«…Independientemente de la guerra ya contada, está claro que la gran masa ha dado la espalda a estos carteles. La gestión de la programación corresponde a la empresa. Pero como este problema continúe enquistado y perjudicando a la plaza y, por ende, a la imagen de Sevilla, tendrá que saltar a la arena la propia institución maestrante…»
Luis Nieto.-
Cuando el G-5 -Morante, El Juli, Manzanares, Perera y Talavante- acusó a la empresa Pagés -Eduardo Canorea y Ramón Valencia- de falta de respeto por el desprecio de Canorea en unas declaraciones que hizo allá por noviembre del año pasado y ambas partes rompieron una relación que ya pendía de un hilo, se abría un escenario sombrío en el que la empresa tendría que echar muchas horas de trabajo, afición e imaginación si quería evitar la sangría de abonados y espectadores que se avecinaba.
Pagés apostó por una programación muy barata en comparación al caché de esas figuras, lo que le ha servido para rebajar costes, pero también para que aficionados generacionales -de toda la vida, que se remontan a antepasados- hayan abandonado. Será muy difícil que estos vuelvan a la plaza de Sevilla, que es la más cara de España.
Por otro lado, en una política de precios en la que el abaratamiento del abono -15 por ciento, de media, aproximadamente- no concuerda con la diferencia de caché entre toreros ausentes y presentes ni en el mantenimiento del precio de localidades sueltas en una época de crisis, ha desembocado en una Feria con mucho menos público.
En cuanto al caché, la propia empresa se quejó que por los altos honorarios de Morante, El Juli y Manzanares había perdido dinero el Domingo de Resurrección de 2013. Aunque también es cierto que esos toreros llenaron ese día la plaza, que hubo varios llenos en esa edición, con algunos carteles de ‘No hay billetes’, y que fueron sustento para retener la caída de más abonados al estar anunciados en el abono otras tardes; así como para atraer a público foráneo en los días concretos en los que ellos toreaban. La prueba está en la diferencia de los aforos diarios entre la actual edición y la del año pasado en las corridas de farolillos. Incluso en algo tan patente como en el estado previo a lo acontecido en el ruedo, que recordaba algunos días a esas novilladas veraniegas en las que no hay casi nadie en Sevilla y se viven sin ambiente.
Y es que los toros, pese a quien pese, continúa siendo el segundo espectáculo de masas en nuestro país; un espectáculo en el que el mayor porcentaje son los espectadores, por encima de abonados. Y muchos de esos espectadores son los que acuden desde ciudades lejanas; e incluso de otros continentes si los actuantes son toreros de máximo cartel. Ese público, más los abonados que han abandonado, es el que ha faltado en la plaza y lo han echado de menos en hoteles, taxis, bares,..
Dentro de la otra propuesta, publicitada por la empresa, se encontraba el atractivo de unos carteles con toreros jóvenes y novedades, como las figuras del futuro del mañana. Una propuesta inútil porque del plantel contratado, la media de los matadores de toros es de 31 años de edad y 9,5 de alternativa, y la casi totalidad ya habían toreado en Sevilla.
Independientemente de la guerra ya contada, está claro que la gran masa ha dado la espalda a estos carteles y eso teniendo en cuenta que este año ha acudido más gente de fuera a Sevilla -los empresarios de hostelería han afirmado que los datos han sido algo más positivos en afluencia-, lo que no se ha reflejado en las taquillas de la plaza.
¿Hay solución para revertir la situación? Se supone que sí. En caso contrario, la Maestranza tendrá que mover ficha. Si es cierto que la Maestranza cobra alrededor de un 25 por ciento de los ingresos de taquilla, sale perjudicada con unas entradas pobres; entre tanto la empresa puede paliar ese efecto al invertir menos en programación por las diferencias de caché.
Ya en invierno titulé en un artículo de opinión que la citada institución -propietaria de la plaza- tenía la pelota en su tejado. Lógicamente, la gestión de la programación corresponde a la empresa. Pero como este problema continúe enquistado y perjudicando a la plaza y, por ende, a la imagen de Sevilla, tendrá que saltar a la arena la propia institución maestrante.
En definitiva, fuera del ruedo, en esa guerra entre empresarios y toreros de primera línea -¡jamás en la historia, cinco diestros se habían unido contra una empresa!-, el pésimo planteamiento de Pagés, con un recorte enorme por la diferencia de caché en los toreros y una pretendida Feria con toreros jóvenes, que no era tal, además de una política de precios que no ha convencido a los abonados ni a los foráneos, ha supuesto una caída en picado de espectadores y ha desembocado en esta catástrofe de la Feria de Abril 2014.
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