El diestro de La Puebla del Río le ha cortado las dos orejas al cuarto toro de Juan Pedro Domecq en una faena preñada de emoción frente a un toro de poco fondo. El sevillano Juan Ortega fue ovacionado, mientras que el peruano Roca Rey escuchó palmas. Los toros de Juan Pedro Domecq volvieron a defraudar.
SEVILLA / Corrida de toros
TOROS: Se han lidiado toros de la ganadería de Juan Pedro Domecq; el primero lidiado como sobrero. Desiguales de presentación, descastados y de escasa fuerza. Flojo y a la defensiva, el primero; noble, con calidad en sus embestidas, aunque falto de fuerzas, el segundo; muy flojo el tercero; de escaso fondo el cuarto; de sosas acometidas el quinto; complicado y a la defensiva el sexto.
ESPADAS: –Morante de la Puebla (de fucsia y azabache), silencio y dos orejas.
–Juan Ortega (de burdeos y azabache), ovación y ovación.
–Andrés Roca Rey (de negro y oro), palmas y silencio.
CUADRILLAS: Saludó Juan José Domínguez tras colocar banderillas al tercer toro.
INCIDENCIAS: Lleno de ‘No hay billetes’, según el aforo permitido por restricciones Covid.
Manuel Viera.-
Al fin brilló con toda intensidad la esencia de su toreo. Hoy se mostró en plenitud, entregado y valiente como nunca. Obra magistral que, ya desde el inicio, reveló con un capote tan variado como genial. Largas de rodillas, galleo por tijerillas y… la verónica. Una prodigalidad rítmica y de riqueza expresiva increíble que, junto a la escultural media, hizo estallar de júbilo a toda la plaza. Emoción, después, en una faena con la que contribuyó a enfatizar su concepto barroco más brillante.
No hay frontera capaz de contener a este torero que, cada vez más metido en el pasado, sigue ofreciendo emociones. Y es que Morante, poseído de un ingenio y habilidades considerables para hacer cosas nuevas cada tarde, se embarcó, con el noble y flojo cuarto toro de Juan Pedro Domecq, en una lidia de la más pura ortodoxia. Limó con sapiencia las asperezas de unas embestidas cambiantes por la escasez de fuerza para firmar, después, naturales, mecidos y hondos, salpicados de sensacionales pases de pecho. Hoy hizo lo que le apeteció. Un torero como él puede permitírselo porque su toreo es único. Lo hace y lo dice para su propia satisfacción.
Sólo él vio en las embestidas del ‘juampedro’ lo que no había visto nadie, A eso se le llama talento. O ser un Dios sobre la tierra. Lo imposible lo hizo posible. La emoción fue patente durante toda la lidia. Una lidia que valió también para saborear la intensidad y profundidad de su toreo diestro. Para sentir, y gozar con la belleza de los detalles, una tauromaquia en esencia tan original como inspirada. Una faena inmensa marcada por su alta calidad y caracterizada en todo momento por el magnifico natural. Buena muestra de la riqueza expresiva de un trazo a cámara lenta. Muy diferente, pero al mismo tiempo artísticamente puro y colmado de naturalidad y torería.
Tuvo la obra momentos mágicos no previsibles, pero se sospechaba que algo posible podría suceder. No fue un deseo, fue la realidad de encontrar a Morante en estado de gracia para hacer un toreo bajo una idea fantástica de decirlo. Con una virtud imprevisible y sorprendente. No existió la emoción del toro, pero sí la del toreo que, de nuevo, se transformó en arte. ¿O fue al contrario? El diestro de La Puebla rubricó su gran obra con un perfecto volapié. La locura.
La rotundidad de la obra de Morante de la Puebla le salvó la tarde a Juan Pedro; no obstante, ahí quedó la muestra de otra nefasta tarde para el ganadero. La flojedad manifiesta y la falta de casta de toda la corrida fue otro lamentable hecho.
Morante dejó el embrujo de su tauromaquia en el inicio de faena al invalido segundo, lidiado como sobrero, en unos ayudados por alto y un molinete de lujo con los que provocó los primeros ‘olés’. El resto de faena estuvo presidida por la naturalidad y la expresividad de los detalles. No hubo toro para más.
El capote de Juan Ortega volvió a volar muy despacio y a compás. Fueron tres verónicas sensacionales al quinto de la tarde. Un toro con una alarmante escasez de fuerza con el que lo intentó todo, para sólo obtener bellos trazos de su natural tauromaquia. Cuatro detalles y no más. Con el segundo, flojo como todos, pero con mayor calidad, aprovechó el diestro de Triana las escasas embestidas para torear con sentimiento y mostrar la singularidad de una faena sutilmente trazada con verdadera pureza emotiva. Toreó muy despacio con la derecha y utilizó la izquierda para trazar el natural de considerable belleza. Naturalidad en los adornos y torería en los desplantes. Lástima de pinchazo antes de hundir la espada, porque le restó interés a una lidia atractiva y bien hecha.
Roca Rey no tuvo toros para poder mostrar las características de su concepto durante la lidia. La tauromaquia del diestro peruano deja de lucir con toros moribundos como los que le ha tocado en suerte en tercero y sexto lugar. Ni siquiera su indiscutible valor le vale para sacarle partido a unas embestidas cansinas y de alarmante sosería. Puso en práctica toda su sabiduría con el flojísimo primero sin conseguir nada a cambio. Y nada pudo hacer con un invalido sexto a la defensiva.
La tarde ha sido para y de Morante. Le queda el gesto con los toros de Miura. El domingo ahí está ya.