El novillero extremeño Manuel Perera le ha cortado dos orejas a la buena novillada de la ganadería de El Parralejo, mostrando experiencia y muchas ganas. Los sevillanos Manolo Vázquez y González Écija fueron ovacionados, mostrando sólo detalles ante novillos con buenas condiciones.
SEVILLA / Corrida de toros
NOVILLOS: Se han lidiado novillos de la ganadería de El Parralejo, bien presentados y de muy buen juego. Noble y con calidad en sus embestidas, el primero; noble, aunque de embestida descompuesta, el segundo; con poca fuerza el tercero; desfondado el cuarto; muy noble y bravo, el quinto; complicado, por encastado, el sexto.
NOVILLEROS: –Manolo Vázquez (de celeste y oro), ovación y ovación tras aviso.
–Jaime González Écija (de lila y oro), ovación tras aviso y ovación.
–Manuel Perera (de celeste y oro), oreja y oreja.
CUADRILLAS: Saludaron en banderillas Felipe Proenza, Felipe Peña, Álvaro Núñez y Antonio Vázquez.
INCIDENCIAS: Algo más de un cuarto de plaza según el aforo permitido por restricciones Covid.
Manuel Viera.-
A juzgar por lo visto, la novillada del El Parralejo -los pupilos del recordado José Moya- mostró presencia y calidades como para que los tres actuantes hubiesen obtenido el triunfo imaginado. Y el deseado por muchos de los aficionados allí presentes. Novillos con la nobleza soñada y las embestidas pastueñas y necesarias para mostrar ese concepto realmente clásico que venían apuntando los dos sevillanos anunciados. Ni Manolo Vázquez, ni González Écija, han sabido, o no han podido, aprovechar las acometidas de unos utreros de auténtico triunfo. Sólo el extremeño Manuel Perera demostró, con verdadera actitud y ambición, su condición de novillero, le echó agallas y, a veces, su templado toreo para cortarles las orejas, quizá, al lote menos bueno del notable encierro.
Porque a Manolo Vázquez, que escogió en su vestido el mismo color celeste que utilizó su abuelo el 12 de octubre de 1985, día de su triunfal despedida del toreo en el ruedo maestrante, sólo se le pudo apreciar algunos chispazos que atisbaron la torería que le define con alguna gota de refinamiento y elegancia propias de sus formas. Muy poca cosa para lo mucho esperado. La inseguridad con el noble primero fue notable, y aunque algún que otro muletazo apuntaron a la esperanza, tras lo visto, se desvaneció.
Excelente embestida tuvo el cuarto, un gran novillo, con el que el joven diestro de dinastía se mostró con claridad en los detalles en el inicio de una faena que se quedo en eso, en sólo detalles de unas formas realmente clásicas, muy sevillanas y carentes de violencia. Todo fruto de la naturalidad, pero lo hecho no trascendió. Demasiadas dudas, incluso con la espada, para un torero que es todo ilusión para Sevilla
González Écija no logró atemperar las descompuestas y encastadas embestidas del segundo. Tal vez con la derecha atisbó la faena la profundidad y el encanto que desprende su toreo, aunque no llegó a alcanzar la nota deseada.
El quinto fue un gran novillo, que exigía que lo imaginado se transformara en la realidad de una lidia de exquisiteces. De esos muletazos infrecuentes, sin prisas, para disfrute de quien lo expresa, y hacer que la gente se emocione con ellos. Sin embargo, todo quedó en series diestras, hilvanadas unas, discontinuas otras, con algún que otro detalle de mano baja. La espada, un calvario.
Fue Manuel Perera quien impuso su ley. Unas ganas tremendas de obtener el triunfo. Una ambición sin límites, y todo el valor necesario para intentar llegar a donde quiere llegar. Gustó con el capote y fue toda actitud en una faena al flojo tercero que inició con las dos rodillas en tierra para templar la embestida en un toreo en redondo con la diestra. Quietud, aguante y un toreo por momentos ligado y despacioso.
A los medios de rodillas se fue a esperar al sexto, un complicado novillo, al que le recetó una larga cambiada para hilvanar con delantales y una media de estilo trianero. También de rodillas prologó una faena, más de derecha que de izquierda. Templado, largo y profundo el toreo diestro. Bastaron estos muletazos para darse cuenta de que en este torero hay enormes ganas por alcanzar su meta. Una lidia que sirvió para ilustrar su actitud. A ambos utreros los finiquitó con prontitud.