Diego Ventura ha cortado cuatro orejas en su ‘encerrona’ en solitario ante seis astados de Bohórquez y ha salido a hombros por la Puerta del Príncipe tras una actuación sin estridencias y escaso entusiasmo. Sólo en la lidia del sexto astado consiguió la emoción necesaria de su toreo.
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Manuel Viera.-
Sucedió al final. La torería apabullante de ‘Pegaso’ logró rematar una tarde que se esfumaba sin el contundente triunfo. Lo cierto es que los que casi llenaron la Maestranza se han marchado satisfechos tras presenciar un festejo, justo en el metraje y emotivo y fastuoso en el epílogo, con la deseada salida por la Puerta del Príncipe de Diego Ventura.
Y es que la espectacular forma de realizar la suerte con el caballo torero al noble sexto enloqueció a los tendidos. El portugués-sevillano deleitó a la gente al clavar banderillas a una mano. Citó de lejos, se aproximó lentamente, fijó en el caballo la mirada del toro, se fue hacia atrás con verdadera elegancia, alzó su voz y esperó la acometida para clavar arriba. De igual manera hizo la suerte con un segundo garapullo, pero esta vez para quebrar y clavar con auténtica verdad y levantar al público de sus asientos. Con ‘Milagro’ lo hizo todo muy despacio. Dejó llegar al toro al caballo y volvió a dejar los palos en todo lo alto. Como la suerte de matar, esta vez, la dominó a la perfección, tras clavar banderillas cortas con ‘Colorao’, dejó en el hoyo el rejón con el que tumbó al toro sin puntilla. Dos orejas que le habría el paso hacia la puerta de la gloria.
Ventura ha logrado con el perfecto adiestramiento de las cabalgaduras y un estilo mezcla de verdad y espectacularidad las más altas cotas de credibilidad. Lo mostró por momentos durante una lidia sin estridencias, sin aparatosas cabalgadas para la galería. Pese a ello la tarde transcurrió monótona y repetitiva, con la excepción única de la suerte de la garrocha a la salida de tercero. La sosería predominante de los nobles toros de Fermín Bohórquez no ayudó a la acostumbrada vistosidad de las distintas suertes. Predominaron las piruetas y una exhibición de doma con el primer toro de la tarde. Con ‘Chalana’ clavó al quiebro y con ‘Remate’ dejó arriba banderillas cortas sin solución de continuidad. En rejón de muerte no entró hasta la cuarta ocasión y todo quedó en nada.
Con ‘Nazarí’ se lució cabalgando a dos pistas llevando imantado al estribo en completa vuelta al ruedo al manso segundo. Temple en la ejecución de la suerte para clavar a una mano, y algún que otro fallo montando a ‘Ordóñez’. Las cortas al violín y las llamativas piruetas completaron una lidia a la que le faltó rematar con el acero. En dos tiempos, sin soltar, introdujo el rejón. Y eso está mal.
Al sosote tercero lo recibió de salida con la garrocha fijándolo en los medios. Le clavó un segundo rejón de castigo al fallar con el primero. Dejó banderillas a una mano a lomos de de ‘Oro’ sin emoción. Y sin demasiado ruido clavó a dos manos montando a ‘Remate’. Rejonazo en los bajos y oreja.
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Compartió banderillas con los sobresalientes Sergio Domínguez y Andrés Romero durante la lidia del cuarto. Ambos caballeros lo hicieron al quiebro, mientras que en Ventura predominó el adorno de la cabalgadura andado de rodillas. Repetitiva postura que parte del público no admitió. Clavó al violín, y con ‘Colorao’ vuelve a dejar banderillas cortas arriba. Efectivo rejón que tumba sin puntilla y nueva oreja. |
Montando a ‘Morante’ citó en la distancia corta al quinto. Muy despacio y muy puro clavó al estribo llegándole muy cerca en una labor técnica y arriesgada. Los acostumbrados mordiscos, y el reaparecido caballo que se va entre aplausos camino de la puerta de cuadrillas. Banderillas cortas con ‘Colorao’, pinchazo, y fulminante estocada que termina con la vida del apagado toro. Le piden la oreja que el presidente, acertadamente, no concede.
A Diego Ventura se lo llevaron de nuevo, por octava vez, camino de la Puerta del Príncipe. Ya digo, sin demasiada estridencia.
AL NATURAL |
Del ‘borjamari’ al «primooo, ayyyy»
Francisco Mateos.- Que en los festejos de rejones existe un público distinto al habitual de las demás corridas feriales de a pie es una evidencia que es conocida. De momento, hay un público femenino mucho más amplio que el resto de días. Mujeres tanto jóvenes como mayores. Y es que muchos aficionados a los toros lo suelen ser poco a los rejones, y prefiern un ‘descanso’ entre tantos días seguidos de corridas, cediendo las entradas a hijas y sus amigas, familiares,… Pero lo que sí es cada vez más visible entre el público asistente a los rejones en Sevilla entre los varones es la identificación de dos ‘especímenes’ muy definidos. Por un lado los ‘borjamaris’, de pelo engominado, chaqueta colorida ajustada al cuerpo -preferiblemente de rayas y con las imprescindibles coderas-, corbata de nudo bien gordote, y a ser posible con el primer morenito playero. Es curioso, porque parecen todos fotocopias de un mismo original. Los ‘borjamaris’ de las corridas de rejones -que llegan casi todos con el abono de papá- dan a entender que entienden de caballos como si los hubieran parido una yegua, hablan y hablan con sus i-Phone por los alrededores de la Puerta del Príncipe como si estuvieran comprando acciones, con estrés impropio de un día de ocio, son efusivos a más no poder en los saludos, relamidos en adular a las amigas, y por supuesto nadie sabe más que ellos de rejones y de caballos. Sacan en conversaciones la casa de la playa, la del Rocío o que han cambiado de coche. Algunos le señalan como los actuales herederos del ‘señorito andaluz’, pero de un ‘refinamiento especial’, y otros los confuden -equivocadamente- con el típico sevillano; nada más lejos de la realidad, afortunadamente. Y el otro especímen muy identificado en estas corridas de rejones llega desde los pueblos de la provincia, con patillas bien amplia y pobladas, vaqueros apretados y de cintura alta, camisa casi siempre blanca, botos camperos, y cabeza rematada con sombrero de ala ancha o gorrilla campera. Suelen tener un palillo de madera en las comisuras de los labios que mordisquean y pasan de un extremo al otro del labio con un virtuosismo sorprendente. Voz ronca, tez morena de campo -que no playero como los ‘borjamaris’-, con surcos en la piel por el paso del tiempo y del trabajo. Hablan y hablan de caballos, pero estos sí entienden; a su modo, pero entienden. Vienen a ver los caballos, no entran en valoraciones de pureza del rejoneo, sino a disfrutar de las detrezas de los caballos. Suelen identificarse muy bien sólo por sus saludos. Al cruzarse cerca o incluso a la media distancia, el ritual del saludo se repite: «Primoooooo», a lo que el amigo -que no primo-, responde acertadamente con un profundo y sostenido en grave alto: «Aaaayyyyyyyyy». |
DIEZ GANANDO UN PASO |
Se podía esperar…
Javier García Baquero (Ambitotoros).-
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LA CORRIDA, AL COMPÁS |
De espuela y plata
Fernando Naranjo.- Bajo este sol de Sevilla Calentitos y buñuelos, Hoy Sevilla en la portada |
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Dios mío, ¡cuántos caballos Aparecerán los dioses, A lomos del tal ‘Pegaso’ |
GALERÍA GRÁFICA (lopezmatito.com) |
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OTRAS IMÁGENES (Javier Martínez) |
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