El novillero sevillano Pablo Aguado ha cortado dos orejas y ha realizado el toreo más interesante de la calurosa noche en la la plaza de la Maestranza. Sus compañeros Cristian Pérez y Alejandro Gardel fueron silenciados en sus respectivos novillos en este segundo festejo del ciclo de promoción de nuevos valores.
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Manuel Viera.-
Serio, riguroso y con excelente gusto. Capaz de incrementar la emoción con la embestida noble y poco exigente. El caso es que gustó. Y que su toreo es un continuo encuentro con la naturalidad. Pablo Aguado fue autor de un importante catálogo de pases centrados en su mayoría en un repertorio de naturales de alta nota. Naturales soberbios a los que hay que sumar el temple y la ligazón en los excelentes pases diestros. El sevillano encontró en la noble embestida del cuarto eral de Hermanos Tornay terreno propicio para recrear una faena densa, concisa y convincente. Con una sugerente mezcla de buen gusto y hondura en sus formas.
Una faena en la que se adivinó de inmediato la personalidad relevante de un concepto que recrea el ingrediente emocional. Trazos impecables al natural con el acabado de los obligados remates de pecho. Dominio del temple y, sobre todo, presta a su excelente concepto una notable hondura y fuerza expresiva. Variado, inspirado, con acertada alternancia entre el detalle preciosista y el toreo fundamental.
Aguado maneja el capote con cadencia y ritmo. Lo mostró a la verónica en quites notables y en faroles de rodillas de perfecto trazo. Con el blando primero compuso un trasteo lleno de contenido en el que dejó muestras de alto nivel emotivo. Ora con la derecha, ora con la izquierda, el aspirante fraguó un toreo con el que avaló su gran calidad. Su fallo con la espada malogró una obra de premio. Sí lo consiguió tras finiquitar al cuarto con certeza y prontitud. Ya digo, Aguado la lió, y bien gorda.
Cristian Pérez hizo todo lo que supo en la calurosa noche sevillana. Sus enormes ganas quedaron demostradas en ambas lidias. Se fue a portagayola para recibir al segundo y se hincó de rodillas para saludar al quinto. Su afán desmedido por agradar nadie lo pone en duda, pero su toreo no cala, no emociona, debido a su escaso contenido motivado quizá por la evidente falta de oficio. Con el complicado, por genio y casta, segundo le costó un mundo trazarle un muletazo limpio; y con el encastado quinto repitió en un trasteo desigual, demasiado enganchado y en el que no faltó el habitual revolcón. Algún que otro muletazo largo y rematado con el de pecho sobresalió de una faena larga y anodina que se quedó sin finiquitar.
A Alejandro Gardel se le atisban maneras y buen gusto, aunque sus formas pecan de una frialdad que se transmite a los tendidos. Torea con gusto con el capote y le imprime a la muleta seriedad y buen concepto. Al manso y soso tercero le ejecutó unas chicuelinas de manos bajas y arrebujado remate que gustaron, para dejar después detalles de un toreo al natural bien trazado aunque discontinuo. Más templado anduvo con el noble, aunque flojo, sexto, al que lidió despacio y largo en un buen trasteo rematado con algún que otro natural con clase. Una lástima que el madrileño no avivara un poco más su toreo para conseguir dotar de mayor interés una faena que, para colmo, pinchó.
AL NATURAL |
(En breve)
Francisco Mateos.- (EN BREVE) |
GALERÍA GRÁFICA (Arjona) |
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