Enrique Ponce y Cayetano han salido a hombros tras ejecutar faenas de distinto contenido. Lo mejor lo realizó el valenciano al cuarto toro de la tarde, un ejemplar de Hermanos Sampedro de excepcional calidad. Cayetano basó su toreo en la cadencia y la estética de sus formas, mientras que Luis Vilches le realizó una faena de importancia al quinto, malograda con la espada.
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Ponce volvió a demostrar capacidad para hacer una faena aparentemente simple, aunque siempre producto de una dúctil técnica. Mostró la esencia de un toreo sin maquillaje basado en la pureza de unas formas que parecen no tocar techo.
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Manuel Viera.-
Durante más dos décadas ha mantenido una posición de privilegio en el escalafón y una admirable regularidad. Ahora, en cualquier momento, puede conocerse/recordarse quién fue y quién es todavía. Lo hecho esta tarde es el testimonio impecable de una credibilidad bien justificada. Su toreo sigue asombrando por el vigor, la naturalidad, la portentosa técnica y la emotiva ligazón. La singularidad de lo hecho con el buen toro de Hermanos Sampedro lidiado en cuarto lugar no dejó lugar a la duda.
Ponce volvió a demostrar su capacidad para hacer una faena aparentemente simple, aunque siempre es producto de una compleja y dúctil elaboración técnica. Ejecutada desde su sensibilidad mostró, una vez más, la esencia de un toreo sin maquillaje basado en la pureza de unas formas que parecen no tocar techo. El trasteo, dentro de su clasicismo y sabor popular, fue muy bello, con algunos momentos realmente emotivos que sirvieron para poner al público en pie. Cadencia, temple y ligazón con la derecha. Cambios de manos sensacionales, poncinas que enloquecen a los tendidos. Adornos y… más y más y más pases en otra obra de larguísimo metraje. Un feo metisaca en los bajos emborronó su firma de maestro. Pese a ello paseó feliz el doble trofeo.
La faena de Cayetano al tercero tuvo naturalidad, recreándose en la estética, con suma delicadeza, aunque sin mando y sin ajuste en el largo toreo a derecha e izquierda. Pese a fallar con los aceros le pidieron y le concedieron una oreja. |
Lo que le hizo al primero no tuvo contenido. Porque el chico, aunque con enorme clase, toro de Murube se derrumbaba una y otra vez. Una lástima que la bondad, la nobleza y la calidad de las embestidas se viesen mermadas por la escasa fuerza. Corrida desigual de presencia remendada por ese otro toro de enorme movilidad y exquisita clase de Hermanos Sampedro ya descrito. Es cierto que Cayetano no siempre consigue sobrepasar el umbral de una rutina de escaso nivel. Pero cuando lo hace, los resultados son notables para un público de escasa exigencia. La faena al noble e interesante tercero despuntó por temple, el empaque de sus formas y los bellos remates. El diestro de Madrid la ejecutó con naturalidad, recreándose en la estética, con suma delicadeza, aunque sin mando y sin ajuste en el largo toreo a derecha e izquierda. Pese a fallar con los aceros le pidieron y le concedieron una oreja. |
Iguales maneras empleó en la lidia del noble, aunque mermado de fuerzas, sexto. Cayetano pareció estar en un confortable estado delante del toro, exhibiendo un toreo con gusto, de despaciosos muletazos con los que acompañó embestidas -que no mandar- en un toreo exageradamente despegado y poco emotivo. Utilizó el descabello tras la estocada para ganar otra oreja que le valió, junto a Ponce, salir por la puerta grande.
Luis Vilches sigue conservando las virtudes que siempre le caracterizaron en cuanto a seguridad y dominio de las diversas situaciones que se dan durante la lidia, pero su toreo se ha hecho más templado, más sereno y sutil, más profundo, más ligado y rematado. Y con esta forma de ejecutarlo ha proporcionado grandes momentos en la tarde. La faena al quinto tuvo importancia, destreza para solventar y despaciosidad para emocionar. Mejor con la derecha que con la izquierda, hizo frente a la calidad de las embestidas con contundente firmeza, para hacer interesante una lidia que de ninguna de las maneras fue conformista. Vilches volvió a su pueblo con su espléndido toreo de capa y muleta, con muy buena actitud pero con las espadas despuntadas. Sus continuos fallos hoy le han vuelto a privar de otro triunfo de puerta grande.
Con el segundo, que se derrumbaba una y otra vez en el blando albero, toreó templado y a media altura, con escasa emotividad por las condiciones del noble toro de José Murube.
GALERÍA GRÁFICA (López-Matito) |
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