La primera novillada de promoción de la Feria de La Algaba se celebró de milagro porque una hora antes el ruedo era una piscina. La incansable voluntad de empresa y Ayuntamiento, y la eficaz labor de los operarios, obraron el milagro. Los tres actuantes entretuvieron a los aficionados, cortando una oreja a cada añojo.
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Teresa Carreto.-
Cuando llega septiembre, el pueblo sevillano de La Algaba se vuelve más taurino que nunca, y su característica plaza (mitad de carros, mitad de obra= se llena de un público cariñoso, dispuesto a ver a tres jóvenes promesas y todo lo que tengan que decir en su ruedo. Con media hora de retraso debido a las inclemencias meteorológicas que dejaron el ruedo impracticable se ha celebrado la primera novillada de la Feria taurina de La Algaba. Es necesario destacar la labor de empleados que en su afán de celebrar el festejo dejaron el piso de la plaza en gran medida aceptable.
Con ilusión ha realizado el portugués Ruben Coelho el paseíllo; recibió con varios lances a la verónica llevando al añojo al centro del ruedo por delantales y rematando con una media muy torera. Brindis al público y ya de muleta varias tandas de derechazos con calidad. Por el piton izquierdo se quedaba más corto el becerro, pero pudo dejar algún pase estirándose. No se libró de la voltereta y remató con molinetes con las rodillas en tierra. Mató de estocada trasera, por lo que tardó en caer. Le concedieron una oreja.
Arropado por sus paisanos se sintió Francisco Aguilar cuando recibió a su oponente a portagayola; un par de largas cambiadas más aprovechando la embestida del añojo y varios lances a la verónica jaleados por el público, pese a que al rematar la tanda se adelantó al cite y salió embestido por el novillo, arrollándolo sin consecuencias. Con la muleta no se lo pensó y también puso las rodillas en el albero en mitad del ruedo. Aprovecho el son del becerro para ejecutar una buena tanda con la diestra. Lo probó por ambos pitones pero el animal fue a menos. Aun así, demostró buenas condiciones y valentía. Remató con unas ajustadas manoletinas y de nuevo el astado le echó mano. Pinchazo y media estocada dieron paso a la oreja.
Juan Ginés no se lo pensó y también se puso de rodillas frente a la puerta de toriles. Siguió con una acompasada tanda por verónicas, con gusto y pellizco. Quizás le tocó en suerte el becerro con menos fuerza y no pudo sacar todo lo que puede y sabe, pero dejó claro que tiene un gusto distinto, muy personal, a la hora de ejecutar el toreo. Aprovechó todo para sacar lo que tenía su oponente, por ambos pitones, muy encima del becerro y terminando con unos remates muy toreros. Tras varios intentos con la espada le concedieron una oreja.
GALERÍA GRÁFICA (Teresa Carreto) |
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