Polémica con el presidente de Alicante

Las gafas de Morante

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Morante le muestra unas gafas al presidente de Alicante tras negarle la segunda oreja. (FOTO: EFE)
Morante le muestra unas gafas al presidente de Alicante tras negarle la segunda oreja. (FOTO: EFE)

«…El presidente de la corrida del pasado día 21 en Alicante quiso acaparar todo el protagonismo de la tarde, pero Morante se lo impidió con su Tauromaquia y con un gesto de torero macho. El toreo está lleno de encorsetamientos y de reglas que constriñen la libertad de creación, y a veces también de absurdos tasadores del arte que se produce sobre el albero…»

Carlos Bueno.-

     ¿De dónde sacó Morante aquellas gafas? ¿Serían las de ver de cerca o se las pediría ‘prestadas’ a Curro Vázquez? ¿Las llevaba su mozo de estoques guardadas para cuando llegase la ocasión o todo surgió fruto de la rabia del momento? ¿Estaba preparado y estudiado, o fue algo improvisado y espontáneo? La verdad es que las gafas, fuesen de quien fuesen, volaron tendido arriba en dirección a la presidencia y ya no regresaron. Los aficionados a los toros son generalmente muy fetichistas y seguro que alguno las conservará como si del tesoro de ‘Las Mercedes’ se tratara. No tardará su poseedor en presumir de ostentar las famosas ‘gafas de Morante’, y hasta se convertirán en objeto de culto tal cual sucediese con la silla versallesca que el sevillano utilizó hace un par de años toreando en Nimes.

     Las susodichas gafas se las ofreció el torero de La Puebla al presidente de la corrida del 21 de junio en Alicante. Pudiera ser que, tratándose del primer día del verano, el usía no estuviese todavía aclimatado a los calores de la nueva estación y ello le impidiera ver con nitidez. O quizá Morante estaba en lo cierto y necesitaba unas lentes de mayor graduación para contemplar mejor lo que ocurría en el ruedo. Sucedió que el anacrónico diestro se acercó hasta el alguacilillo para recoger la solitaria oreja que le había sido concedida a pesar de que el clamor popular solicitaba la segunda. Tomó la oreja en una mano y, mientras se volvía hacia la presidencia, sacó unas gafas que ofreció al presidente haciéndole gestos de que incuestionablemente las necesitaba.

     No fue falta de educación, sino preocupación por la salud óptica de quien ocupaba el palco, porque era indiscutible que no veía bien. ¿Cómo si no, se entiende que no le otorgara la oreja del primero después de una faena repleta de pinceladas genuinas y rematada de una estocada que ya de por sí valía el trofeo? ¿Cómo si no se entiende que no hiciese justicia cuando volvió a rematar de soberano espadazo al segundo? Fue éste quehacer de temple y aroma, de suspiros y de quejíos, de pases de trazo largo y de remates rotos, de inspiración y gracia, de toreo sublime y de pellizco. Faena de dos orejas que uno, aquel que tenía el poder de calibrar lo que sucedía en el ruedo, decidió rebajar a la mitad. Sí, necesitaba unas gafas nuevas.

     Llegarán en esta Feria orejas que nada tendrán que ver con los quilates de toreo que ofreció Morante; de hecho ya pasó el día anterior. No importa, porque quienes miden el buen arte por calidad y no por cantidad tardarán en olvidar los platos de alta cocina que sirvió el de La Puebla. Nouvelle cuisine para sibaritas que huye del ‘plato lleno’ para zampones. Delicatessen para exquisitos paladares, no para zampabollos preocupados únicamente en engullir a destajo.

     Quiso el presidente acaparar todo el protagonismo de la tarde, pero Morante se lo impidió con su Tauromaquia y con un gesto de torero macho. A mí, personalmente, me gustó que quien es capaz de jugarse la vida ante un toro sea también valiente para protagonizar una ‘provocación’, un desafío, para rebelarse ante una injusticia. El toreo está lleno de encorsetamientos y de reglas que constriñen la libertad de creación, y a veces también de absurdos tasadores del arte que se produce sobre el albero. Lo dijo Morante y nos gustó a todos, menos al presidente y al propietario de las gafas.


*Publicado en Avance Taurino.


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