Polémica por las entradas y juego de los toros

Cien años de la escandalosa alternativa de Juan Belmonte

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Portadas de diarios de la época. En la portada de 'ABC' se observa cómo el público irrumpe en el ruedo durante la lidia en la escandalosa corrida de Juan Belmonte.
Portadas de diarios de la época. En la portada de 'ABC' se observa cómo el público irrumpe en el ruedo durante la lidia en la escandalosa corrida de Juan Belmonte.

El pasado 16 de octubre se cumplió un siglo de la alternativa en Madrid de Juan Belmonte. La plaza se llenó, a pesar de que los aficionados estaban muy enfadados con la empresa por los precios abusivos de las localidades. A mayores males, la corrida se cambió y la lidiada fue un desastre, con cinco toros devueltos. Lo que se anunciaba como acontecimiento discurrió como escándalo.

Redacción.-

     El pasado 16 de octubre se cumplieron 100 años de la alternativa de Juan Belmonte, el revolucionario del toreo moderno, un trascendental golpe de mano del que aún hoy somos deudores. Sin embargo, no fue aquella una tarde precisamente histórica. Ni para el belmontismo, ni para Machaquito y Rafael ‘El Gallo’, que le acompañaban en el cartel. Por el contrario se trata de una tarde de lo más aciaga, en la que tuvo que intervenir la fuerza pública ante el escándalo y los desordenes que se estaban produciendo.

     Según cuenta el cronista de ABC -en aquellas fechas Manuel Serrano García-Vao ‘Dulzuras’- el acontecimiento ya había nacido con una fuerte dosis de polémica. «La empresa y sus allegados -escribía el cronista al final de su amplia reseña- han censurado lo que dijimos el pasado lunes; pero anunciamos que habría algún día algo serio y en la corrida de ayer ya pudo ocurrir. Conste que la indignación del aficionado ha sido por el abusivo precio que se fijó a los billetes».

     Lo que en ese lunes -en la crónica de la corrida en la que toreaban Bombita, Machaquito y El Gallo- ‘Dulzuras’ había escrito era: «Antes de empezar hubo una protesta grande en los pasillos, cuando se enteró el público de los precios elevadísimos para la corrida del jueves día 16, en la que Belmonte tomará la alternativa». Y luego, haciéndose eco de lo que le pedían los aficionados y de sus quejas contra los empresarios Retana y Echevarría, añadía luego: «Ese es el verdadero castigo, el del bolsillo, y el desprecio a esas exageraciones, que hacen que un principiante se endiose y haya que pagar por verle a él más que por ninguno de estos tiempos. No ir es lo mejor, que tiempo habrá de ver a todos los fenómenos; y al fenómeno causante de todo esto le advertimos que por poner precios carísimos tuvo que salir Lagartijo el día de su despedida, después de cincuenta años de edad y de treinta de brillante historia, con las ventanillas del coche subidas y guardias civiles al estribo».

     Pese a toda esta polémica por los precios, la afición acudió en gran número al doctorado belmontino: para ‘ABC’ se registró un ‘casi lleno’; para ‘El Toreo’ el lleno fue ‘absoluto’; para ‘La Correspondencia de España’, la plaza estaba ‘llena hasta el palo de la bandera’; y para ‘El Liberal’, la empresa había conseguido su objetivo de ‘llenar la plaza a precio de oro’.

La corrida de Guadalest y el recurso a otra de Bañuelos

     Pero es que al alto precio de las localidades se añadió un verdadero desmadre ganadero. Los seis toros anunciados de Guadalest fueron sustituidos a última hora por otros de doña Prudencia de Bañuelos, que al final resultaron penosos, hasta el punto, como destacó ‘ABC’ en su portada, que el púbico acabó echándose al redondel «contra la falta de condiciones de los toros de ayer, cinco de los cuales tuvieron que ser retirados del ruedo». O como comenzaba su escrito el crítico de ‘El Globo’: «Únicamente viendo lo que ha pasado en el ruedo de la plaza madrileña puede creerse», que para el cronista de ‘El Siglo Futuro’ resultó «una chotada».

     En suma, «sucedió -explica el cronista de ‘El País’- lo esperado y temido: por culpa de la empresa, de Belmonte, de sus malos consejeros, de los criadores de bueyes o de quien sea -tal vez por culpa de todos- una de las corridas de más resonancia del año, fue las más desastrosa de las muchas malas que en Madrid han sido».

     Don Modesto, por su parte, se muestra muy explícito en su crónica de ‘El Liberal’. Explicaba el cronista que de la corrida de Guadalest «dos eran totalmente inadmisibles por su escasa representación; dos chotas con minúsculos pitones. Los otros cuatro no eran uso fenómenos ni por respeto ni por el peso; pero hubieran podido pasar abriendo un poco la mano». Y continuaba: «Todo -suspender la corrida si no había otra solución- antes que sustituir los seis toros de Guadalest por seis de Bañuelos, bastos, sacudidos de carne, sin poder y muy descarados de pitones». Para apostillar después: «¡Cómo consistió la autoridad el cambio en una corrida tan cara! Esto es lo que no alcanzo a explicarme satisfactoriamente. Yo, metido en el apuro, hubiera lidiado los cuatro de Guadalest y las dos chotas las hubiera sustituido con dos toros de cualquier ganadería. Para salir del compromiso, hasta con dos de Bañuelos».

     En su análisis final, Don Modesto no se muerde la lengua: «Soltar a Belmonte, casi a sabiendas -y pongo el casi por no molestar demasiado- seis bueyacones de Colmenar es el colmo de la ignorancia o de la mala intención. Aquí se trataba, por lo visto, de echar la corrida fuera, fuese como fuese, para no tener que devolver unos cuantos miles de duros que la cándida afición había desembolsado, y daba lo mismo que el publico saliera satisfecho o bufando de la plaza».

     De los toros de Bañuelos inicialmente reseñados, cinco volvieron a los corrales, como también ocurrió con el primero de los sobreros. Por poner un poco de orden, porque en las crónicas de los diarios se da un cierto caos, si acudimos al cuadro estadístico que publicó ‘El Toreo’, que es el más preciso, el galimatías ganadero discurrió así: «el primero fue devuelto y sustituido por otro de Bañuelos, sobrero que a su vez también regresó a los corrales, para dar suelta a uno de Guadalest. El segundo corrió la misma suerte, siendo reemplazado por otro también de Guadalest. El tercero -que ya era el sexto que salía por chiqueros- fue condenado a banderillas negras y luego sustituido por otro de Guadalest. El cuarto se pudo lidiar. No ocurrió lo mismo con el que hacía quinto, ni con el que cerraba la tarde, que ambos volvieron para dentro para ser reemplazados respectivamente por sobreros de Bañuelos y de Guadalest».

     Total que, al final, se hizo buena la previsión ya señalada por Don Modesto: lidiar los cuatro de Guadalest que «abriendo un poco la mano» podían pasar y completarlos con dos de Bañuelos. Y es que, en efecto, se habría podido comenzar por ahí.

El gran escándalo

     Si el conjunto de la tarde ya fue de por sí borrascosa, el escándalo subió de tono durante el segundo tercio del tercero, que correspondía a El Gallo. Comenzó cuando ‘Conejito’ trataba de poner el tercer par de banderillas de fuego, en medio de una lluvia de almohadillas, el público comenzó a echarse al ruedo. «El publico -cuenta Paco Media-Luna en su reseña en ‘El Toreo’- invadió el ruedo y empezó a torear, sacudiendo leña de firme los guardias y llevándose al fin los cabestros al toro. El espectáculo no pudo ser más edificante: los espectadores de pie en todas las localidades, agitaban furiosos las localidades, cansadísimos de tanto engaño, de tanta y tan inicua explotación». Añadiendo más adelante: «Machaquito subió a conferenciar con el presidente y mientras las vociferaciones aumentaban al presentarse de nuevo los picadores, que se retiraron dos o tres veces, volvieron a salir. Eran las cuatro y cuarto y estábamos aún en el tercero bis».

     Por su parte, ‘Dulzuras’ añade en ABC -que llevó a su portada la fotografía- nuevos datos a todo este suceso. Y así especifica: «Machaco sube a la presidencia y también una comisión de aficionados. Por evitar un conflicto de orden público no debía continuar la lidia. La conferencia dura largo rato y el penetrar en la presidencia es imposible, pues alrededor del palco hay un escuadrón de la Guardia Civil. Se da orden que siga la lidia y Machaco, por fuerza, por orden del presidente, por no ir a la cárcel, bajó al ruedo y se encontró con un negro, lucero, pequeño, cornicorto y no bravo».

     Obsérvese que este tercero de la tarde lo lidia Machaquito, siendo el espada más antiguo. Y es que en la época, como había cedido el primero a Belmonte para doctorarse, el veterano torero cordobés ocupa su lugar, sin que se corriera el turno general. De hecho, Machaco lidió dos toros seguidos: tercero y cuarto.

La alternativa

     Vayamos, en fin, a lo que fue la alternativa del Pasmo de Triana. Sabido es que la ceremonia ocurre con el segundo sobrero que salía, «un choto negro, sin divisa, que también protesta el público». Aplaudido en las verónica iniciales, P. Álvarez en ‘La Correspondencia de España’ deja constancia que «al tocar a matar no quiere el público que Machaco le entregue los tastos; pero claro está, Belmonte coge los avíos; brinda a unos amigos y luego unos cuantos pases siempre metido en la cuna del bicho. Dos naturales, uno de pecho y un molinete, para entrar con medio mandoble pescuecero y con travesía; otros pases más y otra media delantera. Descabella y pitos, con algunas palmas muy escasas».

     También Paco Media-Luna destaca en las páginas de ‘El Toreo’ las protestas del público porque tomara la alternativa «con semejante toro». Y refiriéndose ya a su faena, escribe: «Luego brindó el matador ante la barrera del 2, y empezó á pasar al novillo muy cerca, concretándose a dar un pase natural, tres con la derecha, un molinete, dos altos, uno cambiado y dos de pecho, para meterse inesperadamente y soltar una baja, a la que siguió media estocada perpendicular, delantera y caída, alargando el bracito y saliendo atropellado y sin muleta. Descabello á la primera y fue obsequiado con pitos».

     La versión del cronista de ‘ABC’, después de destacar su empeño en el manejo del capote, detalla que «Machaco entrega los trastos a Belmonte, que viste de rosa y oro, y el público le silba al brindar. Para esto ya no hay derecho. Belmonte torea bien, con pases naturales muy buenos; el pecho, no tanto, y el molinete, bueno. Al matar entró con arqueo de brazo y dio media caída, y luego otra perpendicular, también entrando mal. (Pitos). Capotazos, trasteo y un descabello a la primera (Muchos pitos y luego algunas palmas)».

     Por su parte, ‘Mangue’, cronista de ‘El País’, tras destacar que el toro de la alternativa es «una chota, cárdena oscura, tal vez de menos arrobas que los retirados y peor armada, con cara de vaca», cuenta así el acontecimiento: «Machaquito, de verde y oro, unge matador de toros al novillero de más tronío que ha pasado por los ruedos taurinos; viste traje color salmón y oro, y saluda éste al presidente y brinda a un amigo del tendido 1. Abre la muleta delante del caracol y da dos pases naturales, suyos propios, que quiere decir, de los que no han aprendido, no han sabido o ni han querido dar los otros. El muchacho está visiblemente contrariado por la actitud del público, justificada, aunque no contra él. Con pocos pases más, media perpendicular, otra media igual, ambas dadas sin pasar la cara. El trianero vuelve al estribo después del lamentable debut, entre una uta, de la que el 90 por 100 corresponde a la empresa».

    Mucho más rompedor, ‘El Tío Caracoles’ en las páginas de ‘El Siglo Futuro’ no se concede un respiro: «El ‘fenómeno’ Belmonte es un matador de cabras locas. Ayer resultó un pincha-ratas. Cuando le veamos con TOROS, juzgaremos; hoy sólo ha toreado becerros de 12 arrobas».

     El cronista de ‘El Globo’ compite con su compañero a la hora de ver quién es más escueto. En este caso, toda su referencia es la siguiente: «Belmonte en su primero estuvo desafortunado, y en el último con la capa estuvo artista y ceñido, aunque desgraciadísimo al herir. El ‘clou’ de la tarde era Belmonte, quien estuvo a dos dedos de un fracaso gordo, y sin que sea darla de agoreros, el fracaso es muy posible llegue antes de lo que la gente supone».

     Al final, junto a ‘Dulzuras’, quien más abiertamente apuesta por Belmonte es ‘Don Modesto’ en las páginas de ‘El Liberal’. Y así, a titulo exculpatorio inicial escribe: «Todos sus mayores enemigos, en apretada pifia y sabiamente aconsejados, no le hubieran logrado preparar una ratonera más hábil ni más astuta. Si ayer no cayó Belmonte desde su pedestal y se rompió́ la frente contra el suelo, fué precisamente por ser fenómeno. Fenómeno en lo suyo, no pretendan ustedes que ahora nos borre Belmonte a Salvador dando estocadas». Y más adelante insiste: «Esa su manera, de torear de capa y ese su modo de jugar la muleta, todo ello en lucha franca, cara a cara con el bruto, que ‘le lame’ cien veces los alamares de la taleguilla, no tiene ni ha tenido igual nunca en la lidia do los toros. Es un asombro; es un caso increíble si no se viera. Es un fenómeno».

      Entrando ya en lo que el propio doctorado, Don Modesto reconoce que «el torete fué protestado al presentarse, porque, realmente, no era digno de figurar en una corrida seria y de tanto tronío». Pero luego narra su actuación en los siguientes términos: «Los cuernos del bruto rozaban a cada paso la boca del estómago del lidiador. Cada, vez el grupo del toro y del torero disminuía de tamaño, porque casi se abrazaban. ¡Un asombro! Y dos pases naturales. corriendo la mano, prendido el hocico del torete. a los vuelos de la bandera. Y dando tripita para demostrar que no había encorvamiento y con la barbilla metida en el pecho, y la mano del engaño baja, describiendo lentamente un semicírculo. Y enmendarse, girando sobre los talones, para buscar la cara del toro. Y otro pase. igual indescriptible -¿quién ha toreado nunca mejor?-, y uno forzado de pecho, y otros altos apretadísimos, y un molinete, pegándose al costillar, y otro natural, inmenso… ¡qué sé yo! Una faena de muleta que ponía los pelos de punta y la carne de gallina, y que repercutía en el corazón, atropellándose la sangre…».

     Y luego trasladaba al lector una especie de diálogo imaginario:

«-¡Que haga eso con un toro!, gritaban los tradicionalistas.
-Es lo mismo. Que se haga con un toro, que se haga con un perro 0 que se haga con un gato. Siempre será́ estupendamente admirable.
-Es que con un toro de muchos pitones no se puede hacer.
-Eso ya lo veremos. Por lo pronto, debemos juzgar lo que se hace, no lo que podrá hacer»
.

Y no pudo matar al sexto

     Luego con el que cerraba plaza, una vez que el titular fue devuelto a corrales, Juan Belmonte dejó algunas cosas sueltas. De todo ello destacó -según ‘Dulzuras’- «dos naturales superiores, otro de rodillas, que no gustó, y dos molinetes, el primer superior y el otro no». Al entrar a matar se lesionó la muñeca y aunque se empeñara Juan en intentar matarlo, Machaquito le quitó «el estoque por la fuerza y da un pinchazo, una corta y un descabello a la tercera», mientras Belmonte pasaba a la enfermería.

     Con todo, Paco Media-Luna en las páginas de ‘El Toreo’ se muestra más optimista, cuando describe que Belmonte «empezó́ a pasar con suma quietud, dando un pase de rodillas; esperando en tal posición siguió́ con naturales magníficos, añadió́ molinetes y otro de rodillas, y entró a herir recto para dar un pinchazo, saliendo prendido por la manga derecha», para luego reseñar la lesión y la decisión tajante de Machaco.

Colofón final de Don Modesto

     Contado así el desarrollo del acontecimiento, el gran colofón, la declaración rotunda de su fe en el belmontismo naciente, la puso Don Modesto, que concluía su crónica en estos términos: «¡Ya es matador de toros Juanito Belmonte! iMatador de toros, dije! ¡Belmonte, con el capote y con la muleta, es un fenómeno! ¿Durará mucho? Eso los toros lo dirán. Pero si le mata un toro, este toro habrá matado al mayor fenómeno que hasta la fecha ha tenido la Tauromaquia. No lo duden ustedes».


*Publicado en la web taurología.com

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