Javier Jiménez, se ha despedido de novillero ante sus paisanos en tarde fría en la climatología pero caliente en el ambiente de una gente deseosa de su triunfo. Con oficio y un valor indiscutible, el sevillano ha paseado siete orejas y un rabo tras la lidia de siete novillos.
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Manuel Viera.-
Redescubrir por medio de un valor indiscutible y una técnica encomiable la considerable valía de Javier Jiménez revela su concepto y, sobre todo, ratifica lo hecho y dicho durante toda una temporada en las distintas plazas de toros de España y Francia. Además, ha proporcionado una visión fresca de una tauromaquia prometedora. El torero de Espartinas no sólo supo dominar los muchos escollos que le ha planteado la lidia, sino que además supo hacerlo con un encomiable oficio no exento de buen toreo.
No hubo grandes cosas en una tarde desangelada en la climatología, con fuerte viento y amenaza de lluvia; pese a todo sí tuvo momentos suficientes como para subirse al carro del triunfo. El sevillano es un todoterreno del toreo que ha dado pruebas de solvencia en tardes muy dispares, y la de hoy así la ha sido. Cada una de sus faenas mantuvo la expectación ante la posibilidad de que mostrase esas condiciones que se vislumbran notables y, no sin esfuerzo, agotó todas las oportunidades para un éxito que le llegó sin demasiada rotundidad, con la noche encima y el regalo del buen novillo, lidiado como sobrero, de la ganadería de Espartaco.
Toreó sin apreturas pero largo con la diestra al buen utrero primero de la ganadería de Toros de Santa Ana. Incluso los naturales tuvieron la virtud de un buen temple y mejor remate. La media estocada caída y perpendicular sólo le proporcionó una oreja. En la lidia del segundo de Benjumea, al que le apretaron en varas, sobresalieron las hilvanadas tandas con la derecha, largas, aunque con tendencia hacia afuera. Tras dibujar el trazo del natural acortó distancias para dejar, después, media estocada con la que fulminó al parado novillo. Complicado fue el tercero de Espartaco, muy discontinuo en sus dispares embestidas. Tras faena desigual y demasiada enganchada mató mal. Con el noble cuarto, también de Espartaco, se lució en quites y, sobre todo, en un trasteo técnicamente perfecto, aunque con la nota negativa de algún que otro alcance de la tela. Tras la estocada al encuentro paseó las dos orejas.
Fue bueno y noble el quinto de Benjumea, al que Javier toreó con la derecha. Fueron muletazos largos, bien hilvanados pero sin demasiado contenido. Al final acortó las distancias para terminar con un toreo encimista de pases mirando al tendido y desplantes rodillas en tierra. Con la espada no estuvo bien. Muy deslucido y complicado resultó el sexto de Espartaco, al que el sevillano banderilleó sin demasiado acierto. Faena bullidora que de inmediato caló en los tendidos. Pero lo mejor vino con el regalo del sobrero, un novillo noble y demostrada clase, al que el diestro de Espartinas le realizó una faena ambiciosa que se vivió con auténtico placer. Tanto, que al final acabó a hombros de su hermano y paseando las dos orejas y el rabo del buen novillo de Espartaco.
Javier Jiménez se despidió de novillero en triunfo ante sus paisanos con la promesa de que lo que ha de venir será aún mejor.