Cuando los aficionados quieren ser toreros

El toreo, bendito ‘veneno’

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Aficionados prácticos aprenden toreo de salón en la plaza de Espartinas. (FOTO: Sevilla Taurina)
Aficionados prácticos aprenden toreo de salón en la plaza de Espartinas. (FOTO: Sevilla Taurina)

El ‘Club de aficionados prácticos taurios’ ha comenzado su nuevo curso taurino. La primera jormada ha tenido como escenario para las explicaciones y el toreo de salón la plaza de Espartinas. El sevillano Dávila Miura dirige estos cursos que congregan a aficionados de diferentes naconalidades unidos por la pasión del toreo.

Carlos Moya.-

     De Ecuador y México, pasando por Irlanda o París y Milán hasta Espartinas. Todo, por una afición que despierta un envenenado deseo de coger una muleta o un capote y sentir por unos días lo mismo que sus ídolos cuando se ponen delante de la cara del toro. Y es que el Club de Aficionados Prácticos Taurinos (CAPT) que lidera el diestro Eduardo Dávila Miura inauguró el pasado fin de semana su cuarta temporada con un nuevo curso en la plaza de toros de Espartinas, con visita a Cuadri y tentadero en Juan Pedro Domecq incluido durante la jornada dominical.

     Son ya más de 1.500 alumnos los que han pasado por las manos del maestro y su equipo de colaboradores, con Ignacio Moreno de Terry y Rafael Peralta Revuelta, entre otros. De esos aficionados que se han acercado para aprender y experimentar la magia de la Tauromaquia desde que el club comenzó su andadura, han llegado curiosos de todas las partes del mundo, hasta un total de 16 nacionalidades distintas, confirman los organizadores.

     Para esta ocasión, y en la primera parada del circuito 2014, que llevará el curso a Olivenza o a El Escorial, la presencia internacional también ha estado ante las enseñanzas de los profesores. Es el caso de Colm Chan, un irlandés de 31 años que por afición no ha dudado en dejar pasar la oportunidad que se le ponía por delante y hacerse los 1.700 km que hay entre Dublín y Sevilla. En un raso ‘espanglish’ comenta: «Soy aficionado desde niño. Antes de acostarme leía libros de Manolete o Joselito y sentía mucha curiosidad», afirma. Se enteró por el curso a través de las redes sociales. Fue desembarcar en Sevilla y visitar lo que para él es como «un templo sagrado», la plaza de toros de la Maestranza. El pasado año estuvo en los encierros de San Fermín, donde terminó por convencerse de que quería conocer más de cerca el mundo del toro, ya que, confiesa, «lo que veo no lo entiendo, no sé nada de Tauromaquia, pero cuando veo una corrida de toros me transmite una emoción especial».

     Franco y Norma son padre e hija, respectivamente, y han vuelto desde Milán a repetir otra vez. «La afición me vino por mi madre. Me hablaba mucho de Dominguín por haberse casado con una italiana (Lucía Bosé). A partir de ahí leí mucho, fue la época de El Cordobés padre, todo un crack». A sus 62 años, y ya jubilado, comenta que «para lo poco que me queda por disfrutar, algún capricho me puedo permitir, y esto me encanta». Y esa pasión también se la transmitió a su hija. «Es un mundo tan complejo que me despierta curiosidad y quiero aprender y saber el por qué de las suertes y de todo lo que rodea a la Tauromaquia», comenta Norma. Tanta es la pasión que tienen, que ya han confirmado su presencia para la próxima clase, en Olivenza.

     La clase se divide en cinco grupos que desarrollan la enseñanza de cada una de las suertes, cada una impartida por los monitores, y siempre bajo la atenta mirada de Dávila Miura, que corrige a los alumnos y les explica. José Ramón Ibixate, de Álava, que se ha cruzado media España acompañado por su mujer, destaca que es principiante en el curso y «estoy disfrutando como el que más».

     De un poco más cerca, Chiclana de la Frontera, es Paco Blizón, y pese a sus 64 años derrocha gran entusiasmo y vitalidad, sobre todo aprendiendo con los palos el tercio de banderillas, emulando a El Fandi. Enfundado con los colores azul y amarillo del Cádiz C.F., otra de sus pasiones, es la segunda vez que participa. «Es un lujo sentir cómo se prepara un profesional. El ambiente que se respira con los profesores, el entorno, aquí en la plaza, y los compañeros, te embriaga y te engancha, es un ‘gusanito’ especial. Si hubiera sido hace 20 años y tuviera seis u ocho kilos menos, habría intentado ser torero», comenta con algo de ironía.

     Adrián Girand, francés de 27 años, llegó desde París. En su cultura de origen los toros también tienen gran importancia. «Para mí es emocionante aprender las chicuelinas, montar la muleta o entrar a matar en el carretón. Lo más difícil son las banderillas, pero merece la pena». Rita Medrano y Juan Carlos Sabay, de Ecuador, estudian en Madrid, y la pasión que tienen por los toros les ha llevado a disfrutar de su afición por un fin de semana. «Desde pequeña me ha encantado. Me ha costado mucho coger la muleta, pero le hemos echado arrojo», dice Rita. «En Quito -según Juan Carlos- ya tenté varias veces, y me salía bien, pero de aquí me llevo bastantes enseñanzas del maestro que me van a servir para perfeccionar la afición».

     Todos ellos disfrutan con los trastos y dan salida a la afición que llevan dentro. Ninguno aspira a ser torero, pero como bien dice Rafa Peralta «vienen a cumplir su sueño».

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