«…tras años de impunidad silenciosa, la falta de acuerdo entre las partes ha llevado ahora a la revelación de cifras contradictorias entre los cuñados Pagés y el recurrente Canal Plus. Como en un juego de trileros, durante más de veinte años los hay que han sabido mover bien los cubiletes para despistar sobre el dinero real que ingresaban por derechos de imagen…»
Paco Aguado.-
Desde que en un San Isidro de primeros de los noventa, la primera feria emitida por una cadena de pago, los hermanos Lozano se inventaron aquello del ‘lucro cesante’, el dinero que han aportado las televisiones privadas al mundo del toro en España siempre ha sido un interesado misterio. Aquella argucia de Toresma, con la que intentaron ocultar que Canal Plus pagaba por corrida bastante más de lo que se les dijo a los toreros, marcó al empresariado las pautas a seguir en este aspecto durante las dos décadas siguientes, ya fuera con esta o con otra televisión.
Y es así como, tras años de impunidad silenciosa, la falta de acuerdo entre las partes ha llevado ahora a la revelación de cifras contradictorias entre los cuñados Pagés y el recurrente Canal Plus, al final de la, aparentemente, fallida negociación por la emisión de la próxima Feria de Sevilla. Como en un juego de trileros, de esos que se montan improvisadamente en la calle y preguntan «¿dónde quedó la bolita?», durante más de veinte años los hay que han sabido mover bien los cubiletes para despistar sobre el dinero real que ingresaban por derechos de imagen, y más aún cuando, recién sacrificadas las ‘vacas gordas’, cada vez ha habido menos tarta para repartir.
No pasó así a finales de los noventa, cuando se ataban los perros con longaniza y Vía Digital, la desaparecida plataforma promovida por Telefónica y el Partido Popular, ejerció de nuevo rico y tiró de billetera hasta con grosería. Así consiguió quitarle por unos años al ‘socialista’ Canal Plus la emisión de San Isidro, pagando hasta treinta o treinta y cinco ‘kilos’ de aquellas pesetas ¡por un solo pase! de cada corrida, como exigieron los Lozano, sólo pendientes de sus intereses particulares, no de los de la Fiesta, en el asunto televisivo.
Beneficiaria, gran beneficiaria, de los excesos de Vía Digital fue también la empresa Pagés justo cuando más lo necesitaba, tras la muerte de Diodoro Canorea. La ‘herencia’ recibida por su hijo Eduardo y la esposa de Ramón Valencia, que se rumoreaba en torno a varios cientos de millones de pesetas en deudas, se pudo enjugar en gran medida por las altas cifras que pagaron los ‘responsables’ de aquella desprendida plataforma.
Y no sólo por la emisión íntegra de la Feria de Abril sino también por la de todas las novilladas del abono –se habló entonces de veinte millones por cada una– y corridas como la del 15 de agosto, un pastiche hasta con forcados de por medio. Los beneficios totales por ingresos de televisión, caído el último toro el 12 de octubre, debieron ser espectaculares ese año en las oficinas de la calle Adriano.
Intuyendo que lo que cobraban por televisarse era sólo la punta de un gran iceberg, muchos toreros, los verdaderos protagonistas de las transmisiones, se concienciaron en defender sus lícitos intereses en este desigualísimo reparto. Primero, a través de la Asociación de Matadores, en un intento fracasado por la deserción de alguno de los que después engrosaron el G-10. Como también se desligaron otros del posterior plante promovido por Joselito y José Tomás, tras el que ambos fueron zarandeados sin miramientos por la prensa afín a la interesada alianza de medios y empresas.
Cuando las cosas han cambiado, cuando la crisis ha acabado con la juerga y los nuevos toreros se han ido resignando mansamente, Canal Plus ha seguido manteniendo la llama de los toros en la televisión de pago, aunque, lógicamente, alimentándola con mucha menos leña. Sólo que los que han seguido calentándose con ella son los mismos que disfrutaron con la gran hoguera de los buenos tiempos. Revistiendo el negocio con la excusa de la necesaria promoción –pero en el perjudicial gueto minoritario del pay per view– y sin deberse siquiera a unos mínimos por derechos de imagen para los toreros, muchos empresarios han salvado así su balance con ferias mediocres y de carteles baratos, haciendo prevalecer sus intereses y los de los abonados de salón a los de los abonados de tendido, que siempre debieron ser su verdadera referencia.
No es de extrañar, pues, ese baile de cifras, esa gran distancia entre lo que la televisión dice que paga y lo que la empresa dice que cobra –por cierto, con mucho plazo de demora en el caso del Plus–. Siendo contratos privados los que la especifican, difícilmente podremos saber la verdadera cantidad con la que se juega y la parte que se podría estar ocultando a los protagonistas. Y menos aún si llegamos a pensar que tal vez no sean sólo los toreros los que entren en el reparto. Como pasa en tantos otros asuntos, además de contar en el debe con el gran pellizco de los propietarios de las plazas, puede ser que durante todo este tiempo por el camino de la tele a la oficina se hayan quedado muchos millones en el hoyo de las comisiones. ¿No estará ahí esa diferencia de cifras que estos días tiene intrigada a tanta gente?
*Paco Aguado es periodista taurino. / Publicado en el portal altoromexico.com
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