GALLEANDO

Y a esto que Morante… toreó

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Monumento a la verónica de Morante en Logroño. (Foto: mundororo.com)
Monumento a la verónica de Morante en Logroño. (Foto: mundororo.com)

«…Y a esto que… toreó. Y lo hizo de una forma detallista, pura, generosa, embaucadora… con una alta capacidad de ingenio capaz de inventar lo sublime, aún no siéndolo, expresando su admirable estilo. Le volaron los dedos con los que meció el capote de la misma manera que ralentizó la naturalidad de una muleta henchida de gracia y encanto…”

Manuel Viera.-

     El sueño de cada día que eleva las miras más allá, y más allá, se hizo en la tierra amarilla de la moderna plaza de toros de Logroño. De hecho, cada comparecencia es una nueva esperanza. Una prolongación de deseos en ese universo de lances y pases que el artista forja con la bravura como materia prima válida para su monumento al toreo. La memoria, poderosa diosa que todo lo recuerda y enemiga del olvido, mantiene grabada el excepcional, apasionante y desbordante hacer de quien ofreció una tauromaquia, de belleza estremecedora, sin dejar de clamar por la preceptiva pureza. Una auténtica joya.

     Parece como si las telas de su capote y muleta contuviesen entre sus hilos historias de leyendas del toreo de todos los tiempos. Fragmentos de antiguos maestros que él captura sumergiéndose en sus entrañas, y expresa en efímeras secuencias de una lidia que enloquece, mientras mantiene el tono de las pasiones extremas. Este torero, figura clave de la Tauromaquia actual, hace intuir cada tarde la adopción de un concepto en el que reúne lo antiguo y lo moderno con los principios básicos del valor y la verdad, evidenciando una expresión artística sin límites en la creatividad. De la misma manera que sus emotivas y apasionadas formas logran el poderoso efecto de hacer sentirse a quien lo ve en otra galaxia.

     Y a esto que… toreó. Y lo hizo de una forma detallista, pura, generosa, embaucadora… con una alta capacidad de ingenio capaz de inventar lo sublime, aún no siéndolo, expresando su admirable estilo. Le volaron los dedos con los que meció el capote de la misma manera que ralentizó la naturalidad de una muleta henchida de gracia y encanto.

     A Morante se le sueña y se le espera. Ahora, en Sevilla por San Miguel. Y estaré allí porque sospecho que algo es posible. Porque su arte seguirá convirtiéndose en lo efímero de un momento mágico. Porque se dará otra circunstancia similar a la de encontrar al sevillano de La Puebla en estado de gracia, y al toro conjuntado en la idea común e inmutable. La Ribera tuvo la excelencia imprevisible y siempre sorprendente. La Maestranza, el lugar de otro asalto a la gloria. Que, seguro, dará.


*Manuel Viera es redactor y responsable de las crónicas de Sevilla Taurina. (manuelviera.com)

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