El novillero extremeño Posada de Maravillas le ha cortado una oreja a un excelente novillo de Javier Molina que tenía más contenido por exprimir. Tomás Angulo y Gonzalo Caballero, tras épica faena al manso y complicado segundo, fueron ovacionados en sus primeros astados y silenciados en los segundos.
|
|
Manuel Viera.-
La razón de que la faena no alcanzara la cota de calidad que alcanzó el extraordinario novillo de Javier Molina quizá deba buscarse en la tremenda dificultad de aguantar sus bravas embestidas. Un escollo que Posada de Maravillas no supo superar pese a los momentos importantes con los que ilustró el trasteo. No hizo grandes cosas, pero sí dejó muestras como para subirse al carro del triunfo.
Y es que supo a poco esa oreja, cogida con alfileres, que el extremeño paseó tras la estocada trasera con la que finiquitó a ‘Pintor’, ese tercer utrero de demostrada calidad en sus embestidas y de excelente pitón izquierdo que, a la postre, se quedó sin exprimir. Porque, ora por la derecha, ora por la izquierda, el espigado torero, no acabó de acoplar todas las piezas del puzle. Una faena que unió muletazos realmente buenos con otros de inferior calidad por resultar excesivamente punteados. Una obra desigual que finalizó con bonitos adornos de trincheras y pase por bajo. El apéndice, que para él fue gloria bendita, a muchos nos supo a poco.
El sexto, alto y de astifinos pitones, humilló dejando surcos en el albero. Transmitía su embestida la emoción de la bravura, sin embargo, la firmeza de inicio de Posada de Maravillas se transformó demasiado pronto en desconfianza. Uno a uno, con dificultad, fue tranzando pases lineales, tanto con la derecha como con la izquierda, desconexos y sin atisbo de hilar faena. Tras los detalles toreros y la estocada fue ovacionado.
Por el contrario, las complejas acometidas del manso segundo dislocaron a un valiente Gonzalo Caballero que, al final, acabó su épico intento de faena con una brutal paliza en su cuerpo. Un mulo en el ruedo que le alcanzó en repetidas ocasiones echándoselo a los lomos. Un prenda de novillo con el que se jugó la vida sin aspavientos. La ovación tras el espadazo fue de auténtica justicia.
Y, por encima de todo, el valor arrollador del madrileño, inagotable en su intento de hacer y decir, no dejó de ser mostrado con el también complicado quinto. Un toro por hechuras, a la defensiva y sin posibilidad de trazarle un solo pase. De estocada, precedida de dos pinchazos, lo mandó al desolladero.
Tomás Angulo, al que le costó un mundo superar las muchas dificultades de la lidia del cuarto, confirmó en su conjunto que no estábamos ante un torero inspirado. Desprovisto de bravura, con intención de irse de los engaños, el utrero de Javier Molina mostró un mejor pitón izquierdo que derecho. Y Tomás ni lo vio ni se confió. Faena discontinua, larga y cansina. Una estocada casi entera le bastó para acabar.
Cuando el novillo se para, aunque este primero tenía la hechura de toro, ahí se acaba cualquier esperanza posible. Angulo sólo pudo trazar algún que otro muletazo diestro sin continuidad en una faena de intentos vanos con la izquierda. Valor y ganas, y poco más.
GALERÍA GRÁFICA (lamaestranza.es) |
||
|
||