El diestro José María Manzanares ha cortado una oreja en la corrida inaugural de la temporada sevillana. El alicantino obtuvo el trofeo en el quinto astado por una faena elegante y templada, rematado por una buena estocada. Saludos para El Juli y Roca Rey ante una corrida de escasa casta y transmisión de Victoriano del Río.
SEVILLA / Corrida de toros
TOROS: Se han lidiado toros de la ganadería de Victoriano del Río, aceptables de presentación, nobles, descastados y mansos. Noble y sin motor el primero; manso y huyendo el segundo; sin casta y sin fuerzas el tercero; noble sin fondo el cuarto; noble y con calidad en sus embestidas el quinto; noble y soso el sexto.
ESPADAS: –Julián López ‘El Juli’ (de rioja y oro), saludos y silencio.
–José María Manzanares (de azul marino y oro), silencio tras aviso y oreja.
–Roca Rey (de perla y plata), silencio y saludos tras aviso.
CUADRILLAS: Destacaron en banderilleros Daniel Duarte y Luis Blázquez.
INCIDENCIAS: Lleno de ‘No hay billetes’.
Manuel Viera.-
Elogios a la contemplación de una plaza en todo su esplendor. Una plaza llena que reivindicaba el toreo. Y el toreo llegó, en inesperada resurrección, con el quinto de la tarde en elegante y templada faena de un torero que buscó el triunfo con el menos malo de los toros del descastado y manso encierro de Victoriano del Río. La exhibición de sosería, nula raza y excesiva nobleza, marcó la inauguración de la temporada en la Maestranza. Sólo José María Manzanares le dio sabor y luminosidad a una faena sostenida por la despaciosidad, la cadencia y la ligazón de un toreo de mana baja, rematado con lentísimos y seductores pases de pechos al hombro contrario que adquirieron categoría de monumentales.
Hubo sutileza en el camino del trazo, ritmo, templanza y, sobre todo, elegancia. El toreo de Manzanares al quinto encontró acomodo dentro de ese discurso construido por momentos, de contenidos al natural y sensaciones con la mano diestra muy baja, que dieron lugar a una lidia emotiva que, sin embargo, no escapó de esa tendencia a desplazar embestidas hacia afuera. No obstante, el torero de Alicante continuó mostrando determinados aspectos de su concepto con su habitual maestría. Sobre todo, a la hora de manejar los hilos de una lidia especialmente emotiva. Una faena que colmó los deseos y que contó con un factor decisivo: la excelencia de la estocada en la suerte de recibir con la que redondeó la convincente obra.
Con el manso segundo lució en características chicuelinas de mano baja. Y poco más. Porque toda la lidia transcurrió en un desmesurado afán por evitar la huida del toro hacia las tablas. Incluso arrastró la tela por la arena en vanos intentos de sujetar la falsa acometida. La espada la hundió en el animal en la misma puerta de chiqueros.
Roca Rey se metió en la boca del lobo sin que nadie lo empujara, y que -sarna con gusto no pica- de muy buena gana dejó la marca indeleble de un valor capaz de asustar al miedo. Pocas cosas acongojan tanto que ver dos afilados cuernos acariciando el pecho del torero. Un torero que, convertido en héroe por momentos, supo captar la atención de una gente que no daba crédito a lo que presenciaba. No pudo hacer otra cosa para emocionar. No se lo permitió un toro muy noble, aunque sin una gota de casta en su sangre.
De peor guisa resultó el tercero, pues la escasez de fuerzas impidió una lidia que no pasó de los buenos deseos de diestro peruano. Y para colmo, en esta ocasión, no mató.
El Juli quiso demostrar el potencial de su concepto con el noble primero. Un toro con calidad en sus embestidas, aunque sin el fondo de fuerzas para poderlas mostrar. Y ante esto, el madrileño, se dispuso a torear suave, despacio, incluso con atisbo de ligazón, pero sin una pizca de emoción. Con su peculiar estilo introdujo el acero para tumbar, después, con un golpe de descabello.
Nula casta demostró también poseer el noble cuarto al que Julián le prologó faena genuflexo que supo a esperanza para la posterior lidia. Incluso consiguió darle los muletazos a un toro que no dijo nada con sus escasas, aunque nobles, acometidas. Aprovechando los primeros viajes logró algún que otro buen muletazo diestro. También dibujó el natural. Pero nada alcanzó mínima nota para aprobar. Media estocada le bastó para acabar.
AL NATURAL
El arrimón malentendido
Francisco Mateos.-
Ha empezado con el pie cambiado la temporada maestrante. La corrida de Victoriano del Río decepcionó. O no. Quiero decir, que quizás era lo que se esperaba. De hecho me he parado a buscar en la ficha de esta misma web del Domingo de Resurrección del año pasado, con los mismos toros de Victoriano del Río, y reseñaba el compañero Manuel Viera que fueron «nobles, descastados y de escasa fuerza»; sobre los de esta tarde, un año después, indica que han sido «nobles, descastados y mansos». Es decir, que si los aficionados sabíamos, salvo sorpresa, nos íbamos a encontrar con lo que nos hemos encontrado, pues más aún no lo sabían cada uno de los tres toreros que habían aceptado anunciarse con este hierro.
Por tanto, tienen lo que quieren. En la plaza que quieren. Y en la fecha que quieren. Ahora no vale quejarse. Como tampoco me vale el arrimón malentendido y a destiempo de Roca Rey en el sexto. Andrés, que ya sabemos que los tienes ‘colgando’; no nos hace falta que te pongas dos pitones rozándote los muslos y hasta el pecho a la altura del corazón. No venía al caso hacerlo con el descastado sexto. Buena parte de la plaza le recriminó una exhibición exagerada de testosterona. El valor del toreo no se mide necesariamente por la cantidad de veces que te dejas rozar el cuerpo con la punta de los pitones. Y si quiere emociones fuertes, quizás haber elegido otros hierros, ya que las figuras pueden elegir los toros que quieran… Aunque con esas otras ganaderías quizás ya no se puedan poner los cuernos en la barriga…
GALERÍA GRÁFICA (Pagés)
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