El último torero belmontiano lleva doce años alejado de los ruedos aunque ha seguido el día a día desde su puesto de comentarista de televisión hasta el pasado año. Ha cumplido 50 años y en la vida sigue las mismas pautas que su toreo. En esta entrevista desvela algunas claves de su filosofía.
Fernando Carrasco (ABC-Sevilla).-
Nacía, hace cincuenta años —se cumplieron el pasado día 23 de mayo—, tan sólo mes y medio después de que muriese Juan Belmonte. Y aquello debió marcar al niño prodigio que con tan sólo nueve años ya toreaba becerras y se hacía matador de toros a los 16. Porque su toreo siempre bebió de las fuentes del Pasmo de Triana y supo plasmar, como nadie, una forma de entender el toreo y la vida. Es, a qué dudarlo y después de doce años retirado de los ruedos, el último torero belmontiano.
Y Belmonte está en su pensamiento. No lo duda cuando lo nombramos. «Hoy hay ciertas cosas que están salidas de los cánones establecidos por Belmonte. Viene a colación de esa frase hecha de que hoy se torea mejor que nunca. Entonces, ¿es que los toreros actuales torean mejor que Paco Camino, El Viti, Ordóñez, Diego Puerta, Luis Miguel, Miguelín y que tantos y tantos? Yo no digo que Morante no toree muy bien, que José Tomás no sea el adalid del valor… pero las posturas o las colocaciones, a mí me parecen que son diferentes».
Y sentencia el de la calle Pureza. «En el toreo de Juan Belmonte, si recordamos por lo leído, su máxima era que el toro tenía que girar alrededor de él, y que había líneas curvas, no paralelas. Eso se basaba en que las puntas de los pies tenían que mirar a las puntas de los pitones y ahora eso no es así. Sobre todo en el segundo y en el tercer muletazo».
Así hemos visto faenas de Emilio Muñoz. Pero también es verdad que duran menos los toros. «Es que el toreo que yo he conocido eran veinte o veinticinco pases. Las faenas eran más cortas pero más intensas. Hablo de los conceptos. Después, uno habrá conseguido hacerlo más o menos veces, eso ya queda en la memoria de algunos. Pero a mí, sinceramente, me molesta que haya quien diga, con todos mis respetos y mi admiración a todos los toreros que hay, que hoy se torea mejor que nunca. Que hoy se le hacen al toro más cosas que nunca, por supuesto que sí porque también el toro lo permite. Se ha llegado a una perfección, entre comillas, de la embestida del toro. Hemos buscado una toreabilidad tan grande que quizá el toro haya perdido esa agresividad, que era lo que hacía que tú pudieses en un momento dado intentar quebrar a ese toro. Quebrar rompiéndolo, obligándolo».
Un lío con sólo 25 muletazos
¿Y hoy en día se puede formar un lío gordo con 25 muletazos? Nueva sentencia del trianero. «El único que puede hacerlo se llama Morante de la Puebla. Y tiene la obligación de torear mejor. Lo argumento: no torea igual con el capote que con la muleta. ¿Por qué? La colocación. Se coloca mucho mejor con el capote que con la muleta, le da más el pecho a los toros con el capote que con la muleta. Y voy a ser claro y directo: hoy se da un paso atrás en descargar la suerte, y paso que da uno atrás es paso que da adelante el toro. Por eso los segundos y los terceros muletazos ya tienes que estar prácticamente en la tabla del cuello del toro».
Son doce años los que han pasado desde que colgó, como él mismo lo llama, el ‘chispeante’. ¿Tanto ha cambiado el toreo? «Hay una serie de toreros que son los que modifican ciertas cosas. Después se van modificando éstas buscando otras formas de interpretación. En mi época el que rompe los esquemas del toreo se llama Paco Ojeda. Él daba un paso adelante. Bebe de las fuentes de Dámaso González. Después de Paco Ojeda, creo que un torero que bebe de sus fuentes, en la pureza, en su primera época sobre todo, es José Tomás. Y ahora también sigue siendo un torero que carga la suerte. Otra cosa es que haya momentos que parezca que se “amanoleta” más o menos. Y todo esto es la teoría de Belmonte. Hay un momento en el toreo que coincide con la emoción. Mientras más cerca te lo pases, más emoción hay. ¿Que es más difícil? ¿Que corres más riesgo? ¿Que es más fácil que te atrape? También, pero el toreo no son líneas paralelas».
Ese tipo de toreo no admite las medias tintas. Y Emilio Muñoz no ha sido un torero de medias tintas. «Yo no he sido una grandiosa figura del toreo, porque los toreros que tienen más vitola o más catalogación de figuras del toreo son aquellos que torean un mayor número de toros. Y ese toreo —el que él realizaba Muñoz— es más difícil realizárselo a un mayor número de toros».
Abunda en este aspecto. «No es lo mismo torear tres toros de diez que ocho de diez. ¿Sabes cuál es el problema de la Fiesta? Que al aficionado lo hemos ido, si no echando, sí yéndose. Y hemos ido atrayendo a más público. ¿Qué está pasando ahora? Que al irse perdiendo el aficionado y el público no tener ese atractivo, queda un vacío».
Romperse toreando
Le digo que no estoy de acuerdo con la cantidad y que, por ejemplo, todo el mundo recuerda el toro ‘Comedia’, de Cebada Gago, que indultó en Algeciras. Y fue en 1990. ¿Cuántos toreros han indultado decenas de toros y casi nadie se acuerda de las faenas? «En toreros de mi corte, las cosas son menores en cuanto a cantidad pero quizá más intensas. Lo que sí tengo claro es que hay una serie de faenas que la gente recuerda de Emilio Muñoz. Y no se les olvidan. Y además fueron con 25 pases. Porque además este tipo de concepto del toreo no permite más de esos pases. El toro no los aguanta… ni el toreo tampoco, porque te rompes. Los riñones, cuando acabas la faena, te duelen. Es un toreo que va hacia atrás y conjugar la velocidad de un toro con la ley física de que pase ese cuerpo por ahí, y además cerquita…».
Su concepto de la vida sigue las premisas de su toreo. Y tiene muy claro lo que es ahora, después de doce años fuera de los ruedos. «Desde que me quité del toreo, he procurado ser un civil. Porque ése es el gran error que comenten los toreros. Una cosa es vivir en torero y otra cosa es pensar como un torero. Si vives como un torero sin torear, eso es imposible. Otra cosa es que cuando te acuestes, sueñes como un torero. Porque yo no hay un día en que no me acueste y sueñe que voy a pegarle veinte pases a un toro… y siempre sale la plaza de toros de Sevilla. Pero uno tiene que tener la sensatez suficiente que ya no eres matador de toros».
Pero ese sueño de los 25 muletazos lo ha vivido Emilio Muñoz en la plaza de toros de Sevilla. Sonríe el trianero ahora. «Menos en Madrid, he tenido la suerte de poder desarrollar lo que siento en muchas plazas: Ronda, Barcelona, Valencia, que fue la plaza que me catapultó… Y aquí no quiero dejar de mencionar a Vicente Zabala. En la vida siempre hay personas que nos ayudan. Muchas veces decimos «yo lo he conseguido todo». No, mire usted; uno consigue las cosas pero hay personas que te ayudan a conseguirlas, y otras ayudan a que se te valore lo que consigues. Y una de esas personas, por su categoría, fue Vicente Zabala. Cuando escribió aquello de “Emilio Temple Muñoz”, me dio una categoría que me catapultó a la fama».
Ahora cambiamos de tercio. Le pregunto que con cuál de las dos etapas de su carrera como matador de toros se queda. No lo duda a la hora de contestar. «Me quedo con 1979, que fue mi temporada de alternativa y donde me di a conocer; las del 81 y 82, que fueron dos temporadas muy buenas; y después con la segunda época, sobre todo los años 90, 91, 92 y 93. ¿Por qué? Porque fue cuando pude desarrollar mi concepto del toreo».
Le refiero una frase que me dicen que es suya, una vez retirado: «Ya no veo toros debajo de la cama». Ríe. «Hubo una época en la que soñaba con toros y que me perseguían. Cuando tienes una actividad tan intensa y la amas tanto, llega a convertirse en una obsesión. Y en el toreo, igual que he recibido cosas buenas he pagado mi tributo. Yo he cobrado… he cobrado dinero y he cobrado cornadas. Y es verdad, hubo un momento, sobre todo cuando muere Paco —Paquirri—, que lo pasé muy mal. Tanto que dos años después me quité».
Los toros de faenas célebres
Nombro ahora Sevilla, su plaza. ¿Con qué se queda Emilio Muñoz de ella? «Con el olor a puerta de cuadrillas , al golpe de cerrojo, al movimiento de las plumas de los alguacilillos, al sonido de la banda de música, a las palmas, al sonido de las banderillas cuando chocan unas con otras; al ole, a ese ¡ay! del aficionado cuando dabas un paso atrás, a ese ole seco y ronco… muchas cosas».
De Sevilla al toro. Le pido que se quede con algunos de los que le han marcado en su carrera. Tampoco duda el de la calle Pureza. «‘Correrríos’ de Manolo González —en Sevilla, el año de su reaparición—, que fue el que me dio todo lo que vino después; un toro de Guardiola en Huelva en el año 91, de los que mejor recuerdo; otro en Ronda de Joaquín Buendía. Y ‘Jarabito’… que cada vez que lo veo creo que pude estar mejor. Siempre se puede estar mejor. Pero también peor».
¿Y qué echa de menos Emilio Muñoz tras doce años sin vestirse de luces? «Que cuando dejas de torear se muere el artista. Se muere algo de ti. Nunca me he sentido tan realizado que cuando toreaba. Puedes hacer otras cosas en tu vida pero el toreo es una actividad tan intensa que te llena por completo. Me retiré por voluntad propia cuando me di cuenta de que no podía desarrollar lo que yo quería. Cuando alcancé el cénit de mi carrera el toreo era como un desgarro del alma. Y cuando consideré que el desgarro eran jirones, me dije: Emilio, esto hace daño. Ya no es gozo, ya es daño».
¿Se le ha pasado por la cabeza volver a torear? Y es ahí donde uno se da cuenta de que en su forma de ser, como en su toreo abelmontado, no caben las medias tintas. «Para nada. Y si se me ha pasado por la mente, me ha durado dos segundos. Cuando he pensado que tenía que ponerme delante del pedazo de toro que hoy se lidia, rápidamente he dicho que donde me encuentro ahora estoy perfectamente. Empecé muy joven y la vida hay que vivirla, aunque vivir sin torear, y en eso coincido con José Tomás, es vivir menos. Vivir de otra forma».