza en 2009. E igual que entonces, la tarde no fue para él. Parado y complicado resultó el segundo, y con genio y malas ideas el quinto. Con su primero lo intentó sin confianza y con su segundo le faltó actitud. La estocada al segundo, lo mejor.
AL NATURAL |
Canallas
Francisco Mateos.-
El fin de semana de ocio hace que el informador se relaje de estar al minuto de las noticias taurinas. Pasa la mañana del domingo con el móvil apagado y sin ojear titulares taurinos. De regreso a Sevilla, se prefiere otro tipo de música que el noticiario de la emisora de rigor. Y ya en Sevilla, justo antes de salir para la cita con las novilladas dominicales de la Maestranza, te llega la noticia en forma de pregunta. «¿Cómo está Ortega Cano? ¿Sabes algo de última hora?». El informador se queda perplejo e intuye que algo grave ha pasado… quizás un accidente en el campo, quizás embarcando alguna novillada o corrida, quizás una mala caída en un tentadero para matar el gusanillo,… quizá la maldita carretera. Y ahí se acierta: la carretera, otra vez. A las puertas de su finca sevillana, como cuando más a gusto está uno toreando, cuando tiene al coche y la carretera dominado como ese toro soñado que se cuaja en la Maestranza y te abandonas, José, a torear con el alma… y ¡zas! llega el cornalón que te mete el pitón en las entrañas hasta la cepa. «Ésta es más grave que la de Zaragoza», te daría tiempo a pensar mientras los bomberos trataban de zafarte de los retorcidos pitones de hierro de un coche destrozado. Ortega Cano lleva un tiempo que no es él. La muerte de Rocío, la muerte de su madre, la necesaria y obligada retirada porque la edad pasa factura, sus problemas de salud… y otras muchas ‘cosas’ que una semana sí y otra también terminan por bombardear su alma soñadora. Canallas aquellos que quieren hacer caja con la vida privada y reservada de un torero antiguo cosido a cornadas. Canallas aquellos, sean familiares, amigos o enemigos, que atacan al débil de corazón en horas bajas porque su vida sucumbe ante ausencias desmesuradas. Canallas aquellos que por un puñado de euros ‘largan’ en platós insinuaciones a sabiendas que urgan aún más en la herida sangrante de un torero que necesita soñar. Canallas aquellos que no han sabido darle a José el cariño que necesita. Canallas los que no entiendan que José es así, porque cada uno somos como somos. Canallas los que no saben que Ortega Cano es la persona más fácil de robarle, porque con sólo darle cariño y estima se deja robar hasta la vida. Canallas los que con su maldad, los que con su falta de cercanía, los que con su falta de apoyo cuando él lo necesitaba, los que han renegado del cariño que necesitaba entregarles, han abocado a José a perderle el respeto a la vida. Y canalla la vida por no respetar a un hombre bueno. |
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GALERÍA GRÁFICA (Matito) |
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EN BEEVE |
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