«…Aquella Sevilla que fue tan gallista que hasta levantó una plaza de toros para su ídolo, la Monumental, muerto José se hizo belmontista. Nadie se acuerda de Joselito, ni de su mausoleo en el cementerio, ni de los Hércules de la Alameda con crespones negros en su entierro…»
Antonio Burgos.-
En la dual y barroca oposición de contrarios de Sevilla, se cita como clásico el enfrentamiento entre Joselito y Belmonte, nuevas Justa y Rufina que sostuvieron la Giralda del toreo en su Edad de Oro. José y Juan forman parte de la retahíla de duales de Macarena y Esperanza de Triana, Sevilla y Betis, y etcétera y etcétera. Son la Sevilla apolínea y la dionisíasca las que subyacen en estas dualidades. Y en la materia torera que nos ocupa, Joselito era lo apolíneo; Belmonte, lo dionisíaco.
Es tiempo de recordación de los dos grandes toreros de Sevilla, con ocasión de fechas redondas. El 8 de abril hizo 50 años de la muerte de Belmonte, que se pegó un tiro en ‘Gómez Cardeña’ con una pequeña pistola, que por cierto estuvo expuesta en su día en el Museo de la Policía que la Dirección General del Cuerpo tenía en la calle Miguel Ángel de Madrid, junto a históricas piezas de convicción o famosas armas del crimen. Desmontado ese museo policial y trasladado a Ávila, por más que he preguntado (¿verdad, Juan Rojo?) nadie ha sabido decirme el paradero de la pistola de pequeño calibre con la que Belmonte se quitó la vida. Mi idea es que igual que la pistola con la que Larra se suicidó está en el Museo Romántico de Madrid, el arma de la tragedia final de Belmonte debería figurar con todos los honores y respetos en el Museo de la Plaza de los Toros de Sevilla.
Muerte por muerte, ese tiro de ‘Gómez Cardeña’ hizo nacer a Belmonte a la mitología del toreo más que el pitón de ‘Bailaor’ que acabó en Talavera con la vida de su rival ante las masas, con José Gómez Ortega ‘Gallito’. Cuentan que Belmonte, pasando un día por el monumento a Joselito en Gelves, comentó amargamente:
–José me ganó la ‘partía’ en Talavera.
Creo que no. Juan fue el que le ganó la partida de la Historia a José. Y no en la plaza de toros, sino entre intelectuales y mitógrafos. Sus amigos los escritores, los poetas, los artistas hicieron de Juan un mito, empezando por Chaves Nogales, que lo convirtió en clásico de la literatura taurina. A Joselito le faltó literatura, quitando algún poema de Alberti, quitando alguna copla de repeluco: «Que por Gelves viene el río/teñío/con sangre de los Ortega». Quien le ganó la partía fue Juan a José. Y no en Talavera, sino en Alianza Editorial. En el cincuentenario de su muerte se vio: cómo se celebró en Sevilla, como una fiesta, algo tan triste como que un hombre se pegara un tiro en el atardecer de su vida.
Aquella Sevilla que fue tan gallista que hasta levantó una plaza de toros para su ídolo, la Monumental, muerto José se hizo belmontista. Nadie se acuerda de Joselito, ni de su mausoleo en el cementerio, ni de los Hércules de la Alameda con crespones negros en su entierro. En cambio, todo el mundo cita a Belmonte según Chaves. Joselito no tuvo su Chaves Nogales y se nota. Por eso me alegra que alguien se acuerde de que este año se celebra el centenario de la alternativa de Gallito, en la Feria de San Miguel de 1912, el 28 de septiembre, que se la dio su hermano Rafael, quien le cedió un toro de Moreno Santamaría. Un Joselito que entonces ya era un mito a sus 17 años. Un mito medio olvidado ahora en su Sevilla, ciudad que se hizo belmontista. Por eso me alegra que la Real Academia de Bellas Artes conmemore desde ayer la alternativa de José con un ciclo de tres conferencias en la Real Maestranza. La presidenta de la Academia dice que es ‘el triduo a Joselito’. Un triduo me parece poco, querida Isabel León. Esta Sevilla tan gallista que se ha vuelto tardobelmontista le sigue debiendo a José, aparte de tu triduo, una novena y un septenario, porque a su memoria y a cuanto fue en el toreo según Sevilla le están haciendo pasar el quinario.
*Antonio Burgos es escritor y periodista sevillano. / Publicado en ABC-Sevilla.
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