Una oreja ha conseguido el diestro sevillano Pablo Aguado de un buen toro de la ganadería de Torrestrella. Lama de Góngora fue aplaudido, mientras que Javier Jiménez ha sido silenciado al acabar sus dos faenas. Media plaza en el primer festejo continuado de Feria de Abril.
SEVILLA / Corrida de toros
TOROS: Se han lidiado toros de la ganadería de Torrestrella, desiguales de presencia y hechuras y faltos de casta. De nula fuerzas el primero; venido a menos el noble segundo; noble y de dudosa fijeza el tercero; con genio y a la defensiva el cuarto, de sosa nobleza el quinto; buen toro el sexto.
ESPADAS: –Javier Jiménez (de azul pavo y oro), silencio tras aviso y silencio tras aviso.
–Lama de Góngora (de azul marino y oro), saludos y silencio.
–Pablo Aguado (de verde y oro), saludos y oreja.
CUADRILLAS: Saludó en banderillas José Chacón.
INCIDENCIAS: Media plaza.
Manuel Viera.-
Dispuesto. Entregado en cuerpo y alma a no dejar pasar tan soñada oportunidad. Entregado a desmenuzar su toreo y hacer de la lidia un derroche de naturalidad. Y casi lo consiguió. Porque la solidez de su concepto y, sobre todo, la transparencia y calidad de la que hizo gala, tiñeron de sutiles muletazas dos faenas sólo enturbiadas por el mal manejo de la espada. No obstante, quedó la lidia con la que Pablo Aguado ejemplificó de manera contundente calidades y actitudes.
El temple actuó como hilo conductor en la deliciosa faena del sevillano al tercer ‘torrestrella’. Un toro de noble, aunque cambiante, embestida y dudosa casta. Momentos emotivos en una lidia llevada a cabo con solvencia, lógica y, sobre todo, con admirable naturalidad. Una lidia muy de cintura en los excelsos, por lentísimos, muletazos zurdos. Detalles verdaderamente emotivos de un toreo de frente al natural rematado con excepcional pase de pecho. Un toreo que brilló en el amplio abanico de trazos a derecha e izquierda que le dieron contenido a unas formas cautivadoras. Dos pinchazos antes de la estocada acabaron con el sueño del apéndice ya casi ganado con toda justicia.
Sin embargo, el toreo volvió a estar presente en el propio templo del toreo. Aguado revalidó triunfo con otra notable obra ante un clima de expectación que se convirtió desde el inicio genuflexo en emotivo gozo. Tuvo el sexto toro de Álvaro Domecq nobleza y clase en su embestida, y bien que la aprovechó Pablo. Fue faena caracterizada por un tinte expresionista, y una verdad y frescura en el concepto que irradió destellos de una hermosa lidia, dicha y hecha con ambas manos, colmada de sensibilidad, empaque y sentido del ritmo. Muy puro todo, muy ligado y rematado. Pinchó. Pero esta vez, tras hundir la espada en el segundo intento, la oreja no se le resistió.
No fue el comportamiento de los toros de Torrestrella el esperado; ni muchos menos. Le faltó a la corrida casta y fondo. La suave y templada embestida del sexto no salva un encierro del que se esperaba mucho. Así las cosas, Javier Jiménez se encontró en primer lugar con un mal bicho de feas hechuras y escasa fuerza. Un toro que sólo le sirvió para dibujar trazos anodinos carentes de emoción. Le puso unas tremendas ganas a su quehacer, pero poco consiguió. Nada. Un pinchazo precedió a la estocada.
Con el cinqueño cuarto se desanimó. Embestidas a la defensiva y genio sin fondo en un ir y venir cansino. El diestro de Espartinas, pese a su apuesta, no acabó de hacerse con las complicadas acometidas. Insustancial porfía que para nada sirvió.
La nobleza en la embestida del segundo la aprovechó Lama de Góngora para dibujar la verónica echando el paso adelante. Aplaudidos lances que elevaron el optimismo de un público que esperaba deseoso al sevillano ‘exiliado’ en México en las últimas temporadas. Las bondades del toro también las aprovechó en un inicio de toreo por alto que tuvo sabor. Y ya en los medios hilvanó el pase diestro despacio y rematado con el detalle por bajo y los de pecho. Fue lo mejor, porque empleando la izquierda no le pasó. La espada todo lo emborronó.
No fue bueno el también cinqueño quinto. La falta de casta se convirtió en sosería para una lidia de intentos, sin continuidad y contenidos. Quizá a Paco le faltó apostar algo más en su tarde sevillana más soñada.
AL NATURAL
La exigencia mínima a un toro
Francisco Mateos.-
Me niego a pensar que de lo mejor que tiene Torrestrella en su finca es lo que ha traído a Sevilla esta tarde. Hoy comienza -taurinamente- la Feria de Abril, un ciclo mundialmente conocido, en una plaza que es referente absoluto en el toreo. No es de recibo toros como el primero, despitorrado al tocar el burladero y medio sangrante el pitón izquierdo. Ni es de recibo varios astados anovillados, que no se tapaban ni por la cara. Astados en general sin musculatura, sin lustre, sin cuajo de toros… un encierro impropio del nivel mínimo de exigencia en Sevilla. Si este es el nivel que empieza a poner la presidencia en la preferia, miedo me da lo que va a salir por los corrales en días de farolillos con las figuras… Y encima, sin fondo, porque si alguno tuvieron nobleza, la tuvieron sin casta, sino una embestida noblona falta de emoción.
Javier Jiménez no ha estado hoy en Sevilla. Algo debe pasarle, porque nunca ha fallado en el ánimo. Hoy, sí. Su primero podría haber ido perfectamente para atrás si le echa el capote abajo, pero prefirió hacer de enfermero con el claudicante animal y levantarle el capote y cuidarlo. Si después se le paró en la muleta y no pasó por la evidente falta de fuerzas, que no se queje. En el cuarto nunca encontró las ideas claras. Lama logró detalles de calidad, pero le faltó bastante más, y por supuesto más corazón -mucho más- con la espada. Nos quedamos con la esperanza de Pablo Aguado, el que más claro lo tuvo. Se gustó, midió y templó.
Era una tarde soñada para la esperanza del toreo sevillano. El ‘cartel más sevillano’, lo tituló la empresa. Pues el cartel más sevillano sólo sumó media placita y una oreja… Apañaos vamos, hermano.
LA VOZ DEL ABONADO
Entre el ‘torillo’ de Sevilla y el buen toreo de Aguado
Unión Taurina de Abonados de Sevilla.-
Una tarde mas, y ya son demasiadas, nos toman el pelo a los aficionados los taurinos con la anuencia de la autoridad. El toro de Álvaro Domecq que en otras temporadas era encastado y con una presentación impecable, esta tarde se puede calificar como ‘torillo de Sevilla’. Se supone que a Sevilla -por ser plaza de primera, supuesta categoría, y elevados precios- tiene que mandar el ganadero su ganado de cabeza de camada. Hoy los lidiados en segundo, tercer y cuarto lugar eran animalillos de plaza de tercera. Primero, asfixiado, sin fuerzas, que Lama se preocupó de engañar al usía con los capotes al cielo, era lo menos parecido a un animal bravo y encastado. Daba pena en vez de miedo. El quinto, de anatomía parecida al primero, pero sin cara, y el sexto se puede decir que fue el mejor del encierro y propició el triunfo de Pablo Aguado.
La tarde transcurría entre el aburrimiento producido a medias por el juego de los toros y la otra mitad por la vulgaridad de los toreros. El frio hacía estragos y el ambiente taurino, desangelado y triste, merecía salir corriendo de la plaza. Pero como aún quedan algunas esperanzas entre los aficionados, tuvimos la suerte de ver dos buenos pares de José Chacón. Y cuando parecía que habíamos perdido el tiempo surge un chaval de Sevilla llamado Pablo Aguado y nos hace revivir la esperanza. Muestra ganas, un ‘echarse palante’ y un gusto toreando que nos hizo disfrutar. Con buena colocación, muleta planchada, temple y estética, dibujó muletazos espléndidos con ambas manos. Cada tanda tenía remates diferentes, pero muy toreros, así que al menos mereció la pena aguantar el frío y el tedio anterior de malos toros y pases vulgares.
Una cuestión a destacar. En el cartel figuraban tres toreros jóvenes sevillanos con cierto porvenir, pero la plaza sólo presentaba en su aforo algo más de media entrada. Tienen tan engañado al aficionado que una gran mayoría ha desertado definitivamente de la plaza de Sevilla. Si estos taurinos quieren recuperar al aficionado desertor, se equivocan anunciando torillos sin trapio, todo ello con las bendiciones de la autoridad complaciente.
LA CORRIDA, AL COMPÁS
Anaquel de primavera
Fernando Naranjo.-
Aunque al ciclo maestrante,
el viento arree desde Huelva
rebaños de nubes blancas
sobre este amarillo albero,
y el añil que presta el cielo,
un gozo es la Maestranza
para toreros noveles;
si es que acentúan caireles
y se torea despacio,
hasta él ‘ole’ se agiganta.
Más no de ‘Los Alburejos’
donde dejaron su clase
y el fondo de su vitola;
crespos ante los manejos
de una terna algo bisoña
que en esta tarde tan fría
destellos de sus hombrías
concedieron la emoción;
compromiso de razón
en sus tres sevillanías.
Tuviera un lote tan nulo
ese rubio de Espartinas
que se fue con esa espina,
pues sacársela no pudo
a pesar de la firmeza
con que planteara su obra
a ese cuarto, el tal ‘Gamberro’,
que apretara en el caballo
y también a los de plata,
su temperamento inquieto.
A la sevillana estética
de su verso gongorino,
sonó la ‘Ópera flamenca’
toreando a ‘Lentisquino’
y agradable la sorpresa
ver a esta joven promesa
con ‘Aguacero’, el burraco.
Una nueva dimensión
ofreciera al Baratillo
este rubiote muchacho.
De su concienzudo hacer
pues no andaba yo confiado,
otra sorpresa, ¡pardiez!
Fue esta tarde la de Aguado,
tan sobrio, serio y sobrado;
cadencioso al natural
de manera singular,
tan firme y con tanto asiento
hoy confundido me siento:
se me debe perdonar.
GALERÍA GRÁFICA (Pagés)
LOS TOROS, UNO A UNO (Javier Martínez)
OTRAS IMÁGENES (Javier Martínez)
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