Con sólo una vuelta al ruedo de Daniel Luque, que brilló a buen nivel, se ha saldado la tarde en la que los toros de la ganadería jerezana de Santiago Domecq decepcionaron por su juego. El riojano Diego Urdiales y el torero sevillano Rafa Serna fueron ovacionados como balance a sus actuaciones.
SEVILLA / Corrida de toros
TOROS: Se han lidiado toros de la ganadería de Santiago Domecq, bien presentados, flojos, descastados y con exceso de kilos. Noble y sin fuerza el primero; sin recorrido el segundo; noble y pronto el tercero; soso y complicado el cuarto; de embestidas desiguales el quinto; parado y a la defensiva el sexto.
ESPADAS: –Diego Urdiales (de azul marino y oro), saludos y silencio.
–Daniel Luque (de blanco y plata), saludos y vuelta al ruedo tras aviso.
–Rafa Serna (de burdeos y oro), saludos y palmas.
CUADRILLAS: Saludaron en banderillas Juan Contreras, José Chacón y Alberto Zayas.
INCIDENCIAS: Un cuarto de plaza con las restricciones Covid.
Manuel Viera.-
No es de extrañar que Daniel Luque vuelva los ojos en su madurez a ese prodigio de hondura y verdad con lo que le da contenido a su toreo. Toreo de sabor añejo con el atractivo de un capote a compás, del conocimiento profundo, del estilo y de la autenticidad. En suma, un renovado torero de ideas muy claras, de significativo talento y, sobre todo, sabedor de unas formas donde guarda su capacidad para emocionar.
Por eso hizo filigranas al compás de un capote que se meció a ritmo lento para atemperar la desigual embestida de quinto toro de Santiago Domecq. Verónicas expresivas que tuvieron continuidad en tres medias de lujo, y un quite por el mismo palo abrochado con nueva media a pies juntos para disfrute de quien lo vio.
El sevillano de Gerena se mostró con seguridad en una faena que trascendió por quietud y exigencia a un toro noble, aunque de complicadas embestidas, llegándole a torear con profundidad, temple y mano baja, consiguiendo la ligazón en varias series diestras que hizo llegar de inmediato a los tendidos. El natural, de trazo más específicamente emotivo, sustentó una faena que tuvo su epílogo en las características luquesinas. La tardanza del toro en doblar, tras le media estocada, le privó quizá de un apéndice justamente merecido.
Tras veroniquear exhibiendo su autenticidad al segundo de la tarde, quiso hacer lo mismo en una faena que se quedó en el inicio de una serie muy templada con la diestra. El toro se paró en seco y no le quedó otra que emplear su sabia técnica, su valor, acortar las distancias, e intentar, sin conseguir, que animal acometiera a su firme muleta. La rotundidad de la estocada tumbó al toro sin puntilla.
Fue lo mejor de una tarde en la que los toros de Santiago Domecq acusaron el exceso de peso, se pararon y se defendieron, sólo el encastado tercero se salva de la sosería de un encierro descastado que dejó inédito a Diego Urdiales.
Porque el riojano, sólo pudo mostrar su elegancia y sensibilidad en un ramillete de verónicas abrochadas con una media sensacional. Y es que Urdiales, poseedor de un toreo tan revelador como emotivo y, además, embaucador, no pudo sacar nada bueno de la sosería y complejas acometidas del noble cuarto.
También le buscó las vueltas al primero, un animal noble, pero sin fuerzas, al que, en esperanzador inicio de faena de templados muletazos diestros y cambios de mano muy toreros, se le derrumbó. Algún que otro detalle propio de su estilo para después finalizar hundiendo el acero hasta la cruceta.
Rafa Serna buscó el triunfo como agua de mayo. Falta le hacía para seguir sumando, poco a poco, pero sumando. Y parecía conseguirlo con el tercero de la tarde, el único que podía paliar la decepción motivada por el juego de los toros del ganadero jerezano. El diestro sevillano se mostró decidido y templado con el capote. Y con la muleta inició faena de manera contundente, tan convincente como seguro de sus posibilidades. Hilvanó muletazos con la diestra en clara voluntad de ensalzar el aspecto emotivo de su toreo. Incluso hubo sutileza en el camino del trazo y en los detalles de un final de faena que bajó al natural y se quedó sin rematar con la espada.
El sexto, un toro de bonito pelaje pero con un exceso de kilos, incapaz de moverlos, le complicó la lidia. La apuesta por elevar la nota obtenida con su primero no tuvo final feliz. Dispuesto, aunque poco convincente de conseguir el objetivo, vio como el toro se le derrumbaba a mitad de faena. Y a él se le escapaba una tarde tan especial como necesaria para alcanzar objetivos. Pese a la gran estocada.