El alumno de la Escuela de Tauromaquia de Sevilla, Francisco Lama de Góngora ha sido proclamado triunfador del ciclo tras cortar una oreja en la novillada final. Miguel Ángel León, que dio una vuelta al ruedo, fue clasificado segundo, ocupando el tercer lugar el también sevillano Alejandro Pavón.
Lama de Góngora torea con personalidad, con distinción y elegancia. Perfecto el natural y bonita la expresión del detalle. Sin forzar la figura |
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Manuel Viera.-
Aún muestra cara de niño en patio de instituto. En su expresión, a un tiempo inocente y experta, hay una sugerente pasión por el arte de torear, y sus formas buscan incansablemente y descaradamente una Tauromaquia basada en un excepcional concepto. Su toreo se convierte en un estado emocional continuo sin dejar de ser fuente de inspiración en su expresiva naturalidad. Sueño de un torero diferente. Tiene 19 años, se llama Francisco Lama de Góngora, y esta noche casi ha llenado la Maestranza.
Torea con personalidad, con distinción y elegancia. Perfecto el natural y bonita la expresión del detalle. Sin necesidad de forzar la figura, el sevillano del barrio del Arenal ejecutó el toreo con aspiración artística y buen gusto. La faena al no fácil tercero fue de talento. Medida en el tiempo. Solvente y cuidada al extremo en razonable consecuencia de su contenido. Momentos de singular atractivo sobre todo con la izquierda, con la que supo entender a la perfección la dificultad de la embestida del ‘parladé’. Notables muletazos diestros, primorosamente hilvanados y rematados con soberbios pases de pecho, aflorando de manera inconfundible esa estética que conforma su lenguaje para decir el toreo. Personalidad y torería con la que tiene ilusionada a Sevilla y a su gente. Tras la desprendida estocada paseó la única oreja concedida en la calurosa noche de toros sevillana.
El sexto resultó soso, blando y demasiado parado. Faena inteligente, de muletazos a media altura, excesivos quizá en el número de cada tanda, pero matizada en la forma de ejecutarla. Irreprochable versión del natural citando de frente en un epílogo en el que faltó la firma con la espada.
El toreo de capa de Miguel Ángel León por sí solo tiene la facultad de emocionar. Despaciosidad, compás, finura, encanto en el lance a la verónica. Variedad en los diversos quites con un capote que maneja a la perfección. En realidad fue el toreo de capa la mejor muestra de calidad del sevillano de Gerena, porque, después, volvió a mostrar en las respectivas faenas un excesivo toreo en línea, despegado y con tendencia hacia fuera. Sin embargo, tuvo momentos de calidad la faena al notable primero, sobre todo con un toreo al natural templado y profundo, hilvanado y mejor rematado. Sensibilidad en los detalles y una espada que en nada casa con sus formas. Infames sablazos a ambos erales con los que los mandó al arrastre. La espada es su cruz.
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Con el noble y encastado cuarto volvió a mostrar su buen concepto en el toreo de capa, después de una portagayola descafeinada sí supo motivar al público con un toreo a la verónica despacioso, auténtico y muy bien rematado en los medios. Lo mejor, otra vez, de una lidia más acelerada en el trazo del muletazo diestro y con algo más de reposo en el natural. Faena larga, discontinua, con momentos de calidad pero sin alcanzar la cota deseada. Con el acero, mejor no contar. |
Alejandro Pavón también gusta y se gusta con el capote. Lo hace despacio, con ritmo y excelente remate. Replicó en quites, mostrándose seguro y solvente. El natural largo y cadencioso al segundo de Juan Pedro, blando y de sosas embestidas, sirvió para reconstruir una faena sin demasiado ajuste que se quedaba a medias. No obstante, la falta de emotividad acompañó el trasteo. Con el complicado quinto cumplió con los requisitos de echarle unas inmensas ganas por agradar. Algún que otro natural y poco más. Eso sí, es un pésimo matador.
A la finalización del festejo, el jurado proclamó triunfador del ciclo a Lama de Góngora, clasificó en segundo lugar a Miguel Ángel León y en tercer lugar a Alejandro Pavón, que serán premiados por la Real Maestranza de Caballería con un traje de torear, capote de paseo y capote de brega, respectivamente.
Terminó un ciclo de promoción que ha hecho historia en la Maestranza, quizás por esa mirada, alternativa y hacia delante, de Pagés. Casi llenos, bullicios, buen ambiente, expectación, buen toreo e ilusión. Las noches de toros en julio ya es nueva tradición sevillana. Que sea por mucho tiempo.
AL NATURAL |
Quien tiene un amigo tiene un tesoro
Francisco Mateos.-
Quien tiene un amigo, tiene un tesoro. Y en la Maestranza no ha sido uno -afortunadamente- sino muchos, muchísimos, los que este año han asistido a las novilladas de promoción. Así que muchos ‘amigos’ tiene la empresa Pagés… A cuidarlos. Escribo estas líneas desde Huelva; la dichosa coincidencia de la final de las novilladas de promoción con el arranque de Colombinas me obligan -como a varios compañeros de la prensa sevillana- a estar presente en Huelva para atender también el hermano pequeño recién nacido de nuestros tres portales: HUELVA TAURINA. Me llegan hasta el coso de La Merced ecos de la cantidad de gente que han asistido a la Maestranza. Es una alegría para todos. Tras los tambaleantes ciclos de promoción de años anteriores, antes de arrancar el actual algunos poníamos cautela sobre el haber metido la final en agosto y con la sombra de Huelva en Colombinas. Sin embargo, la misma Fiesta se rebela desde su interior y nos vuelve a demostrar la fuerza bruta que posee: mucha gente cada tarde de jueves. Es verdad que se ha corregido un error que me parece fundamental respecto al año anterior: la permisividad en acceder a la Maestranza con neveras, comidas y bebidas. Y no ha pasado altercado alguno.
La asistencia de público a una plaza de toros es la mejor de las noticias para todos en los momentos que atravesamos. La política de precios asequibles y la flexibilidad en el acceso, además de dos o tres chavales con mucho interés taurino y una legión de partidarios jóvenes, pueden haber sido las claves del resurgir extraordinario de público a estos festejos de promoción. Lo dicho: la empresa Pagés tiene muchos ‘amigos’ que le han hecho un guiño demostrando que existe afición y continuidad generacional si se trabaja bien sobre ellos. Ahora le toca a los empresarios cuidar ese tesoro.
GALERÍA GRÁFICA (lopezmatito.com) |
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