«…No es de extrañar que, quien quiso ser torero antes que cantaor, dejara huella indeleble en el panorama flamenco de Andalucía y España. Porque con él se desvelan las infinitas conexiones entre cante hondo y toros en conceptos tan comunes en ambos universos como el ritmo y el sentimiento…»
Manuel Viera.-
Aquel chiquillo, gitano de Utrera, que nació en Vejer porque en la Feria de Vejer tenían instalado sus padres el puesto de turrón, del que vivían recorriendo las fiestas de Andalucía, fue con el cante lo que no pudo ser con el toro: figura consagrada e imprescindible en los festivales flamencos de España. Turronero -por eso de vender sus padres tan delicioso manjar- dejó patente su gran afición por el toreo en los respectivos vínculos con su cante. Compás, temple, pellizco… Nexos de unión con los dos mundos. Toreó igual que cantó. Con ese duende, del que decía, «que no se ve pero se nota, que es como un globo de cristal, muy frágil, que en cualquier momento se puede romper».
A Manuel Mancheño Peña le homenajeamos el pasado sábado en Utrera en uno de los actos, organizados por la ‘Tertulia de Flamenco y Temas Gitanos’, programados con motivo del VI Ciclo Cultural dedicado a la memoria del gran cantaor. Y gozamos viéndole torear en un festival en Jerez. Y hablamos de toros. Y le cantaron Paco Peña, Manuel de Angustias y su sobrina María del Mar. Porque el toreo, igual que el cante, es música y misterio, sentimiento dislocado y enrarecido que crece como una enredadera que atrapa y posee. Porque el cante, igual que el toreo, seduce para hacer disfrutar de su belleza. Voz de quejío. Mano que acaricia con suavidad la embestida. Ambas artes deliciosamente a compás. Genialidades chispeantes de inagotable poder emotivo.
El toreo y el cante. Dicho y hecho por el artista sensible, sabio y brillante con anhelos de excelencia. Personalidades marcadas por la imaginación desbordante, por la inspiración del que dice el cante, y la originalidad de las poderosas y apasionadas formas del que hace el toreo, para alcanzar, el uno y el otro, el arrebato emocional en la gente.
No es de extrañar que, quien quiso ser torero antes que cantaor, dejara huella indeleble en el panorama flamenco de Andalucía y España. Porque con él se desvelan las infinitas conexiones entre cante hondo y toros en conceptos tan comunes en ambos universos como el ritmo y el sentimiento. La cadencia o el clasicismo hecho pureza. Convincentes razones que definen lo puntos en común de dos artes que subrayan la sensibilidad del artista. Semejanza, sin más, entre la manera de ahondar el cantaor en su cante y en la profundidad del torero en la lidia. Turronero, cantaor y torero. Sus dos pasiones. Ambas le hicieron inmensamente feliz.