El novillero Pablo Aguado ha cortado una oreja a la decepcionante novillada de Alejandro Talavante, tanto por la pobre presentación como por el escaso juego. Los otros dos novilleros del cartel del día del Corpus, Rafa Serna y Alfonso Cadaval, fueron ovacionados. Buena entrada en la Maestranza.
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Manuel Viera.-
La fascinación por el arte del toreo parece convertirse en el leitmotiv de muchos jóvenes en los que ir a una plaza de toros se le hace prioritario, sobre todo, cuando los actuantes son conocidos o amigos. De hecho es lo que ocurrió en la tarde de Corpus cuando en la Maestranza se juntaron tres novilleros sevillanos cargados de ilusiones y un gran número de seguidores y partidarios. Y ellos, en el ruedo, quisieron responder a la demanda con responsabilidad y unas ganas tremendas de agradar. Los otros aplaudieron a rabiar, tanto lo bueno como lo malo.
Ahí queda, si no, la oreja cortada por Pablo Aguado al noble y soso cuarto novillo de Talavante. Oreja que define a un público entusiasta que la pidió con pasión exagerada. Sin embargo, y pese al exquisito gusto que el sevillano imprimió a su toreo, no fue obra para tal honor. La necesidad del triunfo en el encuentro con la categoría de una plaza, capaz de encaminar el futuro de cada uno de ellos, no casa con el engaño. Nadie le puede negar a Aguado su enorme ambición, su desmesurada actitud, e incluso su valor y expresivo toreo. Y esto bien quedó demostrado en los inmensos detalles de la lidia. La faena, muy desigual, reducida a cuatro naturales sin tiempo, nítidos, puros y servidos con elegante expresividad, careció de continuidad, de ligazón, pese a ofrecer momentos de un toreo claro, valiente y más conceptual que en otras ocasiones. Mató en la suerte de recibir y necesitó del descabello para finiquitar. La oreja, ya digo, excesiva.
Con el flojo primero tampoco escatimó esfuerzos. Se fue a portagayola, toreó a la verónica con exquisito gusto y acompasado ritmo. Rivalizó en quites y, sobre todo, quiso, y pudo en las escasas ocasiones que le permitió un novillo a la defensiva, flojo, sin clase y con molesto cabeceo. Algún que otro notable trazo diestro y cambio de manos fueron detalles con los que mostró su buen concepto. Hundió la espada y utilizó el descabello.
La novillada de Talavante fue una birria en presentación y en comportamiento. Novillos chicos, sin cara, impropios de ser lidiados en esta plaza y, además, ayunos de casta. Rafa Serna encontró en la noble embestida la manera de hacer su toreo. Además lo hizo despacio, e incluso hilvanado y rematado con los de pecho, pero le duró poco. Del mismo modo lo intentó también con la mano izquierda, pero por ahí dijo no pasar. Dejó una estocada casi entera tras pinchar.
El quinto quedó tocado tras un encontronazo con un burladero. Se paró. Antes, Rafa se fue a portagayola para repetir la larga cambiada de rodillas en los medios, Quitó por gaoneras y chicuelinas ajustadísimas para rivalizar con Cadaval. Es decir, se entregó en la lidia con una actitud encomiable. Tanto se entregó que le obligaron a desistir de los intentos vanos de realizar faena con un novillo que representaba, pegado a tablas, una mala escultura. Pinchó, descabelló y le aplaudieron su esfuerzo.
Al menos placeado, al debutante Alfonso Cadaval, le tocó lidiar dos utreros de Rocío de la Cámara. El tercero como sobrero y el sexto como remiendo del encierro de la ganadería anunciada. Y ambos parecieron toros comparados con los de Talavante. Con el encastado tercero prologó faena genuflexo con mandones muletazos por bajo. Después, las complicadas embestidas exigían técnica y que las ideas se transformaran en realidad en una faena que, a la postre, no fue fácil. Alfonso lo consiguió a medias. Dejó notables muletazos con la derecha como muestra de un concepto esperanzador. El sexto fue un manso al que le costó un mundo robarle un sólo pase. Lo intentó con todo su esfuerzo, pero no lo consiguió. A ambos los mató mal.
AL NATURAL |
«Cuéntamelo, Búfalo»
Francisco Mateos.- Me viene a la memoria una escena en concreto del ‘Juncal’ de Jaime de Armiñán, cuando el viejo torero llama al ‘limpiabotas’, al fiel Búfalo’ (por aquello de la marca betunera, que o bien era Kanfort o Búfalo), y le pide que le recuerde una tarde de triunfo… Y el fiel escudero taurino le cuenta por enésima vez y exageradamente aquella tarde, más soñada que real. Y es que entre los taurinos pocas veces se dicen la verdad. Ni los novilleros le dirán a su compañero y al hoy también ganadero Alejandro Talavante que vaya birria de novillos ha traído, en todo los aspectos; ni Talavante ni los apoderados de los toreros le dirán realmente a los novilleros cómo los han visto, con sinceridad. Que si el novillo se paró, que si se vencía, que si no humillaba, que si se rajaba, que si tenía poco recorrido, que si… ¡Coño, si es un animal, no un robot! Pero seguro que palmaditas en la espalda en el hotel y el «has hecho lo que se podía hacer». Y dentro de un par de semanas, mirando las fotos congeladas de un momento fugaz y muy puntual, que algún ‘Búfalo’ les sigan contando las excelencias de una tarde de Corpus en la Maestranza. «Cuéntamelo, Búfalo». |
GALERÍA GRÁFICA (lamaestranza.es) |
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