La desrazada novillada de Villamarta impidió el lucimiento de los novilleros en la segunda del ciclo de las nocturnas de la Maestranza. En una novillada larga y tediosa solo se puede extraer el oficio de Uceda Vargas y Solalito, que consiguieron cortar una oreja. El resto de novilleros chocó contra la mansedumbre de los erales.
SEVILLA / Novillada sin picadores
ERALES: Se han lidiado erales de la ganadería de Villamarta, desiguales de presentación y mansos en conjunto.
NOVILLEROS: –Uceda Vargas (Escuela de Camas), oreja.
–Manuel Rueda (de Sevilla), vuelta al ruedo tras petición de oreja.
–Christian Parejo (de Chiclana), silencio tras aviso.
–Antonio Romero (Escuela de Sevilla), vuelta al ruedo tras petición de oreja.
–Solal Calmet ‘Solalito’ (Escuela Campo de Gibraltar), oreja.
–Rafael León (Escuela de Málaga), silencio tras aviso.
INCIDENCIAS: Algo menos de media entrada. Noche de temperatura calurosa. El banderillero Francisco Monroy fue atendido en la enfermería de una «contusión en pie izquierdo en región posterior nivel del calcáreo que recomienda estudio radiológico. Pronóstico leve».
Antonio Girol.-
A diferencia de los del ciclo pasado que se mostraron colaboradores y nobles, los ‘villamartas’ de este año resultaron mansos y corretones. Con lo que ello supone para chavales sin más oficio que un montón de horas toreando de salón. De ahí que dieran al traste con las ilusiones de los seis jóvenes que a las nueve y media en punto de la noche del 11 de julio hicieron el paseíllo en La Maestranza y la abandonaron con las primeras horas del día siguiente. O lo que es lo mismo, ¡tras tres horas de festejo! Y eso que no hubo suerte de varas. Uceda Vargas y Solal Calmet ‘Solalito’ fueron los únicos con algo más de bagaje; por eso pudieron tocar pelo y pasearon un trofeo por el dorado albero maestrante.
Vargas, natural de Gerena aunque adscrito a la Escuela de Camas, tuvo enfrentre, al igual que el resto de sus compañeros, un nulo colaborador. Si bien es cierto que el eral cuando metía la cara lo hacía con nobleza, no lo es menos que pecó de tal mansedumbre que se dolió en banderillas y la cuadrilla hubo de completar el tercio en la zona de chiqueros. No fue el único novillo al que tuvieron que ponerle los palos en esas inmediaciones. Uceda, muy inteligente en todo lo que hizo, se lo sacó a los medios y allí le enjaretó una faena preñada de temple en la que destacó su oficio en las series con la diestra, en la que pulseó muy bien las embestidas, y en las tandas de naturales.
La otra oreja de la cálida noche cayó en manos de Solalito. Novillero francés de la Escuela del Campo de Gibraltar que mostró muy buenas maneras. Tiene este Solalito algo que cada vez se echa más en falta en los que empiezan y es las ganas por agradar en todos los tercios. Manejó bien el capote en el recibo a la verónica. Puso tres pares de banderillas en los que estuvo muy fácil, con lo que ello supone de animación para el público. Lástima que el buen corte que deja entrever no pudiera expresarlo en su totalidad por culpa de la mansedumbre de su antagonista. A falta de poder ponerlo en práctica tiró de oficio y en la puerta de chiqueros enjaretó una faena en cercanías con la que extrajo hasta la última gota del eral con pases de uno en uno.
Del resto de actuantes sólo se pueden destacar su voluntad y sus ganas que se estrellaron ante la novillada. Ninguno de los cuatro tiene aún el oficio necesario para inventarse una faena ante tan desrazados oponentes. Manuel Rueda dio una vuelta al ruedo tras petición después de haberlo intentado de todas las maneras posibles con el manso segundo al que pudo extraer algunas estimables series. Aunque lo mejor lo expresó en el epílogo cuando cerró al eral por ayudados por alto.
También recorrió el anillo recogiendo saludos de sus paisanos Antonio Romero, de la Escuela de Sevilla, tras despachar al cuarto al que recibió en el tercio con dos largas cambiadas resultando tropezado en una de ellas. El de Villamarta, además de huidizo, tuvo el hándicap de que soltaba la cara haciendo que fuese imposible que Romero ligase los pases. El joven novillero quiso hacer siempre todo con mucha pureza a pesar de que la informalidad de su antagonista no se lo puso fácil. Porfió en exceso en su ánimo por agradar y fue volteado hasta en dos ocasiones.
Tanto Christian Parejo como Rafael León se marcharon sin más premio que el de hacer el paseíllo en Sevilla. Aunque viendo el juego que ofrecieron sus novillos quizás hubiese sido mejor no gastar ese cartucho. A Parejo le tocó bailar con un manso que ponía pezuñas en polvorosa cada vez que veía una tela. Al menos le dejó hacer un cierre de faena muy torera por ayudados.
El malacitano León se fue a la puerta de chiqueros para recibir a portagayola al último de la noche, ya madrugada a esa hora. Dejó algunas gotas de una tauromaquia muy personal, sobre todo en los estatuarios con los que inició el último tercio. Lástima que luego con la espada emborronara lo hecho con la muleta, donde hubo momentos en los que corrió muy bien la mano izquierda.