GALLEANDO

La pretenciosidad de Casas y Valencia

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Ramón Valencia (empresario de la plaza de Sevilla) y Simón Casas (empresario de la plaza de Madrid).

«…Ante la pretenciosidad de Casas y Valencia no sólo bastan las palabras que conforman el estricto deseo. Se impone pasar a la acción para que de una vez por todas se rompan os espejos. Erradicar la interminable enfermedad cuyos síntomas rebrotan cada temporada al menor descuido…»

Manuel Viera.-

     Quieren hacer una importante contribución a la nueva temporada taurina, tan deseada como ilusionante. Sorpresiva alianza con la que los gerentes de las dos más importantes plazas de toros de orbe taurino quieren abrir nuevos caminos, o segundas vías, entre la listeza torpe de un empresariado que se ha caracterizado por repartirse, sólo entre unos pocos, el almíbar de los grandes ciclos de temporada, pero que han sido injustos con quienes pagan y mantienen el hasta ahora tambaleante tinglado. Ramón Valencia, único gerente de la empresa Pagés, y Simón Casas, director de Plaza 1, han sellado acuerdo de colaboración en relación  con las plazas de toros que gestionan: la Maestranza de Sevilla y Las Ventas de Madrid, respectivamente, además de los cosos de Valencia, Nimes, Málaga y Alicante. Ambos empresarios quieren hacerlo impecablemente bien con la pretensión de «potenciar todos los vectores de desarrollo de la tauromaquia priorizando el fomento de la calidad y la protección de los nuevos valores». Si bien, la escueta y explícita frase del comunicado con el que lo han dado a conocer, queda, de momento, en esperanzadora declaración de intenciones.

     Sin embargo, es para tener en cuenta la actitud de los gestores de las dos plazas más significativas del toreo en España. Aunque corramos el peligro de zambullirnos en la teoría de unos objetivos al final no encontrados entre el complejo entramado de un sistema hecho a imagen y semejanza de los que viven de él. Porque lo fundamental aquí, pese a todo, no es priorizar la calidad, sino la seriedad de una Fiesta que lleva consigo fomentar la asistencia y recuperar al que se fue aburrido de ella. Que la realidad de tan buena voluntad no quede escondida tras una nueva farsa. Demostrar que no sólo basta con estrujarse la mente para crear algo nuevo, sino que lo creado no esté después manipulado.

     Ante la pretenciosidad de Casas y Valencia no sólo bastan las palabras que conforman el estricto texto de un deseo. Se impone pasar a la inmediata acción para que de una vez por todas se rompan todos los espejos. Erradicar la interminable enfermedad cuyos síntomas rebrotan cada temporada al menor descuido. De todas formas, impera la necesidad de ilusionar. Aunque se termine, después, fantaseando acerca de lo conseguido por un acuerdo en el que se olvidaron, otra vez, del aficionado.


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