La escasa casta de los utreros de la ganadería sevillana de Luis Algarra ha condicionado la tarde en la que Miguel Ángel León, José Ruiz y Pablo Aguado fueron silenciados en cada uno de sus respectivos novillos. Faltó el novillo y faltó decisión en unos toreros hechos para la modernidad. Sin faena completa en tarde aburrida.
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Manuel Viera.-
Para torear hacen falta argumentos. Y nos los hubo. Faltó el novillo y faltó decisión en unos toreros hechos para la modernidad. Así que a la falta de embestidas encastadas se unió las prorrogables y anodinas series de muletazos mecánicos donde se amontonaron los pases y faltó el toreo. No hubo faenas completas. Algún que otro lance de capote y escasos trazos al natural definieron una tarde larga en el tiempo y aburrida en los tendidos.
La bien presentada novillada de Luis Algarra Polera se hundió en su falta de casta. No bastó la boyante embestida para hacer sugerente y emotiva la lidia. Uno a uno agotaba sus escasas fuerzas y claudicaban en la muleta a menos de la mitad de faena.
Los escasos detalles fueron gratuita concesión a un arte que no se sustancia en lidias que, de corrido, muestran pases sin pies ni cabeza. Muletazos que arrancan para quedarse ahí, esbozados, sin desenlace final. No hubo continuidad en ninguna de las seis faenas. No hubo pleamar ni bajamar. La excesiva espuma no dejó ver las olas.
Quizás Pablo Aguado dispuesto al triunfo saldó su tarde con nota, aunque no excepcional. Tanto la despaciosidad con el capote como la exuberante lentitud del natural resultaron convincentes. Lo hizo en el sexto, un bonito burraco con hechuras de toro al que, como todos, le faltó romper en la muleta. Sin embargo, no puede decirse lo mismo del muletazo diestro, que resultó discontinuo, demasiado punteado y ayuno de misterio.
Más fluidez tuvo el toreo diestro realizado al rajado tercero, que unido a excelsos detalles de cambios de mano y toreros adornos le dieron contenido a una faena que quedó sin acabar. Con la espada, mal en ambos.
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Nadie pone en duda que José Ruiz tiene la chispa del arte. Y resulta esperanzador ver un toreo tan despacio, tan rematado, en un momento en que parece que todo se estandariza. Pero la lidia no es el detalle. El detalle de la media verónica, la naturalidad de un lento muletazo o la gracia del pase de trinchera. Es mucho más que un trazo lineal, inseguro y al hilo del pitón. El gaditano hizo lo primero con el soso y noble segundo, y se estrelló con algo más que las tablas del burladero, en alocada carrera, con el complicado y parado quinto. La inseguridad le pudo en una lidia colmada de dudas. Finiquitó a su primero con prontitud y se eternizó con los aceros en su segundo. |
Tampoco Miguel Ángel León obtuvo nota del noble y buen primero. La buena clase de la embestida la apuró el sevillano en un trasteo templado en el inicio y que fue difuminándose en un toreo despegado y con tendencia hacia fuera. Con algún que otro adorno de buen gusto puso fin a la faena.
El también noble cuarto se le paró en mitad de la lidia tras un inicio de iguales características a la anterior. A ambos novillos los pinchó.
GALERÍA GRÁFICA (lamaestranza.es) |
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