Los novilleros Amor Rodríguez y Juan Pablo LLaguno le han cortado una oreja a sus respectivos erales en el último festejo clasificatorio de promoción en la Maestranza. El sevillano Daniel Araujo dio una vuelta al ruedo tras sortear el peor lote de la novillada de Antonio y Manuel Tornay que resultó, en general, floja y de escaso juego.
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Manuel Viera.-
No hubo forma de hacer valer un concepto que tiene su interés. Daniel Araujo sólo pudo apuntar detalles de unas formas de serena elegancia en una faena de encomiables muletazos sueltos que no pudieron tener continuidad por las condiciones de un eral sin fuerzas que se derrumbó tras ser sometido al mínimo esfuerzo. La calidad de la embestida se perdió en el nulo fondo. El aspirante de Utrera lo hizo todo muy despacio, muy seguro, e incluso dejó la muestra de unos naturales con clase muy bien rematados con los obligados de pecho. Una faena que no llegó a coger altura, pero que dejó en el ruedo maestrante momentos de calidad. La espada se le atravesó.
Con el complicado y mal lidiado cuarto volvió a mostrar seguridad y sapiencia en su quehacer sin poder conseguir su objetivo. No es el capote su mejor arma, pero sí supo después entender, en una faena desigual, las dificultades de un eral a la defensiva, muy protestón y rajado al final. Volvió a lucir más la izquierda que la derecha y, esta vez, mató con brevedad.
Amor Rodríguez incluyó el ingrediente del natural para conseguir una oreja que le ha proporcionado el pase a la final. La faena al flojo quinto eral de Antonio y Manuel Tornay tuvo en el toreo zurdo su mayor interés. Un ramillete de naturales cadenciosos, largos, limpios y claros le dieron contenido a un trasteo que resultó desigual con la derecha pero con los ingredientes necesarios para puntuar. Decisiva estocada y oreja. Con el noble segundo mostró demasiada desigualdad en los trazos diestros. Algunos menos auténticos que otros. Volvió a demostrar mejor condición con la izquierda que con la derecha en una faena larga e intermitente que se quedó sin rematar.
Demasiado mecánico en su quehacer anduvo Juan Pablo Llaguno en la lidia del noble, aunque descompuesto, tercero. No se mostró seguro en un trasteo de muchos pases y escaso contenido. Optó por el toreo de cercanías en un final más vibrante que llegó con claridad a sus muchos seguidores. Metió la espada tras pinchar y le obligaron a saludar.
El notable toreo del mexicano llegó en la segunda entrega de manera más contundente. Sus formas, sensiblemente más frescas y más seguras, tuvieron mayor interés en una faena que remontó vuelo al natural. Los muletazos zurdos integraron una serie de toreo a izquierda largo, profundo, de ejecución más templada y bien rematado con buenos pases de pecho y notables adornos. Un toreo que caló en la gente que, a pesar del pinchazo, le pidieron con fuerza una oreja con pasaporte a la final.
AL NATURAL |
Esos nombres…
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Francisco Mateos.- El nombre de un torero es como su tarjeta de presentación. Sólo con el nombre o apodo ya le puede sugerir una sensación al aficionado, una intuición. Y algunos no sólo con el nombre, sino con su lema, como Padilla ‘El ciclón de Jerez’, que le viene perfecto; o Manuel Díaz ‘El Cordobés’ y ‘La revolución’ en los pueblos de sus inicios; o por cercanía sevillana, Manuel Ruiz ‘Manili’, ‘El tigre de Cantillana’, que desde luego hacía honores a su aguerrido y entregado toreo. En esto de los apodos siempre digo que cuidado con los diminutivos o nombres cariñosos: El Niño de la Capea ya era madurito para llamarle Niño. Eso debió pensar, y muy acertadamente, Daniel Luque, que en sus inicios se anunciaba como ‘El Dani’. Es como El Juli, que lo mantiene aunque ya no le pega mucho ese diminutivo, ni por edad (aunque mantiene siempre una cara aniñada) ni por su maduro toreo. El nombre debe ser sencillo y, sobre todo, ser taurino. En la Maestranza han llegado a anunciarse nombres pintorescos. Recuerdo así, a bote pronto, un ‘Nacho’. ¿Habrá nombre más taurino que Ignacio, para usar el de Nacho? No pasa igual con otros nombres, que tan taurino es José como Pepe, o Francisco como Curro o Paco. Y con este de Francisco nos vale lo de Curro y Paco, pero desde luego no lo de Fran, como uno de los chavales que ha toreado en estas de promoción, Fran Trillo. Pero lo de Nacho es ganas de cargarse la torería del nombre de Ignacio. Es como si Ponce se anunciara como Quique Ponce. Pues mire, yo con Quique y Nacho quedo por las noches para tomarme copas, pero para anunciarse en un cartel de toros, pues como que no. Y no les quiero ya comentar los de Adrián, Abraham o Jonathan, que los hay. Y esta misma noche, ese nombre de uno de los anunciados: Amor… Sí, como han leído: Amor Rodríguez… ¿Cómo se puede anunciar un torero bajo el nombre de Amor? Al margen de la valía del muchacho, que ahí está su oreja y su pase a la final del próximo jueves, lo del nombre es para cambiarlo de inmediato. No sé si será hermano del ‘Cristo del Amor’, pero por Dios… ni por eso… No me veo yo haciéndole una entrevista al chico y diciéndole: «Amor, ¿cómo es tu toreo?» Para mí que eso suena más bien a una melosa declaración íntima de pareja, más que a una conversación taurina. |
GALERÍA GRÁFICA (lopezmatito.com) |
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