«…uno está obligado a reconocer que a los toros cada vez acude menos gente. Y en los pueblos, casi nadie. Quizá porque su significado parece haber cambiado los gustos. Definitivamente convertido en una Fiesta poco atrayente. En la simulación de un rito de héroes sin héroes la mayoría de la veces. En un caos inexplicable…»
Manuel Viera.-
Hay una enorme ambivalencia en todo esto. Épica, dramática y emocionante, de una tarde de toros en Las Ventas de Madrid que ni siquiera mereció ser noticia en un simple telediario. Espejismo de la objetividad en crónicas escritas, en torno a la reaparición del mito en la lejana Aguascalientes, convertidas en herramienta de descrédito. Y aquí, tras las tardes disfrazadas de ropajes de Feria, de llenos aparentes, de simples espectadores envueltos en el colorido ambiental sin mayores exigencias que el divertimento, vuelve la realidad.
La realidad de una Fiesta en declive. La realidad de las pobres y raquíticas entradas registradas el pasado fin de semana en las corridas de toros celebradas en las localidades de Cortegana y Écija. Atractivos festejos, ¿sólo para aficionados?, bien organizados, con escogidos y bien presentados toros de prestigiosos hierros ganaderos, de aparente rivalidad en los dos ‘mano a mano’ programados y con el interés de lo nuevo. Pues ni por esa.
Ciertamente, uno está obligado a reconocer que a los toros cada vez acude menos gente. Y en los pueblos, casi nadie. Quizá porque su significado parece haber cambiado los gustos. Definitivamente convertido en una Fiesta poco atrayente. En la simulación de un rito de héroes sin héroes la mayoría de la veces. En un caos inexplicable. En una decadencia que amontona sus memorias. Y es que, para muchos, esto se ha convertido en una función, muy cara y sin argumentos, que no transciende más allá de la simple diversión.
José María Barrero, amigo y excelente aficionado sevillano, exponía anteayer en las redes sociales su incredulidad ante los casi vacíos tendidos ecijanos tras el gran esfuerzo de la empresa por innovar y hacer posible la asistencia: Desencajonamiento y manifiesto de la corrida en el ruedo con entrada libre a la plaza, localidades más baratas que de costumbre, excelente servicio de bar con azafatas en los palcos, y hasta un venenciador en las proximidades de la venta de billetes ofreciendo gratuitamente caldos de Jerez a la clientela. Y pese a todo, desolador aspecto de una plaza semivacía. Tal vez, más que una pena, sean oportunidades perdidas.
El espectáculo parece anquilosado. Las empresas se inquietan y la gente echa sus cuentas. La taquilla es una ruina y, por ello, se hace imposible vivir lejos de la realidad. El diagnóstico es incierto. Y el futuro también.
*Manuel Viera es redactor y responsable de las crónicas de Sevilla Taurina. (manuelviera.com)
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